Por P.A. David Nesher
«Yo soy YHVH vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para que no fuerais esclavos de ellos; rompí las varas de vuestro yugo y os hice andar erguidos.»
(Vayikrá /Levítico 6:13)
Esta bendición final que el Eterno da a Su Pueblo a través de Moshé, habla de libertad y dignidad como obsequios de la Intención que Él siempre tuvo para sus escogidos. En este pasaje se siente la vibración de la obra mesiánica que se completaría en el Pacto Renovado con Yeshúa, el Eterno proclama la libertad de Su pueblo y les invita a caminar en Él como Camino para transformar a las demás naciones con Sus bendiciones celestiales. Solamente los hijos primogénitos partícipes de su asamblea gozosa en el Monte Santo pueden entender completamente este obrar divino en las dimensiones interiores.
Entendemos, por lo que hemos visto hasta ahora, especialmente en los rollos de Shemot y Vayikrá, que Yahvéh, nuestro Dios, sacó a los hijos de Israel de la esclavitud de Mitzraim (Egipto) para darles un nuevo estatus. En lugar de andar con la cabeza inclinada bajo el yugo de esclavitud los liberó para poder andar con la cabeza en alto, tal y como lo hacen los reyes y sacerdotes. Ellos pasaron del autodesprecio a la autoestima.
En ambos libros descubrimos que la condición social de esclavitud no es lo más grave que puede sucederle a un ser humano sino la mentalidad de esclavo. La Torah nos enseña que es lo que piensa de sí mismo lo que determina una vida regia o de sometimiento a las circunstancias. Una persona con baja autoestima siempre será esclava de los demás por muy libre que físicamente sea. El trato del Eterno con los hijos de Israel les ayudó a ser liberados de su mentalidad de esclavos para pensar de sí mismos de otra manera. Ellos debían verse como descendientes de Abraham. Escogidos para regir mesiánicamente las naciones.
En el desierto, nuestros ancestros fueron entrenados por el Espíritu de Yahvéh en el paradigma de que lo que pensamos de nosotros mismos define nuestra conducta y nuestra relación con el prójimo. El que puede andar erguido es porque tiene una identidad segura. La falta de identidad o la identidad falsa, generada por el sistema reptiliano (Mitzraim) es una de las causas mayores de conductas irregulares e ilegales. Lo que uno piensa de sí mismo, así es, tal como el sabio lo expresa: “como piensa dentro de sí, así es” (Proverbios 23:7ª).
Debemos entender que lo que fortaleció la identidad y la autoestima del pueblo fue en primer lugar la revelación impresionante del poder de su Dios en Pesaj. Al ver su mano poderosa al hacer los milagros en Egipto, en el cruce del Mar de Cañas y en el desierto hasta llegar al Sinaí (Shavuot) fueron sumamente animados. Podían decir: ¡Mirad qué Dios tenemos! ¡No hay nadie como nuestro Dios!
También la entrega de la Torah y la entrada en el pacto matrimonial de Sinaí fortaleció la identidad de Israel como pueblo del Todopoderoso. Desde ese instante se sabían conocidos en todas las dimensiones celestiales como el pueblo del Pacto, escogido para ser la cabeza de los demás pueblos. El pueblo del Pacto o de la Alianza es una nación sacerdotal que tiene el primer acceso a la revelación divina y la responsabilidad de transmitirla a todas las naciones. ¡Qué tarea y qué responsabilidad! Esto produjo una identidad importante dentro del pueblo. La autoestima fue sumamente fortalecida en el desierto para que pudieran andar erguidos.
Ahora bien, el entrenamiento de la Instrucción (Torah) dejaba bien claro que si el pueblo del Pacto se cierra en exclusividad y levanta un muro con desprecio y rechazo contra las demás naciones, no va a cumplir su papel de revelar al único Mediador entre el Eterno y las naciones (los seres humanos). Todo lo contrario, va a causar odio, envidias y rechazo por parte de los pueblos paganos.
Pero si el pueblo escogido entiende su rol de canal de bendición para que todas las familias de la tierra puedan ser bendecidas, entonces las naciones podrán llegar a ser lo que el Eterno los ha creado para ser.
La clave para que esto ocurra es que cada hijo primogénito del Eterno tenga una revelación de lo que es en el cielo en el Mesías. Ser sacerdote en el cielo, ser conciudadano en la Yerushalayim celestial y ser miembro de la familia de Dios es más que pertenecer a un pueblo escogido en la Tierra. El que logra ver la identidad que tiene en el cielo gracias al Mesías Yeshúa será totalmente libre de todo sentimiento de rechazo. El que entiende que ser hijo de Yahvéh es más que cualquier cosa en este mundo, puede andar con la cabeza en alto, sin envidia y sin rechazo sabiéndose parte del Proyecto Mesiánico del Eterno para la redención del mundo.