Japón luchaba el jueves por todos los medios para tratar de enfriar los reactores de la central nuclear de Fukushima, pero el pesimismo aumentaba en todo el mundo, desencadenando una fuga masiva de extranjeros de Tokio. El balance oficial del sismo y del tsunami era, seis días después de la catástrofe, de 5.700 muertos confirmados y 9.500 desaparecidos. Sin embargo, sólo en la ciudad de Ishinomaki, la cantidad de desaparecidos se elevaría a 10.000 personas, según un responsable local.
El número de heridos es de 2.285, según este balance. Más de 88.000 viviendas y edificios fueron destruidos, total o parcialmente. Las autoridades niponas tenían que hacer frente también a la creciente impaciencia de unos 500.000 damnificados, ante la escasez de agua potable y de víveres a pesar de una movilización sin precedentes de unos 80.000 soldados, policías y socorristas en el devastado noreste.
La mayor preocupación es la crisis nuclear, la más grave en el mundo desde la de Chernobyl, en 1986. Por primera vez, cuatro helicópteros del ejército japonés lanzaron el jueves de mañana varias toneladas de agua sobre los reactores más dañados, sobre todo el 3. Cinco camiones cisternas entraron igualmente en acción al caer la noche. Su objetivo era fundamentalmente llenar la piscina de combustible usado que fue dañada por una explosión e incendios.
El operador Tokyo Electric Power (TEPCO) indicó que no podía determinar la cantidad de agua que entró en la piscina porque sus responsables no podían verla. No obstante, la Agencia de Seguridad Nuclear indicó en la noche que estaba saliendo vapor de los edificios que habían sido regados, lo que significa que el agua cayó sobre puntos calientes, en las zonas problemáticas, como se deseaba. La misma operación se llevará a cabo el viernes.