Autor: P.A. David Nesher
«Es gloria de Dios tener secretos, y honra de los reyes penetrar en ellos e investigar su sentido».
Proverbios 25: 2
En estos días algunos discípulos me han consultado acerca del por qué el Eterno Dios no habla en términos más abiertos, como la voz audible, las señales visibles y otras formas rimbombantes. La respuesta específica no la poseo, pero sí puedo asegura que las Escrituras Santas indican que YHVH (léase Yahvéh) recibe más gloria cuando oculta las cosas que cuando las hace obvias; porque es más glorioso para él ocultar sus asuntos y después desafiarnos a buscar e indagar en ellos. Es bien claro este propósito en la respuesta que Jesús de Nazaret diera a sus discípulos cuando estos lo cuestionaran por su método pedagógico de usar parábolas. Él les revela que existe un deleite yahvista de ocultar la verdad, de tal modo que sólo los hambrientos de ésta puedan comprenderla (vean Mateo 13:11,18-23). A ese tipo de gente se la conoce en los ámbitos celestes cómo reyes.
Desde estas aseveraciones, podemos concluir que el Eterno por misericordia no concede la revelación a quienes no tienen hambre de la verdad, ya que si no están hambrientos de la misma es muy probable que no la obedezcan cuando la escuchen.
Debemos comprender que la revelación de la Verdad confiere poder. Y sabemos que todo poder siempre conlleva asumir una gran responsabilidad. Por ello, el hambre por la Verdad, es el que prepara nuestros corazones para soportar su peso. Por ende, al retraer la revelación de quienes no tienen hambre, en realidad Dios los está protegiendo de cierto fracaso en cuanto a la responsabilidad que él los haría asumir, de modo que la oculta aunque no de nosotros sino para nosotros.
En la ecuación de la sabiduría salomónica se destaca un hecho maravilloso: “… Es honra de los reyes penetrar en ellos (los secretos divinos) e investigar su sentido”.
Sabemos por lo que la Escritura revela que, en Jesucristo, somos hechos reyes y sacerdotes para nuestro Dios (Ap. 1:6). Haciendo una síntesis de los lineamientos escriturales considerados, es
claro que nuestra identidad regia solamente se manifiesta y brilla cuando escudriñamos los asuntos ocultos sabiendo que tenemos el permiso legal para acceder a los mismos. Las cosas grandes y ocultas del Eterno son nuestra heredad (Jeremías 33:3). Nuestra condición de reyes y nuestra capacidad para gobernar, logran su efectiva y concreta manifestación cuando buscamos a Dios
con el objetivo de dar respuesta a los distintos desafíos existenciales que plantea el sistema de cosas actual.
Sabemos por lo que la Escritura revela que, en Jesucristo, somos hechos reyes y sacerdotes para nuestro Dios (Ap. 1:6). Haciendo una síntesis de los lineamientos escriturales considerados, es
claro que nuestra identidad regia solamente se manifiesta y brilla cuando escudriñamos los asuntos ocultos sabiendo que tenemos el permiso legal para acceder a los mismos. Las cosas grandes y ocultas del Eterno son nuestra heredad (Jeremías 33:3). Nuestra condición de reyes y nuestra capacidad para gobernar, logran su efectiva y concreta manifestación cuando buscamos a Dios
con el objetivo de dar respuesta a los distintos desafíos existenciales que plantea el sistema de cosas actual.
Retornando a las enseñanzas de nuestro amado Maestro. Retomando el cuestionamiento de sus discípulos ante el hecho de enseñar ocultando los asuntos del Reino en el recurso de las parábolas, el Mesías Jesús contestó: …“Porque a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha
concedido» (Mateo 13:11)
concedido» (Mateo 13:11)
Finalizando nuestra meditación, debemos aceptar que las cámaras regias del Padre están abiertas legalmente para nosotros. Hoy, y cada día de nuestra eternidad, podemos acceder confiadamente a ellas a fin de escrutar todos los misterios celestiales allí escondidos.
¡Es así de maravilloso y también así de sencillo! Los asuntos de gobierno divino esperan día a día por nosotros. Es un desafío cotidiano usar la fe que nos ha sido dada para que esta herencia nos permita manifestarnos como respuestas mesiánicas para las naciones que hoy nos reclaman.