Por P.A. David Nesher
”Esta será la ley tocante al leproso, en el día de su purificación, cuando será llevado al sacerdote;”
(«Zot tihyeh torat hametsora beyom tahorato vehuva el-hakohen«.)
(Levítico/Vayikrá 14:2)
En la parashá anterior (Tazría), la Torah nos había relatado minuciosamente las distintas afecciones y erupciones cutáneas, y el consiguiente aislamiento de la persona afectada.
Insistiré aquí en un importante detalle, el kohén (sacerdote) en modo alguno era médico, ni usaba prácticas médicas en su diario ministrar. Él sólo se limitaba a declarar impuro al afectado y hacerlo recluir, o declararlo puro y devolverlo a su sociedad y a su familia.
Ahora, la parashá que iniciamos hoy (Metzorá), se enfoca en mostrar por qué el pecado de Lashón HaRá (lengua perversa) era la causal única y principal de adquirir “lepra” (Tzaarat).
En primer lugar, les mencionará que algunos exégetas (intérpretes), basándose en el sentido literal de las palabras » en el día de su purificación» (léase: cuando el afectado ha sanado), insiste en que nadie cura al enfermo (en este caso el leproso) sino su propia decisión de curarse. Esto se lograba ya que, en su período de reclusión, el enfermo debía pensar, meditar y decidir un cambio de rumbo en sus actitudes esenciales hacia la vida, y por consiguiente, modificaba su comportamiento. Si eso ocurría, el metzorá (“leproso”) sanaba.
Por eso la Torah habla del «hish hamítaher«, que se debería traducir “el hombre que se está autopurificando”, y que está decidiendo ser otra vez el ser humano que tiene lugar en la sociedad.
Cuando leemos nuestro capítulo en lectura simple, tenemos la sensación de encontramos frente a un texto casi intrascendente, que está usando un lenguaje que nos parece poco elocuente para nuestra generación. Es por eso por lo que se debe entender la Torah, no solamente en su sentido literal, sino también en sus parábolas y alegorías. Este capítulo necesariamente debe ser entendido captando el lenguaje simbólico usado por el mismo. Es decir, que habrá de usar el sistema exegético llamado » Parshanút HaRémez», es decir, la interpretación alegórica. De este modo, veremos que los elementos intervinientes en la purificación del leproso que permitían su reincorporación a la sociedad están llenos de códigos celestiales que permiten conocer el obra de la Gracia divina a favor del ser humano. Dichos elementos o herramientas cósmicas son los siguientes:
- ✔ madera de cedro,
- ✔ hisopo,
- ✔ dos pájaros puros, vivos,
- ✔ púrpura escarlata y
- ✔ aguas surgentes.
Esta ceremonia de purificación se realizaba de la siguiente manera: un ave era sacrificada en un recipiente de barro sobre agua que fluye. Su sangre era aplicada sobre el ave viva, a algo de madera de cedro, a algo de tela escarlata, y a algo de hisopo. Luego, usando estas cosas, la sangre era rociada en aquel que había sido limpiado de la lepra. Finalmente, el ave viva se dejaba en libertad.
Ahora veamos las analogías de estos instrumentos cósmicos, a fin de entender la codificación de Luz Infinita escondida en esta terapia celestial:
El cedro, cuando es usado simbólicamente representa la fuerza metal y corporal del hombre, y por lo tanto, la soberbia que desde ellos se desarrolla. Es innecesario citar los múltiples textos que hablan de los cedros del Líbano en este sentido.
Mientras que el «ezob» («אזב «) que aquí se traduce como «hisopo«, pero que quiere decir también «musgo que crece entre las piedras y en las paredes», representa, en el mundo de los símbolos, el punto más bajo en la escala social; o sea, a la persona carente de fuerza material, y por supuesto no afectada por el orgullo ni la soberbia. Es la humildad que puede alcanzar el alma contrita.
Por lo tanto, el «metzorah» (“leproso”) que había sido afectado en la misma piel de su cuerpo por incurrir en calumnia, soberbia, maledicencia…, para curarse debía quebrar su rigidez en pedazos, y pensar en «la modestia del hisopo o del musgo que crece en las paredes«. Entonces, el metzorah se obligaba a pensar que él, en esta vida, es sólo un trocito de madera de cedro, y no el cedro mismo. Influenciado por estas ideas, el rey David, cuando invoca a Yahvéh por su purificación, dice: «Rocíame con hisopo y quedaré purificado» (Salmos 51:9).
La púrpura escarlata simboliza, por su color, la perfidia (o deslealtad) y la mala conducta, mientras que las aguas surgentes (aguas vivas) representan la vida continua, natural y las nuevas ideas vivificantes que deben surgir de nuestra mente para curar «nuestra piel» de nuestras afecciones «cutáneas». Pero para que ello ocurra, es decir, para que encontremos esas fuentes benefactoras de aguas surgentes, habrá que «soltar el pájaro vivo para que vuele en el campo abierto». En pocas palabras tenemos que deshacemos definitivamente de nuestros hábitos corruptos, producto de nuestra mente y «nuestra lengua».
Por eso, los dos pájaros representan, la palabra irresponsable e irrestricta. Esto es porque los pájaros trinan constantemente, y este hombre fue afectado por la lepra por hablar constante e indiscriminadamente de su sociedad. Por eso, según este autor, los dos pájaros representan los lados positivos y negativos de la palabra. Por eso uno de los dos pájaros tendrá que ser inmolado, queriendo significar que habrá que desarraigar de nosotros la palabra calumniadora y destructiva.
Esta terapia penitencial demandaba grandes esfuerzos. Es que al mismo tiempo que causaba dolor por el hecho de admitir que se había dañado con la lengua, también se debía aceptar que se había incurrido en «derramamiento de sangre» (hebreo: Shefijút Damím), que en el lenguaje hebreo quiere decir también denigrar a nuestro prójimo en público y causar vergüenza u oprobio por medio del Lashón HaRá (Mal Hablar).
Esta última idea estaba representada por la sangre de uno de los pájaros que el kohen había inmolado y con el cual rociaba al pájaro vivo.
Todo lo ocurrido en este rito de purificación ritual es una tipología de la muerte de Yeshúa y su aplicación espiritual sobre nuestras vidas. Un ser “celestial” (así como un ave es “de los cielos”) muere en un recipiente de barro, mientras que permanece limpio (debido al agua que fluye). La muerte del ave está asociada con sangre y agua: la sangre está conectada con la vida (aplicada al ave viva), y luego aplicada a aquel que fue hecho limpio.
Por otro lado, el cedro es extremadamente resistente a la enfermedad y a pudrirse, y estas cualidades pueden ser la razón por la que se incluye aquí – así como una referencia simbólica a la madera de la cruz. Distintos historiadores aseguran que la cruz donde fue crucificado Yeshúa estaba hecha de cedro de acuerdo con la usanza romana.
La conexión con el hisopo es también importante. A Jesús se le ofreció beber de una rama de hisopo en la cruz (Mateo 27:48).
Después de la ceremonia de sacrificio con las aves, el leproso purificado debía de lavar sus prendas y tenía que rasurarse todo el pelo, a fin de quedar como un bebé recién nacido. Así estaba listo para comenzar de nuevo, como si fueran un bebé recién nacido. Así, por medio de este ritual, los hebreos aprendieron el concepto de ser “nacido de nuevo” para poder participar del Reino de Dios.
¡Bendito es el Nombre de Abba nuestro por las maravillas reveladas en Su Instrucción! Elevo mis plegarias para que cada uno de ustedes esté disfrutando de estas ascensiones en la emunah (fe) que hemos recibido al nacer de nuevo en Yeshúa, nuestro Dueño.
Shavuá Tov!
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