Por P.A. David Nesher
«Llamó Jacob a sus hijos y dijo:
—Acercaos y os declararé lo que ha de aconteceros en los días venideros.
Acercaos y oíd, hijos de Jacob; escuchad a vuestro padre Israel.»
(Bereshit/Génesis 49:1-2)
En la mentalidad hebrea existe una tendencia espiritual que consiste en terminar todo lo que se hace por medio de bendiciones. Entre esas bendiciones, la que daba un patriarca a las generaciones siguientes era de suma importancia. Por ello, Yaakov antes de morir, reúne a sus doce hijos y los bendice.
Ahora bien, aunque en las versiones bíblicas de los distintos idiomas se suele hablar de bendiciones sobre los hijos de Yaakov poco antes de morir, en verdad sólo Yosef es bendito por nuestro padre, Yehudá es alabado, mientras que Reubén, Shimeón y Leví son reprochados.
Además, como se desprende del contenido, podemos ver que estas predicciones no afectan a los hijos Yaakov personalmente, sino a las tribus de las que son epónimos; así de alude a lugares de residencia tal como tendrá lugar después de las distribución de Canaán. Entendiendo que la lengua tiene una connotación mucho más profunda y compleja que lo que la semántica externa puede mostrar, necesitamos comprender que la expresión bendiciones trasciende la idea que, en nuestro caso, el idioma español concede. Por ende, conviene que nos sumerjamos en la codificación hebrea de la expresión bendiciones.
Así pues, Brajá se traduce comúnmente como bendición (plural barajot = bendiciones). Pero en verdad, brajá es la reflexión mental, emocional y verbal que antecede la relación del ser humano con el mundo de la kedushá (santidad). Por ello, cuando un ser humano desea recibir bendiciones, se arrodilla ante el medio que lo bendecirá.
Conviene saber que la raíz etimológica de la palabra brajá es bérej, que significa rodilla. La idea entonces es que cuando uno bendice hace “arrodillar” los recursos celestiales (bendiciones) como quien hace arrodillar un camello, bajándolo de su altura inaccesible hacia una más cerca de nuestra realidad, y por ende más manipulable.
Pero también el término proviene de leabrij, expresión que señalaba a la actividad agrícola con la que se buscaba conseguir un nuevo árbol a partir de una rama o esqueje. Este método es el llamado «acodado aéreo«, y consiste en lograr las condiciones necesarias para que un tallo desarrolle raíces sin necesidad de separarlo de la planta madre. Una vez que ha enraizado, se lo corta para que pueda seguir viviendo de manera independiente, alimentándose con sus raíces propias.
Entonces, desde estas ideas, comprendemos que recibir una brajá significa recibir un estímulo del ámbito original del que se procede, y así recibir la fortaleza irrevocable para un nuevo comienzo a grandes cosas. La brajá servía para el bien de un potencial existente dentro de gente y cosas. Se logra así, activar por medio de la palabra, lo que existe escondido en la esencia, y permitirle manifestarse de potencia a acto. Esto permite crear una nueva situación para un mejor destino.
La bendición que pronunciamos tiene como objetivo manifestar o bajar a nuestra consciencia la dimensión más profunda de lo que tenemos entre manos. Por medio de las bendiciones, expresamos nuestros deseos, ideas y sentimientos por medio de una de tres niveles más o menos tangibles: el pensamiento, el habla y la acción.
Cuando bendecimos a alguien, lo que pretendemos lograr es tangibilizar nuestro deseo por su bienestar. El hablar de algo lo hace más tangible. Lo trae más cerca de la acción.
La brajá es el discernimiento dentro del ámbito de la kedushá (traducida como santidad). Previo al acto de acercarme a la kedushá (energía que estamos preparados para recibir y emplear positivamente) discierno y tomo conciencia del objetivo de mi deseo a través del pensamiento y la palabra del modo en que éste se expande hacia todos los ámbitos de la realidad.
Así, cuando la vida está basada en la kedushá y la brajá surge la conciencia superior, siendo que ahora el ser humano logra relacionarse con el prójimo discerniéndolo con todos los ámbitos de la realidad, previendo las consecuencias de sus actos y ya no en forma mecánica e instintiva. Entonces, nuestro discernimiento de la realidad, fundamentada en la Luz, sucede a partir de palabras; las palabras nos permiten visualizar y transmitir a otros algo que no está presente materialmente aún, pero que con certeza sucederá.
Por todo esto, la brajá (bendición) así entendida es más bien un conjunto de pronunciamientos que tejen proféticamente eventos del pasado con situaciones del presente y generan la visión del futuro como historia desde la perspectiva del Eterno y sus promesas de propósito mesiánico.
Por ello, las palabras de nuestro padre Yaakov fueron una mezcla de oráculos activadores del potencial escondido en sus hijos: Doce Tribus formadoras de una Nación. Ante sus ojos, estaba la visión profética del despliegue histórico de las doce tribus que sus hijos encabezarían como progenitores; y lo que vio lo expresó a grandes rasgos usando las berajot como recurso profético ideal de activación. Así el nombre de cada patriarca antepasado, más bien parece desplegar el carácter y la historia de la tribu. Entonces, dichas «bendiciones» (berajot) son rasgos de las tribus en sus características amplias, que permitirían la consciencia de como Israel enfrentaría distintos acontecimientos de su historia. Estos rasgos de carácter de cada tribu, permiten hasta el día de hoy, por ejemplo, vencer las asignaciones astrológicas con las que el sistema reptiliano manipula el pensamiento colectivo de las masas.
Está bien claro, que quien propiamente bendecía era el propio Yahvéh (vv.15 y subsiguientes). Las palabras que se usan en un brajá son ante todo una mera invocación intercesora ante el Eterno. Pero por otra parte también desempeña un papel decisivo la persona que bendice, ya que se sabe apoderada por el Espíritu de Dios para comunicar o denegar la bendición divina. Yaakov y sus hijos eran conscientes que en la bendición de Yahvéh a Abraham existían unos poderse para que el ser humano la transmitiese de generación en generación.
Por último, vemos que la manera como habían vivido ser reflejó en la bendición-oráculo dicha por Yaakov. Esto nos da a entender que nuestro pasado afecta el presente y el futuro. Mañana, al amanecer, nuestras acciones de hoy serán parte del nuestro pasado. Sin embargo, ya empezaron a forjar el futuro. Por lo tanto: ¿qué acciones puedes hoy llevar a cabo, o evitar, para forjar positivamente tu futuro, y asignar propósito divino a tus generaciones? ¿Cómo estás produciendo berajot para tu descendencia?