«Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde. Además, con cada cordero una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas; y para la libación, la cuarta parte de un hin de vino. Y ofrecerás el otro cordero a la caída de la tarde, haciendo conforme a la ofrenda de la mañana, y conforme a su libación, en olor grato; ofrenda encendida a Yahvéh.»
(Éxodo 29: 38-41)
Después de la ceremonia de su consagración de Aharón y sus hijos como sacerdotes, el Eterno continúa su pedagogía a través de la práctica de los sacrificios diarios, uno por la mañana y el otro a la caída de la tarde. Tenía por finalidad asegurar la presencia continua de Yahvéh en medio de Israel (v. 42)
Cada día debía ser ofrecido a Yahvéh, empezando y terminando con sacrificios de gratitud y consagración. Como el nombre lo indica (korbán) se quemaba toda la víctima en honor de Yahvéh. Era el sacrificio más perfecto, porque suponía la entrega total y desinteresada de la víctima al Señor.
El mandamiento acerca del sacrificio continuo u holocausto perpetuo era llamado en hebreo korban tamíd y era una ofrenda derramada ante Yahvéh como una demostración de una completa abnegación de cada israelita al Eterno. Por eso, cada mañana a las nueve y cada tarde a las tres los hebreos tenían que sacrificar un cordero en el tabernáculo terrenal. El cordero de la mañana expiaba por los pecados cometidos durante la noche y el cordero de la tarde expiaba por los pecados cometidos durante el día. De esa manera hubo una expiación constante para los hijos de Israel.
El holocausto continuo comenzaba cada mañana con el primer cordero ofrecido en holocausto (olá, עולה). Los sacerdotes sacrificaban un cordero y lo ponían en el fuego del altar como el primer sacrificio del día. El cordero se quemaba en el fuego durante todo un día, por eso se lo llamaba el holocausto continuo. Los sacerdotes colocaban cada sacrificio posterior sobre la parte superior de la pira en la que el cordero estaba ardiendo.
Cuando el servicio concluía y los sacerdotes habían completado todos los sacrificios para ese día, traían el segundo cordero. Se sacrificaron como una olá y la colocaban en la parte superior de los restos de las ofertas del día, intercalando los servicios de todo el día entre los dos corderos de un holocausto continuo. Dejaban el segundo cordero en el altar para quemar toda la noche. A la mañana siguiente, los sacerdotes eliminaban las cenizas y era sacrificado otro cordero, se ponía sobre el altar, y comenzaba el proceso de nuevo. De esta manera, un cordero se mantenía ardiendo continuamente en el altar delante de Yahvéh.
El holocausto continuo establecía un patrón de referencia como la función más básica y regular del tabernáculo (y posteriormente el Templo). De este modo, los servicios de oración, el canto de los salmos, el encendido de la menorá, y la quema de incienso ocurrían en conjunción con la ofrenda continua. Los dos corderos de un holocausto continuo, que ofrece a las horas establecidas de sacrificio, creaban la estructura temporal para el resto de los servicios del Santuario. Gracias a este rito los israelitas pudieron conocer los tiempos propicios de oración enmarcados en las horas en que el holocausto continuo solía hacerse.
Esta ofrenda no debía cesar jamás. (Números 28: 3, 6, 10, Esdras 3:5). Era un tributo que dos veces al día debía ofrecer Israel en el altar a su Dios. No se omitía ni en los días más solemnes, en que se ofrecían al Señor otros sacrificios (cf. Núm. 28: 3-8). Se sabía que la salud integral de cada miembro de Israel estaba ligada a este korbán tamid (holocausto perpetuo).
El sabio intérprete Abarbanel recalca el hecho de que estos sacrificios no tenían carácter expiatorio, sino que eran en agradecimiento por todo lo que el hombre recibe del Eterno permanentemente: «Tamíd» (תמנד). Este exégeta agrega que todo lo concerniente a los sacrificios fue ordenado por la Torah únicamente después del episodio del becerro de oro. Los sacrificios rituales tienen por finalidad desarraigar pensamientos malos de nosotros. El ideal no es incurrir en error y después expiar el mismo por medio de sacrificio, por eso los sacrificios que se ofrecían en acción de gracias, son los que cobran mayor importancia y así los Sabios del Talmud llegan a decir que los versículos que se refieren a «korban hatamid» (קרבן התמנד) o sacrificio continuo son cada uno: «Pasuk hacolel ioter batorah» (פסוק הכולל יותר בתורה), o sea, uno de los versos más fundamentales entre todos los versículos de la Torah. La idea pues que este korbán encierra es que lo espontáneo y lo voluntario es lo más loable en la vida del ser humano.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles se nos relata que Pedro y Juan fueron al Templo de Jerusalén a la hora novena:
«Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración.»
(Hechos 3:1 RV60)
Debemos conocer que la hora novena era la hora del sacrificio diario de por la tarde (3 PM). No tenemos un relato el cual nos hable de la hora del sacrificio de la mañana. Pero fuentes extra bíblicas como Flavio Josefo, Filón de Alejandría y la Mishná (recopilación de la enseñanza oral de la Torah) indican que el sacrificio diario o continuo de la mañana era a la hora tercera (9 AM). También la Mishná muestra que el tipo de oraciones que se hacían a la hora tercera y la hora novena. Estas oraciones se conocen como la plegaria de las dieciocho bendiciones (Shemoné Esré) también conocida como la amidá y se enfocan en cuatro aspectos: la redención, el perdón de los pecados, la llegada del Mesías y la resurrección de entre los muertos. El esquema de dicha amidá sería así:
- Geulá (גאולה) «Redención«. Alaba a Dios como el redentor de Israel.
- Selijá (סליחה) «Perdón«. Se pide a Dios perdón
- Birkat David (ברכת דוד) «Bendición de David«. Se pide a Dios que traiga pronto al descendiente de David, el Mesías judío.
- Gevurot (גבורות) «Poderes«. Reconoce la Fuerza y el Poder de Dios, en donde se menciona la sanidad y la salud que vienen de Dios y la Resurrección de los Muertos «Tejiyat Hametim«.
Una vez destruido el Segundo Templo de Jerusalén, y cuando los sacrificios cesaron, la oración sustituirá a los rituales que se celebraban en el Bet Hamikdash (Templo). La «havodat hamikdash» (עבודה המקדש) o ceremonial ritual del Santuario será sustituido por «Havodah shebalev» (עבודה שבלב) o servicio a Dios con nuestro corazón, sentimiento y mente, lo que quiere decir que el sacrificio continuo (korban tamíd) reemplazados por la»tefilah» ( תפילה ) u oración de alianza. En otras palabras, la oración tratará de reemplazar por medio de la palabra, lo que el ritual de los sacrificios realizaba por medio del acto concreto.
Aunque sabemos que probablemente las plegarias de la amidá de hoy día no sean semejantes a las que hacían los discípulos del primer siglo, sí entendemos que eran hechas a la hora tercera y la hora novena, es decir a las 9 de la mañana y 3 de la tarde.
¿Cuál fue el propósito de esos sacrificios? ¿Para qué el pecado del pueblo tenía que ser expiado?
Entendemos que para que el Eterno pueda cohabitar con seres humanos pecaminosos debían éstos seguir ciertas conductas, procedimientos y normas impuestos por Él mismo. Estos lineamientos pautaban de alguna manera la pureza o limpieza redentora que Dios hace por su pueblo. De lo contrario, cualquiera que pretendiera acercarse a Yahvéh sin dicha “gracia”, moriría (Éxodo 30:21, Éxodo 28:43) y no sería posible dicha relación (redención).
La sangre de este sacrificio continuo, se salpicaba diariamente sobre el altar, proporciona un recordatorio constante de la “sangre del pacto” que Moisés aplicó al altar y al pueblo en el Monte Sinaí (Éx. 24).
Este holocausto revelaba pues que el deseo del Todopoderoso es estar cerca de sus hijos. Pero también recordaba que Él no anhela solamente estar cerca sino también vivir dentro de cada uno de sus hijos (Israel). Yahvéh quiere que su gloria llene al hombre de tal manera que Su Luz pueda irradiarse en este mundo. El anhelo más íntimo del Eterno es habitar en Su Pueblo, y desde él redimir al mundo. Y para cumplir este deseo tenía que establecer estos sacrificios expiatorios que servían para cubrir el pecado de manera que el pueblo pudiera acercarse al Altísimo que es un fuego consumidor.
Juan el Bautista, criado en casa sacerdotal y educado a los pies de los esenios, entendía perfectamente el tipo de este holocausto. Por ello, cuando estaba en el río Jordán aplicando bautismo de teshuvá y vio al Mesías, el arquetipo, hizo en su proclamación alusión al holocausto continuo cuando identificó a Yeshúa como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
La respuesta que Juan estaba anunciando revelaba que el Eterno al fin podría estar cerca del pueblo pues su Cordero había sido entregado en el primer sacrificio, bautismo en el Jordán. Sólo habría que esperar el último holocausto, su sacrificio voluntario en la cruz del Calvario.
Sabemos que las plegarias obligatorias (la amidá) eran hechas a la hora tercera y la hora novena. Pues bien, curiosamente la hora tercera y la hora novena fue el período de tiempo que duró la crucifixión de Yeshúa aquel día 14 del primer mes del calendario hebreo hace casi dos mil años. Los Evangelios relatan.
«Era la hora tercera cuando le crucificaron».
(Marcos 15:25 RV60)
«Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró«.
(Lucas 23:44-46 RV60)
Mientras los Judíos hacían la amidá ese día el Mesías tan esperado y anhelado estaba poniéndose así mismo como expiación por los pecados del pueblo tal como fue anunciado por el ángel Gabriel:
«Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (Yeshúa), porque él salvará a su pueblo de sus pecados«.
(Mateo 1:21 RV60)
Al caminar en estos días postmodernos, la idea de un sistema sacrificial seguramente nos pareces extraña. Sin embargo, estoy convencido que podemos entender el concepto del pago o restitución de una manera fácil. Sabemos, por la revelación, que la paga por el pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que nuestro pecado nos separa de la Gloria del Eterno. También sabemos que las Sagradas Escrituras enseñan que todos somos pecadores, que ninguno de nosotros es justo delante de Dios (Romanos 3:23). A causa de nuestro pecado, estamos separados de Dios y somos culpables ante Él; sin embargo, la única esperanza que podríamos tener es que Él nos proveyera un medio para reconciliarnos con Él. Si comprendemos esto, entonces podemos entender cuál es la razón por la que envió a Su Hijo a morir en la cruz. El Mesías murió para hacer expiación por el pecado y pagar el castigo por los pecados de todos los que creemos en Él y su obra redentora.
¡Realmente asombroso! Toda esta estructura sacrificial fue implantada como una sombra del sacrifico eterno del Mesías Yeshúa. Él fue colgado en un madero a las nueve de la mañana y entregó su espíritu a las tres de la tarde. Su muerte es necesaria para la expiación del pecado en el tabernáculo celestial para que el cielo pueda bajar a la Tierra y el pueblo pueda encontrarse con el Eterno en el tabernáculo celestial.
En el Espíritu del Mesías, el espíritu humano tiene acceso al Tabernáculo celestial (Juan 4:23-24). Aquí hay mucho que decir y a la vez todo esto es difícil de explicar. Las dimensiones y las consecuencias de la muerte expiatoria del Cordero del Todopoderoso son inmensas en cuanto a la intimidad espiritual entre el ser humano y el Creador .
La muerte y resurrección de Yeshúa abrió el camino para el servicio espiritual en el santuario celestial . Todos los que han nacido de nuevo tienen la posibilidad de servir como sacerdotes en el templo celestial. El Mesías es el Sumo Sacerdote y sus discípulos son los sacerdotes .
¡Yeshúa es el “sacrificio continuo” (aquél representado por corderos de un año de edad, que se sacrificaban tanto por la mañana como por la tarde, continuamente) en el Tabernáculo Celestial!
“… pero Él, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, SE SENTÓ A LA DIESTRA DE DIOS”
(Hebreos 10:12 – LBLA – destacado mío)
Si alguno de ustedes, después de leer esta bitácora, anhela por su cuenta profundizar en estas realidades celestiales, les aseguro que se le abrirá un mundo inmenso con influencias espirituales asombrosas tanto en las esferas celestes como en este mundo físico. La intimidad con el Eterno por medio del sacrificio del Cordero es mucho más profunda que la intimidad que se produjo en el tabernáculo terrenal. Las palabras no alcanzan para expresar las profundidades y las alturas de este ministerio sacerdotal celestial. ¡Son dimensionalidades infinitas llenas de cosas inimaginables! (1 Corintios 2: 9).