Por P.A. David Nesher
Sin embargo, José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego regresó a donde estaban y ordenó que tomaran preso a Simeón, y que lo encadenaran.
(Bereshit/Génesis 42: 24)
Al leer este relato de elevación de conciencia, notamos que en él se destaca que Yosef tenía que dominar sus emociones y suprimir sus propios deseos para poder estar delante de sus hermanos y hablarles duramente. Esto no le era fácil, pero a la misma vez no le era imposible. Él había estado estudiando durante trece años en la escuela del sufrimiento. Yosef había desarrollado una de las características más importantes de un tzadik (justo): el dominio propio.
Según las Sagradas Escrituras, el dominio propio es una de las características del carácter del Mesías, y aquellos que en Él creen deben procurar a diario ejercer esta característica de la Unción.
Sabemos que el primer ser humano fue creado a la imagen divina diseñada en Mashiaj, y por eso, el dominio propio es un matiz primordial en el fruto del espíritu humano que anhela una ascensión de conciencia cotidiana (Gálatas 5:23).
Las Sagradas Escrituras revelan que después de la caída en pecado, el ser humano se destaca en su vida cotidiana en la falta de dominio propio. Por eso, cuando el Eterno trata con una persona para restaurarla y volver a hacerla conforme a la imagen del Mesías, también trabaja con esta área de su carácter. Así lo hizo con Yosef en aquellos 13 años, antes de ser visir de Egipto.
Por todo esto mi querido (querida) lector (lectora) si quieres alcanzar el carácter mesiánico que ofrece el Mesías, debes tener el rasgo que implica el dominio propio. Ten presente siempre que conquistarte y gobernarte a ti mismo es más valioso que conquistar una ciudad, y/o gobernar una nación. Cuando lo logres serás una persona satisfecha, más equilibrada y sana. Si no te dominas a ti mismo cualquier cosa te dominará.
¿Qué es el Dominio Propio?
De acuerdo a las Sagradas Escrituras es la capacidad que permite controlarnos a nosotros mismos, sujetando nuestras emociones a la Sabiduría divina. Esto es dado por el Creador al ser humano a través de la Unción del Espíritu Santo que le permite así negarse al pecado y todo aquello que desagrada a Dios.
El dominio propio está dispuesto a suprimir las pasiones temporales para obtener un placer mayor a largo plazo.
El dominio propio sabe decir no cuando el pecado le es presentado envuelto en un paquete muy hermoso.
El dominio propio no hace lo que no se puede hacer sin permiso y autorización o sin tener cierta edad o sin haber cumplido los requisitos para ello.
El dominio propio sabe esperar y ser fiel hasta llegar a metas largas y difíciles.
El dominio propio no da rienda suelta a las emociones en el momento de presión.
El dominio propio no elimina las emociones fuertes, pero sí las domina y sólo las deja salir cuando es el momento apropiado y de propósito para ello.
El dominio propio sabe callar cuando tiene ganas de hablar.
El dominio propio no revela secretos de otros.
El dominio propio no compra un producto cuando no lo necesita.
El dominio propio gusta de la compra con crédito.
El dominio propio usa el dinero para las cosas importantes y no lo malgasta en placeres.
El dominio propio no gasta lo que no tiene.
El dominio propio no compra nueva ropa cuando aún puede usar la que tiene en buen estado.
El dominio propio no come comidas deliciosas que no nutren, ni contribuyen a la salud.
El dominio propio no come comidas prohibidas por la Torah.
El dominio propio sabe decir no a un plato de lentejas cuando tiene mucha hambre porque su precio es demasiado alto.
El dominio propio siempre mira al Invisible para saber qué debe hacer en cada momento en lugar de actuar precipitadamente.
El hijo primogénito de Dios que tiene dominio propio puede gozar fácilmente de tener lo que quieren justo en sus manos.
El dominio propio no nace de la noche a la mañana. El mismo dependerá del amor, el temor y la vida de consagración que tengas con el Eterno.
El dominio propio va más allá de nuestra voluntad es un fruto que surge de la vida de Yeshúa en nosotros.
Así pues, una persona con dominio propio o templanza reaccionará siempre de manera equilibrada a sus propias decisiones y deleites ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos. Esta actitud de carácter refleja la educación y completo dominio de la voluntad humana, y permite poner límites a los deseos generalmente vinculados al hedonismo individualista.
A esta altura de esta meditación, me veo obligado a dejar bien en claor que la templanza o dominio propio sólo surge cuando el carácter de Mesías está siendo formado en el interior de una persona. Es decir, cuando la energía de la kedusháh (santidad) divina empieza a ser una prioridad en la mente y el corazón de esa alma ungida. Es decir, cuando dicha alma se está entrenando en la producción del fruto del Espíritu para Santificar el Nombre de Dios.
Ante esto, te animo hoy a que comiences a vivir la Instrucción divina tal como está escrita, y goza así de los beneficios que esta contiene. Deja que el Eterno cambie tu carácter como creyente, enseñándote a ejercer el control de las emociones, tener firmeza en la toma de decisiones, lograr calidad total de todas tus actitudes, y empoderar tu manera de hablar en la capacidad de hacer milagros con todo lo que declares.
Justamente las promesas que el Eterno te ha dado en forma de sueños y anhelos, no se cumplirán solas y de manera automática. Abba nuestro en su Palabra nos dejó lo que tenemos que hacer:
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia;«
(2 Pedro 1:3-6)
¡Ruego que el Eterno nos ayude a profundizar nuestra relación personal con Él para que se produzca el fruto de Su Espíritu en nosotros, para Su gloria!