Por P.A. David Nesher
«Al ver el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, fueron a ver a Aarón y le dijeron:
(Éxodo 32:1-6 _ RVC)
«Anda, haznos unos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés, que nos sacó de Egipto, no sabemos qué pudo haberle sucedido.»
Aarón les dijo:
«Aparten los zarcillos de oro que sus mujeres, sus hijos y sus hijas llevan en las orejas, y tráiganmelos.»
Todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que llevaban en las orejas, y se los llevaron a Aarón. Éste los recibió de sus manos, y con un buril les dio forma, hasta hacer de ellos un becerro de oro fundido. Y ellos dijeron entonces:
«Israel, ¡éstos son los dioses que te sacaron de Egipto!»
Cuando Aarón vio esto, levantó un altar delante del becerro y proclamó:
«¡Mañana celebraremos una fiesta en honor del Señor!»
Al día siguiente todos madrugaron, y ofrecieron holocaustos y presentaron ofrendas de paz, y el pueblo se sentó a comer y a beber, y comenzó a divertirse.
¡Que gran contraste encontramos en el libro de Shemot (Éxodo)! Por un lado, una vivencia celestial en la cumbre; por otro lado, un resultado inframundano a los pies del mismo Monte. Esa es la síntesis del mensaje de esta shiur (lección). Para el pueblo de Israel, Moisés se demoraba en el Monte y eso le hacía perder su confianza (emuná). Sus percepciones sensoriales prevalecieron sobre toda certeza extrasensorial. El líder no regresaba, quizás había fallecido. En ausencia de Moisés, el pueblo se intranquilizó. Sin su líder, quedaron abandonados a sus propios recursos.
Es cierto que Moisés tardaba, pero Dios tenía un propósito maravilloso por la tardanza de Moisés, y muy pronto terminaría. El Eterno quería que los Benei Israel comprendieran que su relación con Él ya era directa, pues ya contaban con Su Instrucción en sus mentes y corazones. Este don celestial les permitía a cada uno ejercer un sacerdocio muy especial que les concedía el consultar a Yahvéh sin la mediación de hombre alguno. Todo lo que ellos necesitaban era ser pacientes un día más y la preciada Torah sería de ellos para reparar o rectificar (tikún) el mundo entero. Pero, debido a que el pueblo no pudo ver la razón de la tardanza, ellos permitieron que esto les fuera de tropiezo.
Entendamos pues que el cómo manejamos los «retrasos de Yahvéh», nuestro Dios, es una buena medida de nuestra madurez espiritual. Si permitimos que las aparentes tardanzas divinas nos hagan caer en el pecado o tengamos un lapso de resignación en la fe, entonces reaccionamos de una manera mal a Sus tardanzas dispuestas con propósito para que se cumpla plenamente Su voluntad. Pero si permitimos que dichos tiempos hagan nuestra perseverancia en seguir al Eterno aún más profunda, comprenderemos la importancia que tienen dichas «tardanzas» del Señor. ¡No te impacientes con Yahvéh! ¡Ello conduce al pecado!
Entonces Aharón, actuó a instancias del pueblo, que volvió a un sistema de culto que entendía, o que había penetrado su sociedad en tiempos anteriores.
Lo primero que necesito que entendamos es que la realización del becerro de fundición fue a partir del símbolo de los aros, que llevaban en sus orejas. Los aros representan el amor propio exacerbado, es decir, el orgullo o altivez (por favor leer: Isaías 3: 16, 19-20). Por eso, los israelitas aquí se referían a estos como dioses. Eran los dioses que los sacaron de Egipto. Este texto es presentado en el singular por los escribas en Nehemías (a saber Este es tu dios) ya que se refiere a un solo becerro (Neh. 9:16). Sin embargo estaba en plural, dado a que los dioses estaban representados en los aros y estaban también representados en el becerro.
¿Por qué hicieron un becerro? ¿Por qué no hicieron un león, oso o un antílope? ¿Por qué fue un becerro y no un toro o una vaca?
Las respuestas se encuentran en el simbolismo religioso de las deidades veneradas. Estamos tratando con el ídolo que representaba al dios-luna, quien era simbolizado por los cuernos hacia arriba del becerro. Estos cuernos hacia arriba del becerro no se encuentran, por regla general, en los animales maduros y bien criados porque son seccionados. Se encuentran en el becerro y representan la luna creciente en el horizonte, así como aparece un período después de la verdadera fase de conjunción. Este creciente también se llevaba en las orejas y era un círculo redondo completo, que representaba al mismo tiempo el sol y la luna y la Estrella de la Mañana (planeta Venus) en su esplendor, como parte del sistema de «tríada» venerada en Egipto y en la Mesopotamia norte, o lo que fue luego entendido como el fundamento espiritual de todo el sistema babilónico.
Los israelitas, incitados y guiados por los erev rav (la multitud mezclada) se levantaron temprano con el objetivo de saludar al sol naciente y también ofrecieron sacrificio, tal y como habían visto en Egipto.
“Y Aarón les dijo:
Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos….
Y él los tomó de sus manos y les dio forma con buril, e hizo de ellos un becerro de fundición. Y ellos dijeron:
Estos son tus dioses, Israel, que te han sacado de la tierra de Egipto.”
(Éxodo 32: 2-4)
Israel, en Egipto, se había acostumbrado a convivir con la idolatría. Su servidumbre había programado las mentes de los israelitas a la cosmovisión materialista o idolatría. Esa cultura de ídolos que habían visto en Egipto es la que ahora, en medio de su ansiosa desesperación, provocó que cayeran porque no se habían desconectado completamente de lo que dicho sistema ofrecía para ser feliz.
Sin lugar a duda, el pueblo de Israel al estar en Egipto vio cosas prohibidas practicadas por lo egipcios, y esas imágenes seguían estando ante sus ojos,. Por eso, dichos recuerdos fueron los que provocaron que pecaran con la fabricación del becerro en el momento en el cual esas imágenes prohibidas que habían visto en Egipto subieron a su memoria.
Entonces, influenciado por los erev rav, (grupo compuesto por los egipcios y la multitud de otros pueblos que habían salido con ellos de Egipto) hablaron no solamente de un dios sino de varios (31:1) donde el verbo también aparece en plural. Y así, al hacer un becerro de oro, cometieron la ofensa más grande a todas las esferas celestiales. ¡La Novia Celestial cometió adulterio en su tiempo del Desposorio! Dicha ofensa consistía en tratar a ese becerro como si fuera el Eterno, diciendo que él los había sacado de Egipto. Cambiaron la gloria del Eterno por una cosa creada, lo cual es la raíz de toda idolatría, como está escrito:
“… y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén.”
(Romanos 1:23-25)
“Cuando Aarón vio esto, edificó un altar delante del becerro. Y Aarón hizo una proclama, diciendo:
¡Mañana será fiesta para Yahvéh!”
(Shemot/Éxodo 32:5)
Aceptémoslo: la afrenta mayor es llamar a este ídolo Yahvéh. A eso se lo conoce con el nombre de sincretismo religioso.
El sincretismo religioso es muy ofensivo para el Eterno. Evidentemente ellos no negaron a Dios, sino que creyeron equivocadamente que necesitaban que algún ser los representara ante Dios y que les transmitiera Sus enseñanzas y bondad. Pero, lamentablemente, tomar las prácticas y las fiestas paganas y cambiar sus nombres y llamarlos como si fueran fiestas del Eterno, es una abominación para Yahvéh, nuestro Abba.
Eso es lo que lamentablemente se ha hecho a lo largo de los siglos, y hasta nuestros días, desde el cristianismo, con la celebración del domingo, la navidad, la pascua florida o semana santa, el día de los enamorados y otras fiestas paganas. En lugar de seguir el orden establecido por el Eterno en la Torah, tomaron las fiestas del mundo y las llamaron santas.
- El día del dios sol fue honrado como el día del Señor.
- La fiesta del nacimiento del dios sol fue cambiada por la celebración del nacimiento de Cristo.
- La fiesta babilónica de Ishtar fue llamada semana santa.
- La fiesta romana de Lupercalia fue cambiada en “San Valentín”, etc.
Hoy, en las filas del cristianismo, hay millones de creyentes que queriendo hacer lo correcto, queriendo buscar y adorar al Dios verdadero, fabrican una relación basada en la fe personal, una relación basada en lo material, es decir, materializan lo espiritual desde su propia opinión, celebrando fiestas que no pertenecen al Eterno, y que terminan conduciéndolo a la degradación moral.
La IDOLATRÍA como Matriz del Adulterio.
“Y al día siguiente se levantaron temprano y ofrecieron holocaustos y trajeron ofrendas de paz; y el pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.”
(Éxodo 32:6)
Este texto fue citado por el apóstol Pablo cuando escribió:
“No seáis, pues, idólatras, como fueron algunos de ellos, según está escrito: EL PUEBLO SE SENTÓ A COMER Y A BEBER, Y SE LEVANTO A JUGAR.”
(1 Corintios 10: 7)
El verbo que aquí ha sido traducido a ‘regocijarse’ es sajaq y significa «borrachera«, «orgías» y «juegos sexuales inmorales«. Un diccionario hebreo, para traducir este verbo, usa la frase “caricias conyugales”, (como también se encuentra en Génesis 26:8, 39:14 y 39:17). Por lo tanto debemos entender que hubo orgías y borracheras en medio del campamento de Israel, tal y como los israelitas habían observado que se practicaba en Egipto.
Esto demuestra que la idolatría está íntimamente ligada a la infidelidad y la inmoralidad sexual, expresiones propias del hedonismo. La infidelidad espiritual produce infidelidad relacional y sexual. Una cosa se deriva de la otra. La idolatría es adulterio espiritual.
El Becerro de Oro hoy.
Sé que cuando leemos esta historia, nos parece imposible que, tan pronto, después de recibir tal sublime revelación, Israel pudiera caer tan bajo; pero, si somos sinceros con la verdad revelada, debemos reconocer que hoy, en el mundillo cristiano se experimenta muy a menudo lo mismo. Al igual que el pueblo de Israel hizo de un becerro de oro su dios, adorándolo, en estos últimos tiempos somos testigos de una nueva apostasía (negación de la verdadera fe). Millones de los denominados cristianos se encuentran adorando a un nuevo becerro de oro.
El pueblo de Israel, a los pies del Monte Sinaí, dejándose dominar por la impiedad se olvidaron prontamente del Eterno y de su origen de propósito en Él. Despreciaron la libertad recibida por Su gracia, entregándose a una danza frenética alrededor del becerro; un becerro que en el presente se muestra a través de la acumulación de dinero, autos, placeres, viajes, mujeres (hombres) como también de toda cosa que satisfaga al espíritu del ser humano sin Dios. Por cierto, una satisfacción siempre pasajera. Hacer eso, determina que esos seres humanos hagan un culto de sí mismos, a su ego (el becerro de oro proveniente de los aretes y zarcillos). Desde aquí, la humanidad comienza a transitar el camino de la inmoralidad, praxis misma de toda apostasía.
En verdad, el becerro de oro no fue un acto de rebelión contra Dios, sino una forma alternativa de adorarlo. El problema es que crearon una imagen totalmente falsa de Él, es decir, se hicieron un «Dios a su manera«. Por eso, podemos decir, que el culto al «becerro de oro» domina ya todos los campos, desde el político hasta el comercial, desde los deportes hasta la religión. Dondequiera tiene adeptos, fieles seguidores capaces de dar su vida para obtener su “favor”.
El episodio del becerro de oro se repite hoy mismo porque representa el moderno afán por adorar a un dios a nuestro gusto y sujeto a nuestra cómoda manera de experimentar la espiritualidad, sin hacer verdadera adoración al Dios único y verdadero, tal y como Él lo revela en Su Instrucción.
La tentación más grande con la que las creencias de la cristiandad lazan sus dogmas es la subliminal propuesta de querer moldear a Dios a nuestra manera, hacerlo fácil de obedecer o de ignorar. Millones de los que sa autodenominan «creyentes en Cristo» tratan diariamente de hacer a Dios a su imagen, moldeándolo para que se conforme sus expectativas, deseos y circunstancias. En pocas palabras: ¡Los que integran la masa fabrican a un Dios a su imagen, para obligarlo a convertirse a su semejanza!
Cuán distinta sin embargo es el destino de aquellos que hemos optado por permanecer con las creencias de los patriarcas, Moisés y los profetas; de aquellos que indagando por sí mismos hemos corroborado que Yeshúa es el Mesías. Esto es lo que nos concede seguridad en el presente. Nos permite gozar de la autentica libertad, tal como lo enseñó Yeshúa:
«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres»
(Juan 8: 32).
Qué dolor debe causar al Eterno observar a la mayor parte de la humanidad rendida ante un ídolo que muchos creen quedó destruido en el desierto, mientras que sus brazos paternales ofrecen su amor y salvación eterna y pocos son los que responden a su llamado. ¡Muy pocos son los que quieren retornar a Él!
Ahora te pregunta a ti (mi lector o lectora): ¿Cuál es la imagen que tienes de Dios? ¿Es escritural? ¿Está en acuerdo con la Torah? ¿Es correcta?… ¿Será posible que necesites destruirla para que verdaderamente adores al Eterno que te liberó del la servidumbre de la matrix reptiliana?
Espero que las respuestas las elabores en tu corazón y se las eleves al Creador del Universo, nuestro Abba.
Shalom y bendiciones!
Cuánta verdad revelada ! Gracias PA!