Por P.A. David Nesher
«Llamó Jacob a sus hijos y dijo:
—Acercaos y os declararé lo que ha de aconteceros en los días venideros. Acercaos y oíd, hijos de Jacob;escuchad a vuestro padre Israel.»
(Bereshit/Génesis 49:1-2)
Al ir cerrándose el Sefer (Libro) de Bereshit con la parasháh (sección) Vayejí, nos encontramos con el patriarca Yaakov bendiciendo a sus hijos mientras yace en su lecho de muerte. Uno a uno los llama, y proféticamente les augura su camino futuro, a veces promisoriamente, otras, como consecuencia de sus errores.
Yaakov está convocando a cada uno de sus hijos para bendecirlos. Para autorizarlos como herederos de este mensaje. Para darles autonomía y a su vez, legado.
Aunque estos pasajes normalmente se conocen como las “Bendiciones de Yaakov”, notamos que sus primeras palabras no suenan para nada a bendiciones desde el concepto occidental que nuestras mentes manejan. De hecho, las primeras tres tribus sufren una dura reprimenda.
Desde un punto de vista más profundo, los intérpretes de la sabiduría mística de la Torah enseñan que hay dos niveles de bendición:
- El nivel de las bendiciones normales. Son visibles: de ellas se habla abiertamente en público,
- El nivel de las bendiciones especiales que deben permanecer ocultas. Se manifiestan encriptadas dentro de duras palabras de crítica constructiva y/o exhortación. Este tipo bendición emana de una fuente superior a la bendición revelada y abierta. La bendición está presente en las palabras de reprensión y sólo pueden disfrutarse si se sabe leer los versos correctamente.
Por eso, cuando el Todopoderoso afecta a un individuo con situación de aflicción, este lo debe aceptar con alegría y lleno del entendimiento de que, de hecho, dicha circunstancia negativa fue causada por la abundancia que emana de una fuente espiritual muy elevada, desde el mundo oculto que no puede ser revelado en nuestro mundo en forma de una bendición. Como tal, la aflicción es la expresión más profunda de la cercanía de Dios con nosotros; sujeto a esta cosmovisión de bendición, Job expresará: «Feliz es el hombre que Dios aflige.» (Job 5:17), y el profeta Jeremías asegurará: «Porque El no castiga por gusto, ni aflige a los hijos de los hombres.» (Lm. 3:33). Tanto es así esto que el salmista llegó a cantar:
«Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos.»
(Salmo 119:71)
El salterio afirma:
«Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Yahvéh.»
(Salmos 34:19)
Note que, a pesar de que las aflicciones del justo sean muchas, él no sale perjudicado de ninguna de ellas, porque dentro de las mismas se esconde una bendición (una chispa de la Luz Infinita), que hay que saber sacar para que se convierta en un beneficio físico.
El Eterno quiere librarte de todas tus aflicciones, no importa que nombre tengan, que lindo es saber que Dios no te olvidará, sino que de TODAS ELLAS TE LIBRARÁ, revelándote las bendiciones ocultas en ellas.

Ahora bien, retomando el tema de nuestro padre (avinu) Yaakov, aceptaremos que la bendición y la maldición de los doce hijos reiteran el tema principal del libro de Bereshit. La humanidad perdió la bendición de Yahvéh por medio del pecado y la rebelión en el huerto del Edén, pero el Eterno restaurará Sus bendiciones a través de la Semilla de Abraham. Por eso, es que nuestro padre Yaakov dará en su oráculo una profecía histórica cercana y una profecía escatológica lejana para cada tribu.
Las futuras historias de las tribus son presentadas aquí como una consecuencia del carácter actual de cada hijo como Jacob profetiza. Y el carácter del hijo, en cierta medida, se convierte en el carácter de la tribu.
Podemos ver así como nuestro padre Yaakov elabora, inspirado por la Shekinah, un cántico profético organizado deliberadamente en dos partes:
- primero, los oráculos negativos acerca de Rubén, Simeón y Leví en los versículos 3-7,
- y segundo, los oráculos positivos sobre Judá, Zabulón, Isacar, Dan, Gad, Aser, Neftalí, José y Benjamín en los versículos 8-27.
Por todo esto, y para que nuestra mente pueda expandirse en los parámetros virtuosos de la Compasión (Tiferet) divina que permite adquirir una disciplina (Guevuráh) por medio de las benevolencias ilimitadas (Jesed) de Yahvéh, los invito a visitar las distintas bitácoras escritas por cada tribu.