Por P.A. David Nesher
“Pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal no comerás, pues el día en que comas de él ciertamente morirás”.
(Génesis/Bereshit 2:17)
Seguramente, todos nosotros conocemos este pasaje debido a tanta lectura y re-lectura. Sabemos, casi de memoria, que el Eterno le dijo a Adam Harishón (en hebreo significa «el primer hombre«): “Si comes del Árbol del Conocimiento, en castigo morirás”. Pero, también nos ha ocurrido que no nos resultó fácil entender este castigo. Hoy, necesitamos pues, reflexionar en esto.
Después de tanto tiempo de meditar en la Torah, desde sus raíces hebreas, surgen mayores planteos existenciales al considerar el significado verdadero de este castigo divino. Si el primer hombre (Adam Harishón) moría: ¿Quién iba a santificar y guardar el Shabat como herramienta divina para dominar el factor tiempo? ¿Quién iba a estudiar y meditar en la Torah para conducir al universo a la plenitud de su propósito? ¿Y quién cumpliría todas las mitzvot como secretos divinos claves para la ética del mundo? ¿Acaso por un solo pecado de Adam Harishón, Yahvéh destruiría a todo el mundo al privarlo de un regente que lo representara sacerdotalmente? Pero, lo que resulta aún más complicado de entender es cómo Adam Harishón iba a poder hacer teshuvá (arrepentirse) por su pecado si moría de inmediato. Esto último lo planteo porque sabemos, por la misma revelación escritural, que el Eterno preparó la teshuvá (regreso o arrepentimiento) aún antes de crear el mundo (Salmo 90: 2-3).
Bien, para comenzar a responder a estas inquietudes, diré que entendemos que en verdad Adam Harishón no murió el mismo día que comió del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por eso, entiendo que entenderemos con mayor claridad en qué consistió este castigo si explicamos a qué llama “muerte” el Eterno, según lo revelado en Su Instrucción (Torah).
Pues bien, en primer lugar, en la cosmovisión divina, el concepto muerte no implica simplemente el fin de la vida biológica. Por el contrario, muerte en la concepción celestial se refiere a la muerte espiritual o separación de la Fuente (Intención divina). Por lo tanto, lo que el Eterno le estaba enseñando a Adam Harishón era que si él pecaba comiendo del árbol del conocimiento, sería considerado como un malvado. En la Torah se entiende que los malvados, son seres humanos que, aunque estén vivos, son llamados “muertos” en sus delitos y pecados. Así lo expresó pedagógicamente el apóstol Pablo cuando escribía a los discípulos del primer siglo los siguiente:
«Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,…»
(Efesios 2: 1)
«Antes, ustedes estaban muertos en sus pecados; aún no se habían despojado de su naturaleza pecaminosa. Pero ahora, Dios les ha dado vida juntamente con él, y les ha perdonado todos sus pecados.
(Colosenses 2: 13)
A esta clase de muerte se refiere la Torah. Y a pesar de que la Torah y el Shabat no fueron anulados del mundo, el hombre fue considerado como muerto hasta que surgiera una persona de su propia simiente que se manifestara plenamente tzadik (justo) como para revivir al mundo desde su Unción.
El relato del Bereshit, nos dice que luego del pecado, Adam Harishón se dio cuenta de que estaba desnudo. Pues bien, esto en su decodificación, se refiera al hecho de que al pecar, la humanidad quedó desprovista de cobertura divina. El relato en verdad dice que ellos asumieron que estaban desnudos. Es decir, que conocieron el sentimiento de culpabilidad, que les generó un sentimiento de vergüenza, que los llevo a ser conscientes que había sido despojados de los mitzvot (mandamientos) que les permitía manifestar la ética del Padre que había sido hasta ese momento el Eterno (Bereshit 3:7). Por ello, es que el hombre cosió un cinturón (jagurá) de hojas de higuera para cubrirse de su vergüenza. Esta acción del ser humano se considera como el símbolo del principio de teshuvá en la historia de la humanidad. Simbólicamente, este acto implica su intención de regresar a la cobertura paternal de Yahvéh, pero lamentablemente, también fue el primer acto de la religión: sentirse desnudo de moral divina, entonces esforzarse por cubrirse a sí mismo con buenas obras, y así adquirir salvación. Desde entonces, innumerables integrantes de la humanidad, tratan de cubrir su culpa y la vergüenza, escogiendo una túnica muy pobre: la religión y sus obras. De este modo el ser humano intenta crear soluciones para el pecado y la culpa que nunca funcionan. Las hojas de higuera de las obras religiosas nunca cubrirán al pecador culpable y lo harán justo (tzadik) ante el Eterno.
Por eso, el Eterno rechazó sus hojas de higuera (Gn. 3:7) y sacrificó un animal para ofrecer ropa de piel. El Eterno eligió pieles (alimentadas del nefesh que fluye por la sangre) para cubrir a Adam Harishón:
«Y Yahvéh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
(Génesis 3:21)
La misma palabra se usa en Bereshit cap. 27 v. 16 para pieles de cabritos. Por eso es que en todas partes de las Sagradas Escrituras, las prendas son símbolos de la justicia; toda la justicia suficiente de Yahvéh o la justicia auto hecha del hombre. El profeta Isaías escribió:
«En gran manera me gozaré con YHVH,
Mi alma se alegrará en mi Dios;
Porque me vistió con vestiduras de salvación,
Me rodeó de manto de justicia,
Como a novio me atavió,
Y como a novia adornada con sus joyas.
(Isaías 61:10)
El profeta Isaías también habla de la justicia propia en la siguiente declaración:
«pues todos nosotros somos como cosa impura, todas nuestras justicias como trapo de inmundicia. Todos nosotros caímos como las hojas y nuestras maldades nos llevaron como el viento.
(Isaías 64:6).
Las túnicas de piel con las que el Señor vistió a Adam Harishón representan la justicia proporcionada por Él; en el cual ellos podrían estar en Su santa presencia. Estas túnicas de piel, son un tipo de lo que el Eterno proveyó para nosotros en la atribución de Su justicia por medio del Mesías prometido en el denominado protoevangelio (Génesis 3: 15) Detrás de esas prendas, se revela lo que Yahvéh hizo para Adam Harishón: sacrificio y la muerte. El hecho revela una verdad maravillosa: una vida tuvo que ser sacrificada antes de que Adam Harishón pudiera haber sido vestido con «túnicas de pecados». Una muerte sustitutiva se produjo. Yahvéh siempre debe proporcionar la túnica adecuada para que el hombre se presente delante de Él vestido en la justicia correcta. Sólo en el Mesías esta siempre el ser humano correctamente vestido.
En este momento del relato, notamos que por primera vez, Adam Harishón vio lo que significaba la muerte física. Al ser testigo de la muerte del animal, se dio cuenta de que lo mismo les sucedería con el tiempo a ellos. Este es el fundamento que Moshé otorga a los hebreos para comprender el sistema de sacrificios en Vayikrá (Levítico). Yahvéh puso así, en Gan Edén, los cimientos para los sacrificios de animales mediante las prendas de piel. En este pasaje vemos el patrón de toda la historia de la salvación. Yahvéh tomó un animal para el sacrificio (probablemente un cordero), lo mató ante los ojos de Adam Harishón y envolvió las pieles sobre sus cuerpos desnudos. Sin duda, en ese momento, el Eterno les dio instrucciones sobre el sacrificio y la cobertura de los pecados. Así, por la revelación de este principio, Israel entendía que los sacrificios de animales serían esenciales para la provisión de Yahvéh de un antídoto temporal contra la maldición; una vida pagando por otra vida.
Físicamente, Yahvéh vistió la desnudez de Adam Harishón, y espiritualmente cubrió su pecado. El Eterno mismo proporcionaría una cobertura por el derramamiento de sangre inocente. Este es el comienzo de la revelación progresiva. Se señala el hecho de que debía ser hecha la expiación. La sangre tenía que ser derramada para perdonar sus pecados. Más luz se derrama sobre este tema en el Pacto Renovado, donde aprendemos que sin derramamiento de sangre no hay perdón de los pecados (Hebreos 9:22). Hay cuatro grandes lecciones aquí.
En primer lugar, la humanidad debe tener la cobertura adecuada para acercarse a Yahvéh. No se puede llegar a Él en base a buenas obras. Usted debe ir tal como es: un pecador.
En segundo lugar, las hojas de higuera son inaceptables. Yahvéh no toma una vestidura hecha por el hombre y sus «obras de justicia», ya que esto es religión.
En tercer lugar, Yahvéh mismo debe proporcionar la vestidura o cobertura.
En cuarto lugar, una vestidura aceptable sólo se puede obtener a través de la muerte del Mesías, Yeshúa, nuestro Dueño.
De este modo, el ser humano no encontraría jamás excusas, la salvación es por la pura y exclusiva obra de la gracia divina. El animal fue un regalo de Yahvéh y no el trabajo del hombre. El Señor proporcionó las pieles para cubrir a Adam Harishón. Ellos (Adán y Eva) no hicieron nada, absolutamente nada para cubrirse satisfactoriamente. El único sacrificio que Yahvéh aceptará será Su trabajo y Su don. Las hojas de higuera de Adán fueron suficientes sólo para cubrir ciertas partes de su cuerpo. La provisión de Dios fue suficiente para cubrir todo su cuerpo, toda su alma y todo su espíritu a fin de presentarse ante Yahvéh de manera irreprensible (1 Tesalonicenses 5: 23). «El Señor Dios hizo túnicas de piel para Adán y su esposa, y los vistió.» ¡Dios lo hizo todo! Esa es la forma en que opera la gracia.
El profeta Ezequiel dice que todo el que peque merece la muerte (Ezequiel 18:20; Romanos 6:23). Sin embargo, el que pone su fe en la benevolencia misericordiosa del Eterno vivirá, porque Él ha provisto un Sustituto, tal como nuestro padre Abrahán lo conocía (Gén. 22:1-19). Los rabinos tienen una tradición muy interesante sobre el destino que tuvieron esta ropa de pieles. Ellos aseguran que Adán se las dio a Caín. Y cuando Caín fue asesinado, pasaron a ser propiedad de Nimrod. Esaú la tomó de Nimrod, y Jacob finalmente las llevaba en el momento de la bendición de Isaac (Gen. 27:1-40).
Para finalizar, les diré que de acuerdo con algunas interpretaciones (midrash), Adam Harishón fue cubierto por el Eterno con estas vestiduras el mismo día en el que hoy festejamos Yom Teruah (1º del séptimo mes o Tishrei). La idea es que como el Eterno le perdonó su pecado, lo cubrió con su obra expiatoria, por medio de un sacrificio que Él mismo realizó a favor del hombre, y sin intervención alguna de este, este día se convirtió para Adam en un jag (día de fiesta). Y esto está implícito en la palabra jagurá (cinturón) ya que si se toma esta palabra en hebreo חגור ה, se puede dividir en “ר ה”-“ ו”-“ח ג” (jag-u-ra). Esto implica: pecó el sexto día de la creación “ ו” (el valor numérico de la letra vav es seis), pero hizo teshuvá en el día que Adán determinó que sea Rosh Hashaná (“ר ה” son las iniciales de Rosh Hashaná) o cabeza del año. Por eso, este día se convirtió para él, y su descendencia en “ח ג”(jag, fiesta) de año nuevo, que en el calendario del Eterno pasará a ser Yom Teruah (Día de Aclamación).
En la plenitud de los tiempos, Yahvéh proveyó Su propio sacrificio perfecto para cubrir nuestros pecados y darnos Su Justicia. Como creyentes en Yeshúa HaMashiaj, nosotros somos revestidos con Su Justicia perfecta. Qué trágico que andamos confiando en revestimientos inadecuados para nuestros pecados, cuando sólo el perfecto sacrificio suficiente de Yeshúa lo hará.
En la plenitud de los tiempos, Yahvéh el SEÑOR envió a Su Hijo Yeshúa para hacer expiación por el pecado de una vez por todas. Desde esto, vemos que lo que comienza como un pequeño rayo de luz en Bereshit (Génesis) resplandece en pleno sol del mediodía en los Evangelios. Yeshúa murió por nuestros pecados, los tuyos y los míos. El Eterno lo hizo pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21; 1 Pedro 1:18-21).
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Cada vez voy entendiendo más el diseño que YHVH le dan a Moshé del tabernáculo! Gracias PA!!!