Por P.A. David Nesher
«Entonces habló Faraón a José:
En mi sueño, he aquí yo estaba en pie a la orilla del Nilo, y he ahí, del Nilo subían siete vacas gordas y de hermoso aspecto que apacentaban entre el junco. Pero, he ahí, tras ellas subían otras siete vacas de mal aspecto y enjutas de carne, como no había visto en toda la tierra de Egipto. Y las vacas flacas y malas devoraron a las siete primeras vacas gordas, y éstas entraban en sus entrañas, pero no se notaba que hubieran entrado en sus entrañas, porque su apariencia era tan mala como al inicio.
Luego, desperté. Entonces desperté con problemas.
Después vi en mi sueño que siete espigas llenas y buenas brotaban de un mismo tallo. Pero, he ahí, siete espigas marchitas, menudas y resecas por el viento oriental crecían después de ellas, y las espigas menudas devoraban a las siete espigas buenas.«
(Bereshit/Génesis 41: 17-24)
El alma del Faraón (Parhó) estaba agitada pues no le cabía duda que una doble visión onírica de tal claridad y tan semejante, indicaba por fuerza algo que iba a ocurrir. Por lo pronto el narrador nos muestra con gran plasticidad el camino equivocado por el que al principio el Faraón iba, cuando erróneamente suponía que el conocimiento de las cosas futuras era un arte humano accesible a una determinada ciencia mántica (adivinatoria). Error que resulta especialmente ostensible en la interprelación le dirige a Yoséf, llevado ya a su presencia. Leemos que en su frustración, el Parhó (Faraón) dijo: «lo he referido a los magos, pero no hay quien me lo interprete» (41:24). Era una creencia común en Egipto (Mitzraim), que los dioses se comunicaban a través de sueños. Los egipcios creían que cuando los sueños se repetían o llegaban en dos juntos estos eran especiales, por lo que se determinó en conseguir alguna ayuda, de modo que hizo llamar a «los magos (hebreo: jartumim) de Egipto, y a todos sus sabios» para que interpretaran su sueños. Los jartumim eran los encargados, mediante secretos milenarios de la magia cusita (fundada por Cus, padre de Nimrod) de explicar los sueños. Los magos y adivinos conservaban diferentes interpretaciones de los sueños del pasado en libros de sueños, que eran supuestamente fiables. Por ende, lo que Faraón está reconociendo frente a Yoséf es que los dioses de Egipto, los sabios y los magos eran incapaces de interpretar los sueños del Faraón, y por lo tanto eran impotentes también de hacer frente a los próximos problemas que los sueños sugerían.
Por esta razón, nos encontramos ante un pasaje de importancia teológica programática; la diferencia entre la adivinación profesional de los agentes reptilianos (abocada al fracaso) y la iluminación carismática que no precisa técnica alguna, queda fuertemente subrayada. ¡La ciencia de los hombres siempre será eclipsada por los dones que el Eterno otorga a los suyos!
«¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?«
(1Corintios 10: 20)
Entendamos y aceptemos que Yoséf tiene una cosmovisión muy distinta a la de los egipcios en cuanto al valor de los sueños. Según el Talmud, en la revelación de la Torah los sueños, muchas veces son un medio de comunicación de Yahvéh con las personas (algunas), pues está escrito:
«Aunque esconda mi rostro a Israel, me comunicaré con él por medio de los sueños»
(Jaguigá 5)
Es también muy interesante remarcar aquí que los sueños importantes en la vida de Yoséf siempre parecían venir de dos en dos. En primer lugar, él mismo tuvo dos sueños (37:5-9); luego él interpretó los sueños del copero y el panadero (40:1-23); y ahora, el Faraón, rey de Egipto, tuvo dos sueños. Aún así, los sueños del Faraón sucedieron dos años después de su interpretación de los sueños del copero y el panadero. Al final de dos años exactos, sucedió que Faraón soñaba. Y he aquí estaba en pie junto al Nilo (41:1).
Según lo relata el Midrash, Faraón empieza a contar sus visiones a Yoséf pero ocultaba detalles para ver si éste conocía en realidad sus sueños. Naturalmente, Yosef se percataba de los intentos del Faraón por despistarlo, entonces Yosef le rectificaba diciendo: “has visto esto y esto”, [Midrash, Miketz]. Por ello, es que notamos que salieron más detalles del sueño en el segundo relato. Cuando las vacas flacas habían comido las vacas gordas, ellas mismas no sé hicieron gordas.
Ver una vaca comiendo pasto es normal, pero vera una vaca tragándose a otra, sí que genera algo de terror. En el caso del sueño del Faraón, la clave de la interpretación no estaba en las vacas y espigas en sí, sino en la gordura y flaqueza de éstas (ver Rashí, vers. 2). Siendo los egipcios la nación más poderosa de ese tiempo, el granero del mundo, era imposible imaginar que tendrían que enfrentarse a una terrible escasez.
Yoséf discernió el significado del sueño del Faraón tan rápido como había discernido el del copero y del panadero. Entonces Yoséf dijo a Faraón:
«Los sueños de Faraón son uno solo»
(41:25)
«Los dos sueños del Faraón tienen el mismo significado«. Parece que el rey de Egipto ya lo había sospechado (41:17-24), y ahora Yoséf lo confirmó pero en el Nombre del Eterno.
Las siete vacas y siete espigas de trigo representan cada uno siete años. Los cuatro símbolos eran realmente dos conjuntos de siete años. Las siete vacas buenas son siete años, y las espigas buenas son siete años. El sueño es uno solo.
«También las siete vacas flacas y de mal aspecto que subían tras ellas son siete años, y las siete espigas menudas y resecas por el viento oriental significan siete años de hambruna.»
(Génesis/Bereshit 41:26-27)
Habrá siete años de abundancia y luego de siete años de escasez y hambre. Yoséf enfatiza claramente la hambruna de siete años más que los siete años de abundancia. Con eso dejaba bien claro que los años de hambre serán tan malos que los buenos años serán olvidados. ¡Los años de escasez consumirían todas las reservas hechas durante los años de abundancia! Así pues, Yoséf entrando en detalles dijo:
«He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. Después de ellos, se levantarán siete años de hambruna, y toda la abundancia en la tierra de Egipto será olvidada, y la hambruna consumirá el país.»
(Génesis 41:29-30)
Yoséf sabía que el asunto estaba completamente en manos de Yahvéh. El Eterno tenía un propósito para el sueño, un propósito en su elección del el momento, un propósito por el hambre, un propósito para tener a Yoséf en la cárcel y un propósito para todo lo que Su voluntad perfecta hiciera con la historia humana a fin de implantarle la Simiente de la Historia de la Salvación.
Faraón había visto las siete vacas gordas que salían del río Nilo, que era la línea de vida de Egipto. Debido a que Egipto no tiene prácticamente lluvias durante todo el año, se basa en la inundación del Nilo para abastecer de agua a sus cultivos. Durante los primeros siete años las aguas del Nilo desbordarán sus riberas y habrá mucha tierra fértil, pero durante la hambruna disminuirán y no se producirá ninguna inundación.
Esta hambruna afectaría a la reputación de los dioses egipcios. El dios Osiris, representado como un toro, era el dios del Nilo. También, y por sobre todo, afectaría a la diosa Isis, que fue descrita como una vaca, (ella era la forma egipcia de recordar a Semirámis, la esposa de Nimrod). En Siria, era llamada Ishtar. En Fenicia, fue llamada Astarté. En Grecia, era Afrodita. En Roma era Venus, pero en Egipto, fue llamada Isis. Ella era la diosa-reina que era adorada por tener el poder sobre la vida y la muerte. A ella rezaban como fuente divina de la fertilidad y de la sabiduría, invocándola con el título de Reina del Cielo.
«En cuanto a la repetición del sueño a Faraón dos veces, es porque el asunto está determinado por Elohim, y Elohim se apresura a ejecutarlo.»
(Génesis 41:32)
La interpretación de Yoséf era una refutación de la visión del mundo de Faraón (Parhó), y una confirmación para el rey. Faraón era adorado como dios en la tierra de Egipto, pero Yoséf presentó al rey una realidad diferente. Sólo Yahvéh era divino y Él había revelado los eventos que estaban a punto de ocurrir a Faraón. El soberano egipcio sólo podía responder a lo que Yahvéh Elokim ya había puesto en marcha. Qué escena irónica, un esclavo hebreo que explica el funcionamiento del Dios verdadero al poderoso Faraón de Egipto (ya los años de prisión lo habían preparado en mente y emoción para ese momento).
Yosef había interpretado correctamente los misteriosos y perturbadores sueños del Faraón. Eso significaba que la tierra de Egipto se dirigía hacia problemas. ¿Cómo haría el Faraón al respecto? El pueblo egipcio tenía una buena vida. Pero ¿cómo iban a reaccionar cuando llegara la hambruna? ¿Lo culparían ellos a él? ¿Iban a perder ellos la fe en sus dioses? ¿Habría una revolución? Sobre todo si este Faraón era un miembro de la odiada dinastía de los hicsos, pensamientos como éstos deben haberlo molestado enormemente.
Aquí es cuando Yoséf muestra su audacia y su don de administración. Él continuó hablando y sugirió que los egipcios debían tener un plan para enfrentar el hambre venidera. Dijo:
«Actúe Faraón, y designe superintendentes sobre el país, y quinte la tierra de Egipto (o un impuesto del veinte por ciento) en los siete años de abundancia.»
(41:34).
Ningún administrador responsable presentaría este tipo de noticias, sin que también sugiera un plan para enfrentar la crisis que viene. Su sagacidad aconsejó al rey aplicar un impuesto de aproximadamente una quinta parte del producto de la tierra durante los años de abundancia. Eso sería duplicar el impuesto habitual en grano, que normalmente era un diez por ciento. Para que ellos recojan toda la provisión de estos buenos años que vienen, y almacenen el grano bajo la mano de Faraón y lo guarden en las ciudades para sustento (41:35).
En su argumento convenció al soberano egipcio que esta cantidad, considerada como impuesto, no sería muy gravosa, si se tiene en cuenta que se trataba de años de una abundancia excepcional; considerado como una medida fiscal, resultaba beneficioso en comparación con lo que podemos suponer que había sido anteriormente un sistema de tributación arbitrario, que en realidad era una exacción tiránica; al mismo tiempo que impedía la destrucción del pueblo. Finalmente, a la luz de una modificación superior, es muy notable que esta proporción de dar, por parte de los súbditos de Faraón, llegar a se posteriormente la base de lo que Yahvéh pidiera a Israel, como su rey celestial (maazer o diezmo).
He aquí un gran secreto de la mayordomía celestial. Yoséf ofreció a Faraón un Plan de Supervivencia para los siguiente catorce años. La única manera de prevenir la hambruna era por medio de una planificación cuidadosa que garantizara la calidad total de vida para todo los habitantes del reino. Sin esta planificación responsable de los bienes para combatir la escasez y el hambre, Egipto hubiera pasado de la prosperidad a la ruina. Lamentablemente, conozco a muchos redimidos que se congregan alrededor de mis enseñanzas, a quienes se les hace innecesario los planes detallados. Es más, hasta se aburren ante la idea de planificar. Pero lamentablemente, la Torah revela que planificar es una responsabilidad propia de la dignidad humana, no una opción.
Yoséf pudo salvar a toda una nación y territorios vecinos al transformar en planificación eficaz lo que el diseño del Eterno le había revelado. Así las acciones prácticas o implementación de cada pauta estratégica logró el dominio del tiempo, convirtiéndolo en oro sobreabundante para el reino. Del mismo modo, estamos llamados a tomar las circunstancias del tiempo para provocar en ellas eventos económicos milagrosos, producto de las acciones prácticas que surjan de la planificación excelente de los recursos que ya el Eterno nos ha entregado.
Todo esta maravillosa expansión económica fue posible para aquella civilización, gracias a que el Faraón supo a quien contarle su sueño. Así mismo, todo milagro económico en tu vida dependerá de tus sueños y especialmente de a quién se los cuenta. ¡Ten mucho cuidado a quién le cuentas un sueño, porque su interpretación puede que se cumpla!