por Rav Shraga Simmons
Tomado de: Aish Latino
Cada fiesta judía está infundida con una energía especial que nos ayuda a trabajar en un rasgo particular de carácter y a desarrollar determinados aspectos de nuestras vidas. Las mitzvot de las fiestas son herramientas que nos ayudan a alcanzar la meta de ese momento particular.
A menudo, la clave para descubrir este enfoque se encuentra en las plegarias. El sidur (libro de oraciones) llama a Sucot zman simjateinu, es decir, ‘el tiempo de nuestra alegría‘. ¡Sucot está diseñado como un taller práctico de alegría de una semana de duración!
Durante siete días, nos movemos fuera de nuestros pisos alfombrados, de nuestra casa con aire acondicionado, hacia un pequeño refugio llamado Sucá. Pero, ¿cómo se supone que esto nos hará felices?
La lección es que los objetos físicos que tenemos a nuestro alrededor no son lo que nos hacen feliz. Una persona puede vivir en una hermosa casa y ser absolutamente miserable. O bien puede vivir en una cabaña en mal estado y ser eufóricamente feliz. La clave para la alegría es el éxito en nuestras relaciones. Esto incluye nuestra relación con otras personas, con nosotros mismos y con Dios.
Relación con otros
Las Cuatro especies ofrecen importantes pistas de como alcanzar la alegría a través de las relaciones.
Los cabalistas dicen que las cuatro especies del Lulav (ten en cuenta que «Lulav» se refiere a la hoja de palmera, pero dado que es la más grande, el término se refiere también a las cuatro especies juntas) representan a cuatro tipos diferentes de judíos:
- El Etrog tiene un buen gusto y una buena fragancia. Representa una persona con sabiduría (aprendizaje de Torá) y buenas obras.
- El Hadás (mirto) tiene una buena fragancia, pero no es comestible. Representa una persona que tiene buenos actos, pero no tiene sabiduría.
- El Lulav (palmera datilera) es comestible, pero no tiene olor. Esto representa la persona con sabiduría, pero sin buenas obras.
- El Aravá (sauce) no tiene ni sabor ni olor. Se trata de una persona que no tiene ni buenas obras ni tampoco la sabiduría de la Torá.
En Sucot, reunimos estas cuatro especies, las atamos, y las agitamos todas juntas. El Lulav es casher sólo si las cuatro especies se toman juntas. Si falta una de las especies, el Lulav entero no es válido.
Un principio similar es enseñado en lo concerniente a la composición del incienso que era llevado al Templo Sagrado. Había 11 ingredientes, de los cuales uno, la jelbana, olía terrible. Aun así, el incienso sólo era valido si todos los ingredientes estaban incluidos. Esto nos enseña que debemos mirar a todo el pueblo judío como una sola unidad, trabajando juntos.
Puede haber gente que no nos gusta, pero todavía tenemos que relacionarnos con ella. No podemos decir simplemente que ciertas personas no son parte de nuestro mundo, o que no pertenecen a nuestro pueblo. Al contrario, la humanidad es una unidad indivisible. Este reconocimiento es básico para la felicidad porque cuando nos damos cuenta de que estamos todos interconectados, podemos ser más pacientes y tolerantes con los demás.
Ten en cuenta que cuando se toma el Lulav, el Etrog se coloca al lado del sauce. El que tiene más debe colocarse a sí mismo cerca del que tiene menos, con el fin de influirlo favorablemente.
Esta idea encuentra expresión también en la mitzvá de invitar huéspedes a nuestra Sucá. Este año, trata de invitar a algunos amigos más, tal vez incluso alguien que tú no conoces muy bien. ¡Los resultados te sorprenderán!
Relación con uno mismo
Otra manera de mirar el Lulav se menciona en el «Sefer Bahir«, un trabajo cabalista de casi 2000 años de antigüedad. Ahí se describe a las cuatro especies como cuatro partes del ser humano:
- El Etrog representa al corazón, la sede de nuestras emociones.
- El Hadás (mirto) tiene hojas en forma de un ojo.
- El Lulav (palmera datilera) representa la columna vertebral, de donde proceden nuestros actos.
- El Aravá (sauce) representa los labios, nuestro discurso.
Las cuatro especies deben tomarse en conjunto como una unidad. Así también, para alcanzar la felicidad, uno debe utilizar todas sus facultades al unísono. No se puede decir una cosa y sentir otra. Debemos unificar nuestros sentimientos, nuestras acciones, nuestro discurso y nuestras perspectivas. Con todos estos trabajando juntos, estamos bien encaminados hacia la autoestima, la tranquilidad y la alegría.
Relación con Dios
Las cuatro especies representan también el nombre de Dios. Aravá (sauce), Hadas (mirto), Lulav (palmera datilera) y Etrog representan la Yud, la Heih la Vav y la Heih de las cuatro letras del nombre de Dios.
Una vez más, la clave aquí es la unidad. Como decimos todos los días en la oración del Shemá: «Dios es uno». Mientras que las cosas pueden parecernos como buenas o malas, debemos darnos cuenta de que todo proviene de Dios. Uno debe hacer frente a diversas circunstancias agradables y desagradables, en última instancia para el máximo crecimiento de uno mismo, pero en esencia todo proviene de Dios.
Ser conciente de esto nos mantiene enfocados y nos ayuda a hacer frente a las dificultades de la vida. Cuando nos relacionamos con la unicidad de Dios, podemos alcanzar la verdadera felicidad en este mundo.
Sucot es una oportunidad que dura una semana para construir estas relaciones e incorporarlas en nuestras vidas. ¡Que podamos todos disfrutar de un gran éxito en esta aventura!
Fuentes:
«Sefer Haminaguim» – Jag HaSucot I
«Midrash Rabá» – Levítico 30:12
Talmud – Menajot 27a; «Código de Ley judía» O.C. 651:12
Talmud – Kritut 6a-b.
«Midrash Rabá«. Levítico 30:14.
«Jaim B’Yad» – Rab Jaim Palatchi, 52
«Rab Pe’alim» – Ben Ish Jai – II Y.D. 32