“Grande es Yahvéh, y digno de suprema alabanza; Y su grandeza es inescrutable.”
Salmos 145:3
El diccionario American Heritage dice que un “milagro”, “Es un evento que parece inexplicable de acuerdo con las leyes de la naturaleza y que por lo tanto es considerado como de origen sobrenatural o un acto de Dios…” Por esta definición o por cualquier otra exposición razonable, la existencia del moderno Israel, es exactamente eso: ¡un milagro!
Basta considerar brevemente los detalles históricos de la conocida Guerra de los Seis Días.
En Mayo de 1967, las tropas egipcias y sirias se amontonaron en las fronteras de Israel, Egipto cerró el Estrecho de Tirán a los barcos israelíes, y el presidente Gamel Abdal Nasser hizo llamados para lanzar a los judíos al mar. El estado de ánimo de Israel de 19 años de edad era deprimente. Enfrentando a 5 ejércitos árabes bien equipados y entrenados por los soviéticos, la derrota de Israel era inminente. La frase de humor negro que todos comentaban en ese momento era: «Que el último en salir no se olvide de apagar la luz«.
Todos saben que, en vez de una derrota, Israel alcanzó una victoria rotunda. El 5 de Junio a las 7:46 AM, los aviones israelíes destruyeron completamente la fuerza aérea egipcia en tierra. En seis días, Israel triplicó su territorio, ganando la Península de Sinai, las Alturas del Golán, la Ribera Occidental y – más precioso que todo el resto – la Ciudad Vieja de Jerusalem y el Monte del Templo.
La estrategia crucial de destruir la fuerza aérea egipcia cuando sus aviones estaban aún en tierra abrió el camino para la victoria israelí. El éxito de la maniobra se atribuye a que los aviones israelíes volaron bajo la altura de detección de los radares egipcios. Sin embargo, muchos otros factores contribuyeron al éxito del ataque aéreo y de las batallas subsiguientes. De hecho, las coincidencias y los sucesos improbables precisamente en el momento adecuado eran tan abundantes que, a medida que conocemos los detalles de la victoria, el bulto tras la cortina se nota claramente.
Por ejemplo, algunos días antes de la guerra, el Comandante en Jefe del ejército egipcio recibió órdenes de cambiar a los comandantes de la mayor parte de sus brigadas por otros oficiales que no conocían ni el terreno ni a sus fuerzas.
En la misma mañana del 5 de junio, tres horas antes del ataque aéreo israelí, la inteligencia egipcia efectivamente envió una alerta diciendo que «un ataque aéreo israelí comenzaría en minutos». En ese momento, Egipto aún tenía tiempo para hacer despegar sus aviones y salvarlos. El mensaje llegó al búnker del Comandante en Jefe en El Cairo. Un ayudante recibió y firmó una copia, pero nadie se preocupó de buscar al Comandante en Jefe.
En la misma mañana del ataque, oficiales egipcios estacionados en la estación de monitoreo en el norte de Jordania captaron al avión bloqueador de señales israelí, y enviaron un mensaje de alerta roja al Cairo. El sargento en la sala de decodificación del comando supremo trató de descifrar el mensaje utilizando el código del día anterior y falló.
¿Y dónde estaba el Comandante en Jefe egipcio? La noche anterior, él y la mayor parte de sus oficiales de más alto rango asistieron a una fiesta en una base aérea en el norte de la zona del delta, en la que se presentaba una renombrada bailarina de vientre. Temprano a la mañana siguiente, partió al Sinaí, donde había ordenado que todos se reunieran para encontrarse con una delegación iraquí de alto rango. Cuando sucedió el ataque israelí, no había un sólo oficial de alto rango en su puesto.
La victoria de la Guerra De Los Seis Días fue tan dramática e inesperada – especialmente al recuperar el Monte del Templo después de 2000 años ¬– que prácticamente todos en Israel lo consideraron un Milagro Divino.
El Sr. Levanon, padre de un piloto caído, le preguntó al Director de Operaciones de la FDI, General Mayor Ezer Weizman: «¿Cómo fue que los aviones de la Fuerza Aérea Israelí volaron durante 3 horas seguidas de una pista de aterrizaje egipcia a otra destruyendo aviones enemigos, y que los egipcios no les haya informado a sus propias fuerzas por radio de que el ataque israelí se aproximaba?» Ezer Weizmann, quien más tarde fungió como Presidente del Estado de Israel, permaneció en silencio. Luego, levantó su cabeza, y exclamó: “El dedo de Dios”.
Después de un análisis “paso a paso”, el corresponsal militar para el periódico secular Haaretz resumió los 6 días de guerra con esta declaración: “Aun una persona que no es religiosa debe admitir que esta guerra fue peleada con ayuda del cielo.”
Un periodista alemán resumió: “Nada como esto ha sucedido en la historia. Una fuerza que incluye 1,000 tanques, cientos de cañones de artillería, muchos cohetes y aviones de combate, y cientos de miles de soldados armados de pies a cabeza, fue destruida en dos días en un área que cubre cientos de kilómetros llenos de puestos e instalaciones reforzadas. Y esta victoria se llevó a cabo por una fuerza que perdió a muchos soldados y mucho equipo, posiciones, y vehículos. No hay lógica militar o causa natural que pueda explicar este fenómeno monumental».
Incluso el Jefe de Estado Moshe Dayán, secular comprometido, reconoció la Mano de Dios en el triunfo. Al llegar al Muro Occidental, al día siguiente de su liberación, Dayán, siguiendo la costumbre común, escribió un mensaje y lo insertó en un hueco entre las antiguas piedras del Muro. Tan pronto salió, naturalmente, los reporteros sacaron la nota y la leyeron. Contenía una línea de un Salmo:
«De Dios fue esto. Fue maravilloso a nuestros ojos«.
(Salmos 118:23)
Pero encontrar al Eterno Dios en esta larga y obscura era de ocultamiento, requiere tanto que se reconozca su Mano, como que se recuerden los milagros históricos. Sólo seis meses después de la Guerra de los Seis Días, la gente le estaba dando crédito a la destreza militar del ejército israelí por la sorprendente victoria. Ésta actitud – que el brillante y poderoso ejército de Israel nos salvó – se mantuvo hasta que el ejército casi fue derrotado en la Guerra de Iom Kipur, con 2000 bajas y los tanques sirios rodando por la Galilea camino a Haifa.
Los milagros no sólo deben ser reconocidos, sino que también hay que responder a ellos de manera que cambien al beneficiario del milagro.
Para considerar los detalles de esta guerra, recomiendo ver el siguiente video: