Por Rav Avi Geller
“Y Moshé fue”
(Deuteronomio 31:1)
Pregunta: ¿A dónde fue?
Respuesta: La tienda de Moshé estaba fuera del campamento de los israelitas. Cuando Moshé deseaba reunir a su pueblo, hacía sonar las trompetas (ver Números 10:7). Sin embargo en este día, su último día en la tierra, no sería apropiada tanta pomposidad, por esta razón Moshé fue hacia el campamento para dirigirse a su pueblo.
Otros explican que Moshé expuso a propósito su fuerza física al caminar energéticamente frente al pueblo. Al demostrar que era físicamente capaz a los 120 años de edad, sus siguiente palabras, «Soy incapaz de salir y entrar», inevitablemente se refirieron a la Torah. Cuando las puertas de la Torah se cerraron, Moshé no tenía deseo de vivir.
El gran rabino Baruj Ber Lebowitz de Kaminetz (en Lituania) escuchó que alguien proclamó, «¡Sin Torah no podemos vivir!». A lo que el rabino respondió: «E incluso si pudiéramos, ¡¿quién querría vivir así?!».
* * *
¿De Quién es la Culpa?
«Dios le dijo a Moshé: Cuando mueras, esta nación seguirá a dioses extraños. Ellos me abandonarán y violarán el pacto que hemos hecho. Entonces me enojaré con ellos y esconderé Mi rostro de ellos – y serán consumidos por el enemigo.
«Acosados por maldad y problemas (como resultado de sus acciones), ellos dirán: “Es porque Dios no está conmigo que estos males me ocurren”. Y yo esconderé Mi rostro de ellos por todo el mal que han cometido.
«Y ahora, escribe esta canción (refiriéndose al poema de Haazinu, que insinúa la mitzvá de escribir un Sefer Torah), y enséñala al pueblo. Esta canción será testigo. Cuando Yo los lleve a la tierra que prometí a sus ancestros, de la cual mana leche y miel, comerán y se saciarán y vivirán con lujos. Y entonces buscarán otros dioses y Me enojarán y romperán Mi pacto. Cuando sean acosados por males y por problemas, este poema va a testificar, porque nunca será olvidado de sus descendientes”.
(Deuteronomio 31:16-21)
Una analogía nos va a ayudar a entender estos versos: Un viudo con 10 hijos decidió volver a casarse y la madrastra tenía la tarea de criar a los niños. Un día la madrastra y los niños fueron donde el rabino para mediar sus diferencias.
“¡Ella no nos alimenta!”, reclamaron los niños.
“¡Cierto!” replicó la madrastra, “pero ellos se niegan a obedecerme”.
“¡Cierto!” replicaron los niños, “¡pero ella no nos alimenta!”.
¿Quién tiene la culpa? Los niños no le obedecen porque ella no los alimenta. Ella no los alimenta porque ellos no la obedecen.
El rabino pidió reunirse con los vecinos que recordaban a la madre biológica. Ella definitivamente los alimentaba. Si ellos eran buenos niños en ese entonces, eso probaba que la que estaba equivocada era la madrastra. Sin embargo, si ellos tampoco no obedecían a su verdadera madre, eso probaba que los niños estaban equivocados.
Esta es la analogía del pueblo de Israel. Nos encontramos en exilio y Dios aleja Su rostro de nosotros (no sentimos Su presencia). El resultado es que nos deterioramos, vivimos vidas sin Torah y pagamos el precio en sufrimiento. El pueblo reclama que la asimilación es causada por el duro exilio: «Porque Dios no está entre nosotros, estos problemas nos aquejan« (Deuteronomio 31:17).
Dios responde que el exilio es el resultado del alejamiento del pueblo: «Y yo esconderé Mi rostro de ustedes por todos los males que han cometido« (Deuteronomio 31:18).
¿Cómo determina esto quién está equivocado? Dios nos está advirtiendo con anticipación: estás a punto de entrar a la Tierra Santa (la madre patria, por así decir) donde tendrás todo lo bueno (mana leche y miel), ¡e incluso así olvidarás Mi pacto y adorarás ídolos! Esto atestiguará que ustedes están equivocados y que no pueden utilizar al “exilio” como una excusa. Por el contrario, cuando el pueblo de Israel vuelva a la Torah, el exilio se habrá terminado. (Kehilat Itzjak).
* * *
La Renuncia de Moshé
La parashá termina con la renuncia de Moshé:
“Reconozco su rebeldía y terquedad. Si incluso mientras estoy vivo entre ustedes hoy, se rebelan contra Dios, ¡ciertamente lo harán después de mi muerte!
Reúnan a los sabios y yo hablaré estas palabras y llamaré al cielo y a la tierra para que testifiquen. Porque sé que después de mi muerte el pueblo se irá fuera del camino por el cual los he guiado, y enojarán a Dios”
(Deuteronomio 31:27 – 29)
El rabino S.R. Hirsch comenta (parafraseado):
“Nada puede probar el origen divino de la misión de Moshé tanto como estos versos. Si la “Ley de Moshé” fuera sólo un conjunto de leyes escritas por Moshé, ¡el mundo no podría tener un tonto más grande que Moshé! Qué insensatez más grande que dar leyes que son tan completamente opuestas a las ideas e inclinaciones de la gente a la cual están orientadas. Incluso el legislador mismo está completamente consciente de que en los siglos venideros el pueblo no aceptaría la Ley, ni la Ley aceptaría a la gente.
Y como estrategia final para alcanzar el objetivo propuesto, designar como garante “al cielo y a la tierra” y no dejar otro medio más que el Libro de la Ley y sus enseñanzas – que a pesar de todo ¡no se perderá de sus hijos y de los hijos de sus hijos!
Y si ahora observamos los miles de años de este pueblo y este “Libro de Moshé” y consideramos cómo finalmente y en tiempos de los peores sufrimientos, este pueblo se ha pegado tan profundamente a la Torah, que por ella han soportado martirios históricos sin paralelo, y esta Torah se ha convertido en las “alas de águila” en las cuales la ley de Dios ha llevado al pueblo judío sobre todas las pruebas en el mundo que sólo han ofrecido discordia y desprecio, malos entendidos y amargura y las ha transformado en poderes frescos de espíritu y vida. Y no sólo eso, sino que se ha convertido en la fuente de Vida y de Verdad de todas las naciones. Es el Árbol de Vida, sus semillas acarreadas a toda la humanidad por sus hijos esparcidos…
Qué ser pensante, cuando lee la declaración final de Moshé – y luego permite que su mente pase por la historia de este pueblo y de este libro – puede negarse a aceptar que esta Torah no es el trabajo de Moshé, sino la «Ley de Dios» de la cual somos mensajeros, para que el pueblo de Israel y la Torah sigan siendo el dedo de Dios que guía a la humanidad”.