Por P.A. David Nesher
«Cuando crucen el río Jordán, [las tribus de] Shimón, Leví, Yehudá, Isajar, Yosef, y Biniamín estarán en el monte Guerizim para bendecir al pueblo. Y éstos estarán sobre la maldición, en el monte Eval: Reuvén, Gad, Asher, Zebulún, Dan y Naftalí.»
(Deuteronomio/Devarim 27: 12-13)
En el proyecto del Eterno, cuando Israel entrara a la tierra prometida, tenían que separar las tribus de cuerdo a dos grupos. Uno grupo se juntaría en el monte Guerizim, y ellos bendecirían al pueblo. El otro grupo se juntaría en el monte Eval y a ellos pronunciarían la maldición sobre aquellos que desobedecieran la Torah (Instrucción) de Dios.
Sabemos que doce es el total de las tribus que conforman Israel. Ahora bien, es interesante saber que cuando a la tribu de Leví se la cuenta como parte de ellas, entonces a Menashé y Efraím se combinan como una sola unidad y se las llama la tribu de Yosef. En el pasaje que hoy estudiamos se incluye a Leví como tribu, dado que los levitas precisan de bendiciones a la par con todos los demás miembros del Pueblo de Dios.
Notamos que el Eterno le ordenó a toda la nación de Israel congregarse en las montañas gemelas de Eival y Gerizim, cuando cruzaran el río Yardén (Jordán). Así, estos montes servirían como testigos eternos que recordarían a Israel su compromiso de resguardar la Torah por todas sus generaciones. En ese lugar se pronunciarían las bendiciones y las maldiciones.
Según lo que explica el Talmud, seis tribus subieron a la cima de cada monte. Los sacerdotes y los levitas se quedaban en el centro, entre los dos montes, alrededor del arca, y pronunciaban las bendiciones mirando hacia el monte Guerizim y luego las maldiciones que aparecen en la Torah mirando hacia el monte Eival. La primera bendición sería “Bendito el hombre que no haga ídolo…” y así sucesivamente. Después de cada bendición las seis tribus contestaban: “Amén”, y lo mismo hicieron las otras seis tribus después de cada maldición. El hecho de que pueblo tuviera que decir «Amén» producía una protección contra los pecados hecho en lo oculto.
Para comprender esta disposición y metodología profética, debemos recordar que los levitas son los que sirven al Santo Bendito Sea. Todo lo que los integrantes de esta tribu hacían, estaba relacionado con la santidad. Por ello, su fuerte voz conducía siempre a la Luz. Ellos pronunciaban las bendiciones y maldiciones en voz alta. Las tribus respondieron con un ¡Amén!, después de cada enunciado. Entonces la Luz Infinita comenzaba a actuar en medio de los israelitas preparando un camino de conquista lleno de la certeza y convicción que otorgan la emunáh.
Aquí encuentro oportuno hacerles notar que la tribu de Shimón fue puesta en el monte Guerizim para bendecir, cuando su ira había sido maldecida por su padre (cf. Génesis 49:7). Es decir que el patriarca Shimón no había sido maldecido en sí, sino sólo su ira. Por eso, el hecho de colocarlo para bendecir fue para que él pudiera hacer tikún (rectificación) a través de su descendencia y así permitir la visitación del Eterno en todas sus generaciones hasta el Olam Havá (Mundo Venidero).
Los dos montes escogidos por el Eterno eran la imagen de la bendición y la maldición. Guerizim tiene una altura de 880 metros sobre el nivel del mar. Eival tiene una altura de 940 metros sobre el nivel del mar. En que Guerizim abunda las aguas termales, y está cubierto con un verdor hermoso, mientras que Eval está tan desnudo como una roca.
¿Existe algún mensaje en el hecho de que monte de maldición sea más alto y más estéril que el monte de la bendición? Sí, y está en el hecho de que en la Torah existen más maldiciones que bendiciones. Es más, la Instrucción (Torah) divina tenía que ser escrita sobre el monte Eival, el monte de las maldiciones, no en Guerizim. Esto revelaba a Israel que las maldiciones escritas en la Torah iban a venir de manera abundante sobre ellos y las naciones por causa de su desobediencia a la Torah.
Veamos bien qué mensaje se encuentra detrás de todos estos asuntos. Haciendo una contabilidad nos encontramos con un total de 98 maldiciones en el “tojajáh” (regaño) divino que se destaca en esta lectura. El propósito de las mismas es limpiar. De la Sabiduría codificada en ellas aprendemos que la razón por la cual hay 98 maldiciones es porque 98 es el valor numérico de la palabra hebrea “tzaj” que significa “limpiar”. Con esto la Torah está revelando el secreto de que los redimidos tenemos la capacidad de mutar lo inmutable, de revertir lo irreversible. Es decir, que podemos cambiar nuestras circunstancias si tenemos esto presente en nuestra conciencia. Con esto el Eterno, nuestro Abba, quiere que entendamos y aceptemos que cada uno de nosotros somos la máxima autoridad con respecto al trazado de nuestro destino.
Es decir que la mística celestial que aquí se revela nos habla sobre las maldiciones y bendiciones potenciales que los israelitas podrían recibir, dependiendo de su comportamiento. Pudiéramos pensar que Yahvéh nos está amenazando a hacer lo que nos manda. Esto no podría ser menos cierto. Sabemos que el Creador solo puede darnos lo que es bueno para nosotros, así que, ¿por qué una maldición sería buena? Y, ¿cómo puedo asegurarme de que experimente la divina luz de una manera que realmente se sienta como luz y no como una maldición? Los expertos en códigos hebreos enseñan que esta porción revela que las maldiciones son en realidad “bendiciones ocultas”. En el Zohar se enseña que éstas son palabras de promesa y consuelo divino; un entrelazamiento de amor y juicio de parte del Eterno para Israel.
En verdad, esto es así, ya que debemos reconocer que, desafortunadamente, la mayoría de nosotros despertamos la apreciación de las buenas cosas que tenemos y recibimos de Dios cuando experimentamos algún tipo de carencia. Por ejemplo, no tenemos una apreciación por nuestra salud a menos que experimentemos alguna carencia.
La manera más efectiva de despertar el poder de la apreciación (y/o contentamiento) es a través de algún tipo de pérdida. Justamente son los tiempos difíciles los que tienden a impulsarnos a querer cambiar, abandonando así nuestra zona de confort, y peregrinando a nuevas y mejores temporadas. ¡Así somos! Cuando las cosas marchan bien, sentimos como que no necesitamos una conexión con el Creador, pero de pronto algo malo ocurre y, entonces todos dirigimos inmediatamente nuestra mirada al cielo.
Entonces, preguntémonos:
✔ ¿Qué pasaría si despertáramos proactivamente nuestra apreciación y nuestro deseo por la Luz cuando las cosas están yendo bien?
✔ ¿Qué pasaría si constantemente sintiéramos el deseo de estar conectados, sin importar qué tan bien marchen las cosas?
Este es el secreto para experimentar todo lo que llega a nosotros como una bendición, esta es la sabiduría que obtenemos en la porción de la presente semana.
La Torah, desde estos códigos mesiánicos, nos dice que, cuando apreciamos lo que tenemos, recibimos mucho más; más sustento, más beneficios, más compensaciones, más iluminación, más recompensas, aún más de lo que merecemos. Por otro lado, cuando no apreciamos lo que tenemos, no solo perdemos lo que ya es nuestro, sino que cualquier cosa que de verdad merezcamos no podrá llegar a nosotros. En esto radica el secreto de las bendiciones y las maldiciones: todo es asequible y, a su vez todo puede perderse. Todo depende del nivel de nuestra conciencia y la expresión de nuestra apreciación.
¡Que maravillosa enseñanza de Abba!
Te invito a que en este momento bendigamos juntos Su Nombre, rezando lo siguiente:
Baruj Attá YHVH, notén hattorá! («¡Bendito eres Tú Yahvéh, dador de la Torah!»)