Por P.A. David Nesher
«Apareció en el cielo una señal maravillosa:
(Apocalipsis 12: 1-6)
una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y gritaba por los dolores y angustias del parto.
Y apareció en el cielo otra señal:
un enorme dragón de color rojo encendido que tenía siete cabezas y diez cuernos, y una diadema en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.
Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera.
Ella dio a luz un hijo varón que gobernará a todas las naciones con puño de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar que Dios le había preparado para que allí la sustentaran durante mil doscientos sesenta días.»
Mucho se ha dicho y supuesto acerca del significado del eclipse solar del 21 de agosto próximo pasado. Un sinnúmero de creyentes evangélicos, de todas las filas y lineamientos, han salido a proclamar aseveraciones proféticas llenas de ilusión, que se fundamentan en los ansiosos deseos de una Parusía (Segunda Venida) que aún se mantiene en los secretos del Eterno, fuera de la órbita de toda razón humana.
A esta señal astronómica se le ha sumado una supuesta «gran señal en los cielos» que sorprenderá a la humanidad el próximo 23 de setiembre. Temo que muchos cristianos, sinceramente errados, ya están considerando la venta de sus posesiones y/o el huir a los montes como una buena opción para la espera del famoso «fin del mundo».
Por todo ello, creo conveniente habilitar este espacio para sumergirnos en la verdad escritural que necesitamos para ser entendidos en los tiempos.
Primeramente, encuentro oportuno definir que un eclipse solar sucede cuando la Luna se interpone entre la Tierra y el Sol, una posición que hace que el satélite proyecte su sombra sobre la Tierra. Como consecuencia, se oculta de forma total o parcial la luz procedente de nuestra estrella.
El llamado Gran Eclipse Americano ocurrido el 21 de agosto, se inició cuando la sombra de la Luna tocó la superficie de la Tierra en un lugar del océano Pacífico, y posteriormente fue proyectándose hasta tocar Oregón, situado en la costa noroeste de Estados Unidos. Desde allí recorrió todo el país hasta terminar en Dakota del Sur, donde la sombra lunar tocó de nuevo el océano desapareciendo al atardecer en la región sur de Cabo Verde. Su trayectoria provocó que el eclipse fuera total en muchas zonas de EE.UU., mientras que en Centroamérica, el norte de Sudamérica y la región occidental de Europa, el eclipse se vió de forma parcial.
Así como la Luna cubrió el Sol, debemos saber también que nuestro «astro rey» realizó una cobertura a la estrella Regulus («estrella del Rey»). Dicha estrella es la alfa de la constelación de Leo (símbolo celestial del León de Judá), por eso también se la conoce como “el corazón del León” y como la “estrella real”. Los caldeos consideraban que esta estrella era la regidora de todos los fenómenos celestes, y los griegos la llamaban Basiliskos que quiere decir “el pequeño rey” que determina nuevos tiempos.
Es interesante comentar que en el tratado de los anwa, donde están las rimas de los árabes beduinos, dicen que hay Cuatro Corazones en el Cielo: la estrella Antares, el Corazón del Escorpión; la estrella Aldebarán, el Corazón del Toro (Tauro); la estrella Fomalhaut, el Corazón del Pez (Piscis); y el Corazón del León, representado por la estrella Regulus. Lo curioso a resaltar, es que todas las estrella corazón deben de llevar el complemento que permita conocer a qué corazón nos referimos, menos la estrella del Corazón del León que tiene ese significado por sí misma.
Ahora bien, ante toda esta información, me interesa destacar un hecho astronómico muy profético. Mientras los estadounidenses observaban atónitos el Gran Eclipse Americano, la estrella Regulus se movió a Virgo, situándose en el grado crítico cero (0º). Eso hizo que en el mismo signo de Leo existieran dos lunas nuevas. A este «rito astronómico» de paso del León a la Virgen se lo consideró siempre como un cambio de era, que conduce a un cambio de conciencia colectiva.
En este día del 21 de agosto, los planetas Marte y Mercurio se unieron en conjunción masiva a cada lado del Sol. Esa sí que fue una señal celestial para Israel pues anunció que el 21 de septiembre próximo dará inicio la llamada Fiesta de las Trompetas o Yom Teruah (Día de Aclamación) que es un punto intermedio de las Fiestas del Eterno.
Pero, ¿en qué se fundamenta decir que este lineamiento de Marte y Mercurio con el Sol son una señal profética para Israel? Bien, el planeta Marte siempre simbolizó guerras, y Mercurio representa todo los asuntos financieros del sistema económico y comercial imperante. Por lo tanto, esta conjunción nos está advirtiendo que seremos testigos de un inimaginable colapso económico, el cual conducirá a las naciones a justificar distintos tipos de invasiones y guerras.
«En medio de los cuatro seres vivientes, oí una voz que decía:
«¡Un kilo de trigo, o tres kilos de cebada, por el salario de un día! ¡Pero no seas injusto con el aceite ni con el vino!»
(Apocalipsis 6: 6)
Estas acciones bélicas conducirán a que las naciones enfoquen su mirada sobre Israel, y se determine convertirla en territorio primordial de encuentros bélicos internacionales. Todo esto traerá una hecatombe sobre la humanidad que será sumergida en el llorar y crujir de dientes que el mismo Yeshúa profetizó.
Por eso, ese día (21 de septiembre), al atardecer, ocurrirá en las dimensiones cósmicas la gran señal del Eterno para Su Pueblo. En ese momento, y sobre el cielo de la Ciudad Santa de Jerusalén, se podrá observar a la Luna Nueva colocarse alineada con el vientre de Betulá (Virgo). Cada vez que la Luna, se ubica en el vientre de la mujer Virgo, se interpreta como un anuncio de dolores de parto. Es interesante decir que esta será la única vez del año en que la Luna aparecerá en esta posición referente a la constelación de Betulá (Virgo). De igual manera, en ese lapso la estrella Regulus, se encontrará en conjunción con los planetas Venus, Marte, Mercurio, y Júpiter, además de la Luna y el Sol. Lo explicaré mejor de la siguiente manera: los planetas Marte, Venus, Mercurio, más nuestra estrella el Sol y nuestro satélite la Luna influirán con su luz el 2% del atardecer (5 minutos) del 21 de septiembre. Entonces Júpiter (símbolo de justicia) entrará en escena colocándose en el vientre de la Betulá (Virgo). Ahora bien, esta conjunción masiva en la que Regulus, se alinea con Venus, Marte, Mercurio, el Sol, la Luna, y Júpiter se mete en el vientre de la mujer (Betulá/Virgo) ocurrirá anunciando que esta es la gran señal por medio de la cual el Eterno nos dirá: «¡los dolores de parto han comenzado!«
Ruego a cada escogido que lo entienda bien: ¡eso estará ocurriendo en el espacio sideral a la misma hora en que el Shofar anuncie el inicio de la Fiesta de las Trompetas!
¡Los Cielos anunciaron la Obra de Yahvéh más Gloriosa: El Nacimiento de Su Salvación (Yeshúa)!
Recordemos que Yahvéh, Dios verdadero y Todopoderoso, gobierna el universo, según su calendario y su reloj profético celestial. Esto garantiza que hombre alguno pretenda manipular los tiempos mesiánicos por Él establecidos. Por eso, debemos entender la idea de que Yahvéh a veces utiliza Su creación para comunicarse con el hombre que humillado ante Él quiera esperar en el propósito eterno de Dios y no en sus anhelos egocéntricos.
El rey David, sumido en sus conocimientos proféticos, expresó esta verdad de la siguiente manera:
“Los cielos cuentan la gloria del Señor.
El firmamento proclama la obra de sus manos.
Un día al siguiente le pasa el mensaje y una noche a la otra se lo hace saber.
No hay discursos ni palabras ni voces que se escuchen, más por todo el orbe se capta su ritmo, y el mensaje llega hasta el fin del mundo.»
(Salmo 19: 1-6)
Estudiando la Historia de la humanidad, notamos que desde temprano en la historia, los humanos han estudiado las estrellas y han dado nombres a las agrupaciones únicas llamadas constelaciones.
¿No es un dato curioso que las constelaciones mantienen el significado de sus nombres en todos los idiomas existentes?
Esto parece estar de acuerdo con la historia de la confusión de la lengua relatada en Génesis capítulo 11, que cuenta que los hombres construían una torre en Babel para «alcanzar («observar mensajes codificados en«) los cielos». Si en verdad estos nombres se conocían antes de la confusión de la lengua, probablemente sean desde días muy remotos. El mismo Eterno dijo: «Haya lumbreras…y sean para señales...» (Génesis 1:14). Es decir, que Él mismo comunicó a Adán estos códigos. Luego Adán se los dio a Set, este a Enoc, y así sucesivamente se transfirió a la línea sacerdotal denominada los melquisedecs que siguió fielmente al Eterno, los nombres de las constelaciones y algunas estrellas para enseñar códigos de la Luz Infinita a los hombres.
El salmista asegura que Yahvéh usa a las estrellas para revelar su diseño mesiánico:
«El cuenta el número de las estrellas,
Las llama a todas por sus nombres.»
(Salmo 147:4)
El mismo apóstol Pablo, enseña en su epístola a los romanos que todos han oído acerca de Dios, y cita este salmo para mostrar que la creación sí habla acerca de Él, especialmente las estrellas y las constelaciones (Rom. 1: 18 – 20).
Por eso, observando las Sagradas Escrituras, especialmente en el Evangelio de Mateo, notamos que los magos del oriente (poseedores del conocimiento caldeo) dirigiéndose al rey Herodes, le dicen:
«¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella mientras salía y hemos venido a adorarlo».
Cuando el rey Herodes oyó eso, se perturbó profundamente igual que todos en Jerusalén.
Mandó llamar a los principales sacerdotes y maestros de la ley religiosa y les preguntó:
—¿Dónde se supone que nacerá el Mesías?
—En Belén de Judea —le dijeron— porque eso es lo que escribió el profeta:
“Y tú, oh Belén, en la tierra de Judá,
no eres la menor entre las ciudades reinantes de Judá,
porque de ti saldrá un gobernante
que será el pastor de mi pueblo Israel”
Luego Herodes convocó a los sabios a una reunión privada y, por medio de ellos, se enteró del momento en el que había aparecido la estrella por primera vez.»
(Mateo 2: 2 – 7)
Importante es señalar que estos magos eran sabios y hombres de ciencia que conocían el diseño del cosmos y los hechos celestes que podían ocurrir en el futuro. Interpretaban la simbología que representaba que un planeta estuviera próximo a otro o entrara y saliera de una constelación de estrellas.
Es muy conveniente para este estudio entender que la denominada «estrella de Belén» que los magos caldeos siguieron, en realidad estuvo dentro de una serie de eventos astronómicos regulares que involucraron conjunciones raras, que simbólicamente indicaban el nacimiento de un rey, y el comienzo de una nueva era con una humanidad renovada en consciencia.
En el año 6 a.E.C. (antes de nuestra Era Común), ocurrió una conjunción triple (1) planetaria (acercamiento aparente en el cielo de dos o más planetas), nada habitual. Júpiter se paseó casi justamente por delante de Saturno, hasta en 3 ocasiones en poco tiempo, en la constelación de Piscis. Los magos interpretarían este hecho como: un gran rey (Júpiter) de Justicia (Saturno) nace entre los judíos (Piscis). El símbolo de los peces (Piscis) está asociado a la simbología antigua del cristianismo y algunos estudiosos del tema, indican que proviene precisamente de la posición de Júpiter y Saturno en dicha constelación, incluso se ha llegado a relacionar con el nacimiento del pescador, de Jesús. Este fenómeno fue calculado por el astrónomo alemán Johannes Kepler en 1614 quien determinó en sus cálculos que una serie 105 conjunciones de los planetas Júpiter y Saturno (un hecho muy poco frecuente) ocurrieron entre el año 7 y 6 a.E.C. y relacionó este hecho con la estrella de Belén. Fue el astrónomo Michael R. Molnar quien identificó a una doble ocultación de Júpiter tras la luna en el 6 a. C. en Aries (simbolizado por el Carnero/cordero), entendiendo que dicho evento fue conocido como la estrella de Belén.
Después de esta increíble triple conjunción, Júpiter comenzó a moverse hacia el oeste en el cielo, entrando en conjunción con Venus, un planeta simbólicamente asociado con la maternidad. Así fue como el 12 de Agosto del año 4 a.E.C., precisamente los planetas más brillantes, Venus y Júpiter, emergieron en ese momento en el amanecer sobre el horizonte, en una conjunción tan próxima que parecían tocarse ya que posiblemente el ojo humano no podía separarlos. En verdad, los registros históricos cuenta que la conjunción del planeta rey y el planeta de la maternidad estaban tan cerca uno del otro, que ningún hombre vivo había visto nunca nada igual. Así, formaron el objeto más brillante en el firmamento. Todo este simbolismo del Mesías-Rey hebreo de Judá y de una Virgen fue suficiente para que los bien versados Magos se pusieran en movimiento hacia Jerusalén.
Además el fenómeno se presentó en la constelación Leo (el León de Judá), símbolo de realeza y poder, lo que para estos astrólogos debió significar el nacimiento de un nuevo rey, que según la profecía de Balaam, tenía que ver con el Mesías descendiente de Jacob:
«Saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel».
(Números 24: 17)
En esta profecía, la palabra estrella se refiere a la primera venida del Mesías. El cetro se refiere a su Segunda Venida. La expresión toda daba el anuncio que los mismo fenómenos cósmicos se repetirían tanto en la Epifanía como en la Parusía del Mesías. Por ello, y ante todos estos códigos cósmicos develados, los magos emprendieron el viaje a Jerusalén a fin de celebrar el inicio de un nuevo tiempo para la humanidad.
Llegado el año 3 a.E.C., exactamente el primero de Tisrei (séptimo mes lunar), en Yom Teruá, se produjo un «incendio astronómico» apreciado en todo el Oriente. Me estoy refiriendo a una rara conjunción triple de Júpiter (el planeta rey, representante de la justicia) y de Regulus (la estrella del rey) de la constelación Leo. Los magos probablemente leyeron esta rara conjunción triple como si hubiera sido un letrero gigante de neón parpadeando en el cielo diciendo: REY-REY-REY.
En ese momento la constelación de Betulá (Virgo) estaba vestida con el Sol y la Luna Nueva del séptimo mes bajo sus pies. Sobre su cabeza se podía ver la «corona de doce estrellas«. Para comprender mejor esta última expresión debo decir que en ese momento se podía ver sobre la cabeza de Virgo (Betulá) la constelación de Leo que contiene nueve estrellas. Cerca de estas nueve estrellas se apreciaban los planetas Mercurio, Marte y Venus perfectamente alineados a Leo. Ya que los planetas reflejan la luz del sol, estos planetas también se parecen a las estrellas. Por lo que resulta que parecen ser doce estrellas coronando la cabeza de Virgo (Betulá). Es en esta fecha cuando el planeta Júpiter entró en conjunción con Regulus (la estrella del rey) ubicada entre los pies de Leo (el León de Judá). Esa misma noche sonaron las trompetas para anunciar el Yom Teruá (Día de Aclamación) que muchos hebreos discernieron como la aclamación celestial del nacimiento del Mesías, llamado el León de la Tribu de Judá, y Rey Justo.
Esa Luna debajo de los pies de la mujer (Betulá/Virgo) predijo el nacimiento del hijo varón que estaba destinado a gobernar las naciones con vara de hierro desde el Trono de David ubicado en Jerusalén.
¡Todo esto comenzó en la Fiesta de las Trompetas o Yom Teruá, y dentro de la constelación de Leo (el león, símbolo de la tribu de Judá)! Por lo tanto, aclamó en gran medida al rey hebreo de la tribu de Judá, el renuevo de Yesé anunciado por Isaías (Isaías 11: 1-4). Era una clara indicación para aquellos que estaban familiarizados con el Mesías. Además, y por si esto fuera poco, surgiendo justo detrás de Leo estaba la constelación de Virgo (Betulá), con el sol y la luna a sus pies.
¡Todo esto estará ocurriendo sobre nuestras cabezas una vez más durante la próxima Fiesta de las Trompetas (Yom Teruá)!
Sé que muchas generaciones de creyentes, anhelantes del Día de las Bodas del Cordero, consideraron la posibilidad ser ellos los testigos vivos de la Segunda Venida de nuestro Señor. Sin embargo, hoy muchos de nosotros sintiendo lo mismo, entendemos que las probabilidades parecen mínimas a causa de las muchas señales celestes que estamos observando. Todas ellas, hasta ahora nos indican que es muy posible que ya estemos a las puertas de todos esos grandes sucesos históricos. Ante ello cabe la actitud de mantener con humildad la en alto, teniendo la certeza de que no estamos ante el fin del mundo, sino que estos tiempos darán a luz otra historia. Una nueva era, totalmente distinta a lo que la humanidad ha conocido hasta hoy. Por eso, nuestras oraciones deben ser como la novia virgen que suspira esperanzada de que su amado pronto llegará a buscarla, para posicionarla en un nuevo nivel de vida. Ante esta información, el Espíritu Santo nos llama a meditar en el Padrenuestro, y hacer alma y cuerpo esas palabras que nuestro Esposo enseñó: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo.» (Mateo 6: 10).
«Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.»
(Apocalipsis/Revelación 22: 17)
¡Maranhata! ¡Ven Señor Yeshúa!
Nota:
(1) ¿Qué es una conjunción triple?
Bueno pues, Júpiter y Saturno están cruzando el cielo lentamente en sus respectivas bóvedas, y en una conjunción triple se aproximan una vez y se separan y Júpiter se adelanta. Después vuelven a acercarse y se separan una segunda vez, teniendo una tercera y última aproximación. Entonces a lo largo de siete meses, tres veces, estos dos planetas se aproximaron y se separaron. A simple vista no habría sido tan espectacular, y no fue tan espectacular porque Saturno no es tan brillante, es decir, desde la Tierra se percibe como una «estrella brillante», pero no tan llamativa. Pero si para un mago, especializado en astronomía era realmente significativo, y además tuvo lugar en la constelación de Piscis que tradicionalmente estaba asociada con los judíos.