Por P.A. David Nesher
«Y llamaron a Lot, y le dijeron:
(Bereshit/Génesis 19:5)
¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos.
Entonces Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, y dijo:
Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad.«
El mismo Yahvéh, en su visita a Abraham avinu, decidió contarle al patriarca, el otro propósito de su venida: el final inminente de las ciudades de la llanura, y esto por dos razones; porque Abraham era el heredero de la promesa, y porque «mandaría a sus hijos y a su casa después de sí, y guardarán el camino de Yahvéh, para hacer justicia, y juicio«. Justamente por estas últimas palabras, se discierne que el final de Sodoma y sus ciudades aliadas (Gomorra, Admá, Soar y Zeboim — cf. Oseas 11: 8). fue comunicado al patriarca para que sirviera de advertencia a los hijos de Israel. Por lo tanto, no se debe considerar como un juicio aislado; sino que la escena de desolación que ocuparía para siempre los lugares de las ciudades de la llanura, también para siempre mostraría a Israel las consecuencias del pecado, y serviría para ellos como una figura del juicio futuro.
Recordemos que Moshé no está escribiendo el Bereshit como un simple historiador sagrado, sino más bien como un profeta. Por lo tanto, su principal propósito al narrarnos los hechos históricos es ponernos ante los ojos los atributos divinos. El vicio de Sodoma, pecado contra la naturaleza, es denunciado como una práctica que era comúnmente aceptada tanto en esta Pentápolis (cinco ciudades) como lo era en otros pueblos orientales. Documentación histórica demuestran que este espíritu de profanación de la sexualidad estaba extendida de varias maneras por Fenicia, Siria, Frigia, Asiria y Babilonia. Astarot (o Astarté) será la divinidad femenina que programará desde sus ritos esta cultura en la mente de los habitantes de estas regiones. Desde estos puntos geográficos se propagó a los griegos, y desde la influencia cultural de estos terminará estableciéndose en Roma. Cabe aquí señalar que en las religiones de estos pueblos, la sodomía, tanto como la fornicación, formaba parte del culto.
Las Sagradas Escrituras muchas veces nos hablan de «los perros«, traducida de la expresión hebrea «keleb» (Deut. 23:17-18; Apoc. 22:15), refiriéndose despectivamente a los varones que se dedicaban a la prostitución. Esta perversión llegaba en dichos pueblos a tal extremo que se señalaba a sus adeptos como kadeshim (los sagrados), lo cual alude netamente a sodomía consagrada al propósito espiritual porque se consideraban a este estilo de sexualidad como los más sagrado que conseguía experimentar la virilidad humana, y por ello, siempre estaban vinculados a algún santuario idolátrico, y no necesariamente cobraban por su servicio.
Estos testimonios culturales nos muestran que Israel nunca estuvo exento de este vicio, y a condenarlo se dirige el relato del Juicio a Sodoma y Gomorra, y el resto de las ciudades de la Pentápolis.
Leyendo los libros históricos de la TaNaK (en el cristianismo: Antiguo Testamento) notamos que en muchas ocasiones, los israelitas se contaminaron con tales prácticas (1 Ry 14:24; 15.12; Job 36:14) llegando a su existencia en ciertas épocas idolátricas del pueblo israelita. Pero, a pesar de tanto alejamiento de Yahvéh en los días de los reyes de la TaNaK, hubo unos cuantos de estos soberanos que pusieron manos a la obra y limpiaron al país de semejante degeneración. Por ejemplo leemos acerca del rey Asa:
“Asa hizo lo recto ante los ojos de Yahvéh, como David su padre. Porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus padres habían hecho”
(1 Reyes 15:11, 12)
No sabemos qué hizo él con los sodomitas, pero nos basta la expresión “quitó del país a los sodomitas”.
Así mismo hay otra expresión bíblica sobre la política regia de Josafat en referencia al sodomismo que dice:
“Barrió también de la tierra el resto de los sodomitas que había quedado en el tiempo de su padre Asa”
(1 R. 22:46)
El rey Josías que fue un monarca recto que hizo la voluntad de YHVH y expulsó toda esta casta de sodomitas que tenían lugares de preeminencia en el mismísimo templo dedicado a YHVH, el Dios de Israel:
“Además, derribó las casas de los sodomitas que estaban en la casa de Yahvéh, en las cuales las mujeres tejían pabellones para Asera.”
(2 Reyes 23:7)
Los Escritos Mesiánicos (mal llamados por el cristianismo Nuevo Testamento) describen este principado sexual dominando con su pecado la mente de todos los súbditos del Imperio que gobernaba desde Roma. El apóstol Pablo enseñará en su epístola a los romanos (Ro. 1: 18-32), que esta praxis es una de las terribles consecuencias de la rebelión de la humanidad que, practicando la idolatría, se pondrá contra el señorío del Eterno y Su Instrucción (Torah):
“Por esa razón, Dios ha dejado que esa gente haga todo lo malo que quiera. Por ejemplo, entre ellos hay mujeres que no quieren tener relaciones sexuales con los hombres, sino con otras mujeres.Y también hay hombres que se comportan de la misma manera, pues no volvieron a tener relaciones sexuales con sus mujeres, sino que se dejaron dominar por sus deseos de tener relaciones con otros hombres. De este modo, hicieron cosas vergonzosas los unos con los otros, y ahora sufren en carne propia el castigo que se buscaron. Como no han querido tener en cuenta a Dios, Dios los ha dejado hacer todo lo malo que su mente inútil los lleva a hacer.”
(Romanos 1:26-28)
Es muy interesante considerar el hecho de que algunos de los practicantes de las religiones paganas que tenían estas prácticas en su vida, al convertirse al Evangelio del Reino que proclamaban los apóstoles habían abandonado dichos vicios profanos:
“No se dejen engañar. Ustedes bien saben que los que hacen lo malo no participarán en el reino de Dios. Me refiero a los que tienen relaciones sexuales prohibidas, a los que adoran a los ídolos, a los que son infieles en el matrimonio, a los afeminados, a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, a los ladrones, a los que siempre quieren más de lo que tienen, a los borrachos, a los que hablan mal de los demás, y a los tramposos. Ninguno de ellos participará del reino de Dios.Y algunos de ustedes eran así. Pero Dios les perdonó esos pecados, los limpió y los hizo parte de su pueblo. Todo esto fue posible por el poder del Señor Jesús el Cristo, y del Espíritu de nuestro Dios.”
(1Corintios 6: 9-11)
Vemos en este pasaje la enumeración de los pecados comunes (vistos como normales) en la cosmovisión greco-romana de los días paulinos, que predominaban en los santuarios y templos de centros comerciales como Corintios y ciudades populosas semejantes. Es muy importante tener en cuenta que la mención de los pecados sexuales (fornicación, adulterio dos palabras para referirse a la homosexualidad: “los afeminados” y “los que se echan con varones”) están relacionadas con las prácticas idolátricas de los rituales paganos, lo cual naturalmente, intensificaba el peligro contra el cual el apóstol advierte a los discípulos corintios (Romanos 8: 13; Gálatas 5: 19-20; 1Timoteo 1: 9-10; Tito 1: 12).
La palabra griega malakós (μαλακός), traducida por “afeminado”, es un adjetivo que literalmente significa “suave” o “flexible”, pero en este texto, es usado como sustantivo y su significado es polémico. Sucede que este término griego también era usado para referirse a aspectos morales, donde “flexible” significaría «inestable moralmente«, así como disoluto, cobarde, perezoso, débil, inestable, fácil de influenciar al mal… Quizás por esta significación, esta expresión se usaba para señalar no solamente al varón con praxis lasciva, sino también a aquel que tiene adicción general a los pecados de la carne en lo sexual, y se deja manipular por las «modas» o «tendencias» sociales de la misma. La Biblia de Jerusalén (en su versión al inglés) traduce la palabra malakós como catamitas, es decir, aquellos jóvenes impúberes que eran tenidos como “mascotas” sexuales. Particularmente se refería a los efebos o varones jóvenes que tenían la costumbre de ofrecerse a varones mayores como sus “queridas”, vestidos con atavíos de mujer. En la antigua Roma, y a lo largo de su Imperio, se denominaba así a un acompañante joven, generalmente un esclavo, apartado para uso sexual.
Sin embargo, el apóstol comienza el v. 11 con las palabras: “Y esto erais algunos” (gr. “Kai tauta tines”), en donde el neutro “tauta” es despectivo, por lo que debería traducirse: “esta abominación erais algunos de vosotros”. En esta palabra, Pablo encontró el equivalente griego de la expresión hebrea “toevá” que aparece en la Torah en el libro de Vayikrá (Levítico):
“No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación”
(Levítico 18:22)
y también está escrito:
“Si alguno se acuesta con varón como los que se acuestan con mujer, los dos han cometido abominación; ciertamente han de morir. Su culpa de sangre sea sobre ellos”
(Levítico 20:13)
Existen varias razones para explicar por qué el término “tohevá” es el más adecuado para describir esta depravación moral y espiritual. Primeramente aceptaremos que su significado no es el que habitualmente se usa (como el de “algo muy desagradable”). El significado básico de “tohevá” (abominación) es ‘detestar’, ‘odiar’, ‘aborrecer’. Es decir, es lo que es odiado y detestado por el Eterno, y es por lo tanto, degradante y ofensivo al sentido moral. Desde estas significaciones básicas tohevá se referirá a todo aquello con «impureza ritual».
Pero la explicación que hace más comprensible esta palabra es entender a tohevá como un acróstico. Un acróstico es una composición poética o normal en la que las letras iniciales, medias o finales de cada verso u oración, leídas en sentido vertical, forman un vocablo o una locución. Para el caso de la expresión hebrea tohevá, el acróstico sería ‘Toe ata ba’ que traducido es: “tú te equivocas grandemente”. Es decir, que no se trata de una equivocación, sino de “LA” equivocación. Es la peor equivocación. Pueden darse muchas equivocaciones de todo tipo, pero este es un error gravoso en la comprensión misma de la esencia del ser humano. Porque claramente el versículo dice: “Y creó Dios al hombre (adam)… varón y mujer los creó” (Bereshit 1:27). Más adelante, el hagiógrafo recordará mejor esto al escribir: “varón y mujer los creó, y los bendijo y llamó su nombre Adam” (Bereshit 5:2). Sólo varón y mujer juntos se llaman Adam. Sólo varón y mujer juntos manifiestan plenamente la correcta imagen (tzelem) para lograr conformarse a la Semejanza (demut) divina.
Esa es la peor equivocación, y por ello es considerada la peor abominación de todas las relaciones sexuales prohibidas, más aún que la prostitución o las relaciones con animales.
Es un agravio a la naturaleza espiritual del ser humano en sí, es decir, de la plenitud del varón y la mujer juntos, trabajando por la unidad. Es una unión estéril, sin frutos, sin continuación, sin provecho.
Es la anulación de la dignidad humana, es borrar la vocación a la plenitud mesiánica que la humanidad tiene en el propósito eterno de Dios.
Por último, debo agregar que la palabra abominación (toevá), en un sentido amplio y puramente conceptual, esta directamente relacionada con la idolatría. Yahvéh quería prevenir a su Pueblo de las practicas idolátricas que las naciones y tribus circundantes llevaban a cabo mediante los cultos de fertilidad, donde la prostitución cúltica era practicada por varones y mujeres… «Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío. Y como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para que hicieran las cosas que no convienen;…» (Romanos 1: 26 – 28).
Considerando todo lo hasta aquí expuesto, les solicito que abran su espíritu al discernimiento espiritual y noten como cada vez que en las Sagradas Escrituras se reporta y denuncia la existencia y tolerancia de la sodomía en Israel, seguramente dicha práctica ésta acompañada de la idolatría. Leyendo entonces los lineamientos bíblicos con mayor profundidad entendemos que el Eterno denuncia los pecados de su pueblo, tales como la estafa, la explotación de los pobres, la injusticia social, la falta de imparcialidad por parte de los jueces, sacerdotes y reyes (líderes) que provienen de la decadencia que trae la idolatría como matriz de todo pecado parecido. Pero, en todos los casos, la maldad de los hombres termina con la sodomía como la praxis más baja de las tinieblas que han entenebrecidos las mentes rebeldes, a tal punto que dicha perversión termina ingresando en la casa de Dios.
Hoy, notamos que esta situación ha llegado al seno mismo de la denominada Iglesia cristiana. Así llamados “cristianos”, especialmente los jerarcas que los manipulan, en lugar de proclamar el Evangelio del Reino en el Yugo que ofrece el Mesías, pierden el tiempo reuniéndose en cónclaves para discutir el lugar que los sodomitas merecen en su medio. La única esperanza para detener la abominación de la sodomía es sin duda alguna generar una asamblea vigorosa y sana, desde un regreso a las sendas antiguas, es decir, al Camino que nuestro padre Abraham decidió transitar en la Instrucción (Torah) de Yahvéh. Pero, lamentablemente aquellos que pretenden representar a la “Iglesia de Cristo”, hacen día a día declaraciones desde sus dogmas ayornados a los lineamientos de del establishment reptiliano y su protocolo gay. De este modo tratan de evitar la menor condena de este horrible pecado.
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