Por P.A. David Nesher
La Torah nos presenta a Yitro como un asesor de gobierno exitoso. Él supo identificar un problema técnico y proporcionar un buen asesoramiento. De esa manera, Yitro aconseja a Moshé que “cambie de bando”; esto es que, en lugar de ser un emisario del Eterno, sea desde ahora un enviado del pueblo para dirigirse a Dios. Moshé aceptó humilde y amablemente su consejo. Y es que Moisés era un alma enseñable, por lo cual su tipo de liderazgo alcanza gran crédito; cuando Yitro le dijo no esta bien lo que haces, Moisés lo escuchó; y además no ocultó tampoco quién le sugirió tal método. Moisés sabía como no inclinarse a las murmuraciones de los hijos de Israel (Éxodo 17:3), pero también sabía escuchar el consejo piadoso de un hombre sabio como Yitro.

Así pues, aconsejado por Yitro, Moshé nombró hombres capaces como jefes de millares, de centenas, de cincuentenas y de decenas. (Éx 18:13-26.). Se organizó a la nación de modo que dispusiera de jefes autorizados para encargarse de casos de menor importancia cuando fuera necesario. En el método de Moisés para administrar, algunos tenían una mayor posición que otros. Pero aún Dios honró el fiel servicio de los jefes sobre diez como a los que sirvieron como jefes sobre mil. Funcionando así, los casos complicados o difíciles, o de importancia nacional, tenían que presentarse a Moisés o al santuario delante de los sacerdotes.
Estos casos difíciles tenían que ver con:
- sospecha de la castidad de la esposa (Nú 5:11-31),
- derramamiento de sangre después de una disputa (Dt 17:8, 9) y
- acusación de sublevación contra un hombre, pero con pruebas confusas o sospechosas (Dt 19:15-20).
Los sacerdotes eran los que debían oficiar en los casos de asesinato no resuelto (Dt 21:1-9).
No había medio para apelar a un tribunal superior, pero si los jefes de decenas no eran capaces de resolver un caso, podían pasarlo a los jefes de cincuentenas, y así sucesivamente, o presentarlo directamente al santuario o a Moisés. (Éx 18:26; Dt 1:17;17:8-11.).
Puesto que los jueces tenían que ser hombres rectos que juzgasen según la ley divina, representaban a Yahvéh. Por lo tanto, el estar de pie delante de los jueces era como estar de pie delante del Eterno (Dt 1:17; 19:17; Jos 7:19; 2Cr 19:6).
Los jueces, y todo el tribunal que ellos conforman, están puesto sobre los ciudadanos autorizado por El Shadai (El Todopoderoso), ya que toda autoridad es puesta por Él, tal como lo enseñaba el apóstol Pablo a las comunidades mesiánicas de Roma:
“Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por permisión de Dios existen.”
(Romanos 13:1)
Es muy importante tener en cuenta lo que la revelación divina enseña: lo que el juez dicte tiene que ser respetado como si hubiera venido directo del Cielo. Ahora bien, la única ocasión cuando no se debe obedecer la sentencia de un juez es cuando no sigue las normas de la Torah. Por eso es muy importante que un juez entienda su responsabilidad para juzgar según la justicia de Elohim (El Juez Supremo), y no según sus propios criterios personales.
En esta parasháh quedaba bien claro en la mente de Israel que Yahvéh es siempre el único Juez. Las personas dotadas por Él de autoridad no son más que representantes de Su Justicia. El pueblo del Eterno no está regido por un sistema político que se bastara a sí mismo, que se justificara a sí mismo. Israel es un pueblo libre. Pero no es un pueblo soberano. Es un pueblo que sirve al Señor con cada pensamiento y acción. Un pueblo en el que todo es avodáh (servicio sacerdotal). Un pueblo que ha sido liberado para que sirva con amor al Eterno. Un pueblo que será juzgado conforme a esta avodáh (servicio).
Así también, Israel comprendía con esto que Yahvéh anhela que el pueblo que ha experimentado la violencia de la opresión de los poderosos sobre los más débiles cuando estuvo en Mitzrayim (Egipto), no quiera más esta violencia entre ellos, y comprenda su vocación de hacer justicia y practicar misericordia, para organizarse como una nación perfecta.
Finalmente el consejo de gestión se hizo realidad; …“jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez”. Había 600 jefes de mil, 6,000 jefes de cien, 12,000 jefes de cincuenta y 60,000 jefes de diez, en total 78,600 jefes sobre los 600,000 varones en Israel. Esto nos enseña que hubo una estructura de jerarquía con una escala de autoridad que podemos apreciarla en el siguiente cuadro:

Podemos ver claramente que:
- Cada uno de los jefes de diez estaba sujeto en obediencia a un jefe de cincuenta.
- Cada uno de los jefes de 50 tenía cinco jefes debajo de sí y un jefe encima de sí.
- Cada uno de los jefes de 100 tenía dos jefes debajo de sí y un jefe encima de sí.
- Cada uno de los jefes de 1000 tenían diez jefes debajo de sí.
- Sobre los 600 jefes de 1000 estaban los 70 ancianos que fueron escogidos como gobierno en Israel, el Sanedrín.
- La cabeza del Sanedrín fue el sumo Sacerdote Aharón, que estaba sometido a Moshé rabenu.
Entonces: ¿Qué es una Congregación?
A partir de aquí, me siento en la responsabilidad de aclarar que la expresión “asamblea” o “congregación” que se usa en la Torah, en muchos casos significa todo el pueblo; pero así también las Sagradas Escrituras en otros momentos hablan de llevar causas judiciales delante de la asamblea o congregación. Cuando esto ocurre la expresión «asamblea» o «congregación» se refiere a los que representaban al pueblo, es decir, a los Elohim (jueces) [ver: Números 35:12, 24, 25 y Mateo 18:17].
Entonces, así como toda nación necesita este tipo de jueces para que haya justicia y paz en la sociedad, aquellos que somos hijos primogénitos del Eterno, debemos también generar espacios reflexivos que nos permitan revalorizar la autoridad espiritual, y esta delegada en jueces (oficiales de la asamblea que puedan juzgar con justo juicio en la Unción del Eterno).
Los Tribunales de Justicia en las Congregaciones del Mesías.
“Presten atención a sí mismos y a todo el rebaño, entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear la congregación de Dios”
(Hechos 20:17,28)
Entendemos que aunque la autoridad seglar no ha conferido a las congregaciones del Mesías poderes para actuar como tribunal, cada asamblea sí puede tomar medidas contra los miembros cuya conducta requiera disciplina espiritual, y hasta puede expulsarlos de la congregación. Por ello, el apóstol Pablo dice a la congregación, es decir, a sus representantes, a los que tienen la supervisión (obispado), que deben juzgar a los que forman parte de la congregación (1Cor. 5:12, 13.)
Al escribir a las congregaciones y a los obispos, tanto Pablo como Pedro recalcan que los presbíteros (ancianos) deben estar muy atentos a la condición espiritual de la congregación y deben ayudar y amonestar a cualquiera que dé un paso imprudente o en falso (2Tim. 4:2; 1Pe. 5:1, 2; compárese con Gál 6:1).
En las comunidades mesiánicas del primer siglo estaba claro que los que causan divisiones (o sectas) tienen que recibir una primera y una segunda amonestación antes de que la congregación intervenga (Tit 3:10, 11.). De ellos, los que persisten en el pecado tienen que ser expulsados. De este modo se disciplina a los transgresores y se les muestra que su proceder pecaminoso no puede tolerarse en la congregación (1Tim. 1:20.).
El apóstol Pablo ordena a los hombres que tienen la responsabilidad de actuar en calidad de jueces en las congregaciones que se reúnan para escuchar problemas de esa naturaleza (1Cor. 5:1-5; 6:1-5.) Al hacerlo, solo deben aceptar la veracidad de la acusación sobre la base de dos o tres testigos, sopesar las pruebas sin prejuicio y no hacer nada movidos por parcialidad (1Ti 5:19, 21).
Es el mismo Yeshúa Rabenu quien mandó a sus discípulos que, si alguno pecaba contra otro, primero se esforzaran por arreglar el asunto entre ellos. Si no lo conseguían y la ofensa era de naturaleza seria, tenía que presentarse a la congregación, es decir, a los encargados de la dirección de la congregación (c.f. Mt. 18:15-17).
Pablo más tarde dijo a los discípulos de la ciudad de Corinto que debían zanjar las desavenencias de este modo y no recurrir a los tribunales seglares. (1Cor. 6:1-8).
Cabe aclarar aquí que cuando el Mesías instruye a sus discípulos a no juzgar, lo hace desde el punto de vista de la relación personal. Él dejó bien claro que en nuestra relación con el prójimo no está permitido juzgar al otro, pero ese no es el caso de un Beit Din (Tribunal de Justicia) oficiando en cada congregación. El contexto de Mateo capítulo siete habla de juzgar sobre los errores que uno ve en el prójimo. Cuando uno señala los errores del prójimo normalmente es una evidencia de que uno mismo tenga esos defectos en mayor escala. El que se molesta por la mota en el ojo de su hermano es el que tiene una viga en su propio ojo. Por lo tanto, de acuerdo con el yugo del Mesías, en la relación personal hay que ser muy cuidadoso de no juzgar sobre lo que uno piensa que son los motivos del prójimo. Normalmente no se sabe la razón detrás de los comportamientos de los demás. Sólo Yahvéh conoce los motivos del corazón y allí no tenemos el derecho de juzgar ni en el nivel personal ni en un tribunal humano. Por ello, el mismo Señor enseña que un tribunal humano sólo puede juzgar hechos concretos, no los motivos, ni las cosas ocultas.
Lo que el hombre hace en secreto será juzgado por el tribunal celestial que todo lo ve. Pero las cosas concretas pueden y deben ser juzgadas por un tribunal humano, siguiendo las normas establecidas por la Torah para ellas.
Delegar responsabilidades le permitió un respiro a Moshé y mejoró la calidad de gobierno sobre el pueblo. También sirvió para prepararlos mentalmente para el sistema de gobierno que tendrían en Canaán.
Si usted, que lee estas líneas se encuentra en una posición de liderazgo, tenga siempre en cuenta que delegar apropiadamente ciertas responsabilidades multiplicará la eficacia y eficiencia del ministerio que el SEÑOR le dio, y a la vez le otorga la oportunidad a otros de desarrollar sus dones y talentos en el área sagrada del servicio al propósito eterno de Dios.
Elevo mi oración rogando que el Eterno levante jueces maduros entre nosotros que puedan juzgar correctamente y poner justicia y paz en el pueblo.