Por Moisés Franco
Al leer esta ascensión me llamó la atención que el Eterno al ordenarle a Nóaj y a los suyos salir del arca declara una orden que implícitamente oculta una bendición: “fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra”. Y no lo hace una vez, sino tres en el mismo pasaje (8:17; 9:1;7).
Pero lo más llamativo es que los bendice con las mismas palabras que a la primera humanidad en el jardín del Edén (Bereshit 1:28).
Así mismo, en el capítulo 8 también destaca el Señor la autoridad que el ser humano tiene por sobre toda la creación, algo que también le dijo a Adán. Es como si estuviera enfatizando que ha perdonado a la humanidad y quiere volver a empezar.
El P.A. David Nesher ha enseñado que la creación y sus ciclos naturales están representados por el número 7 (días de la semana, años sabáticos, notas musicales básicas, orificios faciales; etc.) y por eso el número 8 representa dos cosas: por un lado, nuevos comienzos, ya que termina el ciclo y empieza otro; pero también, lo sobre natural (es decir, lo que está más allá de lo natural).
Ambos significados son complementarios dado que pienso que si hay algo sobrenatural es la capacidad de volver a empezar, de levantarse de la muerte ya sea física o espiritual, es la capacidad mesiánica por excelencia, como demostró Yeshúa el Mesías.
Tal vez por eso fueron ocho los integrantes del arca que refundaron la humanidad, para dar este mensaje.
Es que YHVH es el Dios de los nuevos comienzos, por eso siempre nos insta a levantarnos, a volver a empezar.
Por eso, desde antes de la creación del mundo, tal como ha explicado Nesher, uno de los diseños pre-existenciales es la teshuvah (capacidad de retornar).
Con esto en mente uno de los más potentes discípulos de Yeshúa el Mesías nos dice lo siguiente:
“De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2 Corintios 5:17-19 |RV60)
Cualquiera que dice estar en el Mesías verdadero debe amar la reconciliación. Eso implica que, sin importar cuántas veces peque, se levanta. No como si nada hubiera pasado, sino con la humildad suficiente para depender cada vez más del Eterno y pecar cada vez menos.
También representa la obligación de trabajar por estar en paz con todo vínculo (incluso uno mismo), según se nos indica en Romanos 8:18.
Y en tercer lugar, pero no por ello menos importante, significa estar dispuestos a trabajar incansablemente con todos nuestros recursos internos y externos para que la humanidad se reconcilie con el propósito eterno de YHVH.
Cabe aclarar que volver a empezar y reconciliar vínculos no significa ser testarudo y obstinado en una idea inviable o una relación que es insana. Tiene que ver con no quedarnos atascados en la muerte ontológica que dejan los fracasos y levantarse abiertos a dejarse guiar algo mejor que antes.
Es un sano punto de equilibrio a mitad de camino entre la obstinación y la falta de perseverancia.
Pero, si en alguno/s de los puntos antes mencionados estás fallando (si te cuesta muchísimo levantarte de tus fracasos y adversidades; si guardas rencores hacia ti mismo u otros; si no te interesa mucho proclamar la reconciliación de Cristo)…entonces amado hermano y consiervo, es momento de que retornes al corazón de Abba, que te des cuenta que te has alejado de su intención para tu vida y decidas volver a empezar.
Si estás leyendo esto es porque no es tarde, Él te está esperando, porque es el Dios de los nuevos comienzos.
En amor y servicio Moisés