Por P.A. David Nesher
«Y tomarás dos piedras de ónice, y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel; seis de sus nombres en una piedra, y los otros seis nombres en la otra piedra, conforme al orden de nacimiento de ellos.
De obra de grabador en piedra, como grabaduras de sello, harás grabar las dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro. Y pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, para piedras memoriales a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante de Yahvéh sobre sus dos hombros por memorial.
Harás, pues, los engastes de oro, y dos cordones de oro fino, los cuales harás en forma de trenza; y fijarás los cordones de forma de trenza en los engastes.»
(Éxodo/Shemot 28: 9-14)
Hemos ya visto que el pectoral era una prenda que el Sumo Sacerdote llevaba sobre el pecho cuando entraba en el Mishkán (Santuario) o tenía que decidir cuestiones de gran importancia.
Era la vestidura más importante que llevaba el Sumo Sacerdote. Esta prenda representa la parte de sus vestiduras descrita como «vestiduras de salvación«:
«En gran manera me gozaré en Yahvéh, mi alma se alegrará en mi Dios;
porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas.»
(Isaías 61:10)
Recordemos que esta prenda consistía en una pieza de bordado doble, cuadrada de 25 centímetros, de tela muy fina. Estaba engarzado con doce piedras preciosas, cada una de las cuales tenía grabado uno de los nombres de las doce tribus y estaban colocadas en el mismo orden que le correspondía a las tribus en su campamento en el desierto. Así, el sumo sacerdote llevaba simbólicamente los nombres de las doce tribus sobre su corazón cuando estaba delante de Yahvéh.
El material del efod del sumo sacerdote era de la misma clase al usado en la confección del velo del Mishkán, con hebras de oro tejidas en él para añadirle a su «honra y hermosura».
El frente y parte posterior del efod estaban unidos con «hombreras». Se colocaron dos «piedras de ónice», en «engastes de oro», sobre estas hombreras.
La palabra hebrea para «ónice» (shoham). Es interesante saber que la expresión “shohám” ( שהם ) podría remitirse a la raíz “séh”, que significa “cordero”, o bien a la raíz “shovéh”, que significa “ser semejante«. Shohám (traducido como «ónice») se refiere a una piedra muy preciosa que podía «brillar como el fuego». Esto marca diferencia respecto al ónice que se conoce hoy, «que no es ni precioso ni brillante».
El ónice es una piedra que tiene capas blancas que se alternan con otras negras, marrones, rojas, grises o verdes. Parece que el color pálido producido por la combinación de las capas rojas que se transparentan a través de las translúcidas capas blancas de esta piedra les recordaba a los griegos la uña, llamada en griego ó·nyx. Desde tiempos remotos se ha utilizado el ónice en adornos, sortijas y cuentas. Sus capas de diversos colores lo convirtieron en una gema especialmente popular para los camafeos.
Es la primera piedra preciosa mencionada en la Torah. En sus primeras líneas se nos cuenta que la “tierra de Hávilá” era rica en ónice en los albores de la historia.:
“El oro de aquella tierra es bueno; allí hay bedelio y ónice”
(Génesis 2:12)
Ahora bien, el Eterno mostró a Moshé diseños celestiales que enseñaban cómo el Mesías actuaría en Su misión. Por ello, considerar estas dos ónices en las hombreras del efod, resultará muy edificante para nuestra fe. Sabemos por lo que revela este pasaje que en una piedra estaban los nombres Reuvén, Shimón, Leví, Yehudá, Dan y Naftalí. En la otra piedra Gad, Asher, Yisajar, Zvulún, Yosef y Binyamín. Esto significa que había 25 (veinticinco) letras hebreas en cada piedra, 50 (cincuenta) letras en las dos.
El Midrash cuenta como fueron grabadas las piedras. La expresión «en el orden de su nacimiento«, quiere decir que se iban colocando los nombres en las dos piedras de ónix simultáneamente, empezando por la piedra situada a la derecha. A modo de ejemplo, el nombre de Reuvén estaría grabado en la piedra de la derecha, mientras que el nombre de Shimhón, segundo hijo de Israel, estaría grabado en la piedra de la izquierda, y así sucesivamente; de esto resulta que no figuraban seis nombres de acuerdo con el orden de nacimiento en una piedra, y seis en otra, sino más bien, que figuraban alternadamente (Minhah Belulah).
El Midrash también cuenta como fueron grabadas las piedras. Los nombres de las tribus fueron escritos con tinta. Luego fue traído un gusano pequeño como el grano de cebada que se llama shamir. El shamir tenía la capacidad para partir la piedra. Cuando el shamir se comió la tinta, cortó dentro de cada piedra con tal precisión que ni siquiera una minúscula astilla de un diamante se perdió. Como resultado de la incisión. fue grabado el nombre de cada una de las tribus en la piedra de una manera perfecta.
Hemos dicho que Aharón es un tipo del Mesías (es decir, lo representa proféticametne). Aharón llevaba los nombres de Israel ante Yahvéh siempre que el entrara en la Tienda, y se identificaba a si mismo con ellos. Justamente la expresión que se ha traducido «… para piedras memoriales a los hijos de Israel«, debería en verdad decir: «como piedras de recuerdo a favor de los hijos de Israel«. Los sabios intérpretes del hebreo dicen que esto «…quiere decir, que aquellas piedras harán que Aharón recuerde siempre en su pensamiento y en sus oraciones a los hijos de Israel, fijando permanentemente en ellos su pensamiento, y ello lo prepararía para recibir la profecía concerniente a los asuntos de los hijos de Israel. «(Minhah Belulah)
Considerando todo esto, aprendemos que sobre los hombros del Mesías se encuentran los nombres de las doce tribus de Israel, sobre dos piedras negras. Esto nos enseña que cuando el Mesías llevó el madero sobre sus hombros desde la ciudad hasta el lugar donde fue colgado, estaba llevando el pecado de las doce tribus de Israel. Como Israel es la nación sacerdotal, representa a todas las naciones. Así que sobre los hombros del Mesías cargaba el pecado de todo el mundo:
“Debido a la angustia de su alma, él lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos.”
(Isaías 53:11)
Es bajo esta cosmovisión que el apóstol Juan relató la pasión del Señor:
“Tomaron, pues, a Jesús, y él salió cargando su viga al sitio llamado el Lugar de la Calavera, que en hebreo se dice Gólgota”
(Juan 19:17)
En la primera epístola que Juan escribiera, él testifica acerca de esto así:
“El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros (los judíos), sino también por los del mundo entero.”
(1 Juan 2:2)
Las dos piedras de ónice sobre los hombros no solamente hablan de la carga del pecado de los hijos de Israel, sino del gran peso que conlleva ser responsable para el desarrollo espiritual de los demás, tal como lo experimentará el apóstol Pablo en su misión :
“Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las congregaciones.”
(2 Corintios 11:28)
Esta carga es conocida como la carga del intercesor. La intercesión es un ministerio sacerdotal (cf. Lucas 22:32; Juan 17:9). Sobre los hombros del intercesor pesan aquellos nombres que también están en su corazón. Tiene que llevarlos delante del Eterno en todo momento y mencionar sus nombres constantemente:
“…orando siempre con gozo en cada una de mis oraciones por todos vosotros”
(Filipenses 1:4)
“no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones.”
(Efesios 1:16)
“Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados, de que sin cesar, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones”
(2 Timoteo 1:3)
“Doy gracias a mi Dios siempre, haciendo mención de ti en mis oraciones.”
(Filemón 4)
“¿Quién es el que condena? Jesús, el Cristo, es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”
(Romanos 8:34)
Aquí será muy importante abrir nuestros espíritus para recepcionar una curiosidad profunda en significados celestes. Sabemos que el ministerio del Mesías según el orden de Malki-Tsedek fue entregado a sus discípulos cincuenta días después de su resurrección, en el día de la Fiesta de Shavuot (Pentecostés), cuando el Espíritu fue dado (cf. Hechos capítulo 2). Interesante resultará saber que esos cincuenta días corresponden a las 50 letras de los nombres de los hijos de Israel que están sobre los hombros del Mesías. Yeshúa estuvo 40 días con sus discípulos después de su resurrección (cf. Hechos 1:3). Los diez últimos días antes de Shavuot estaba en el cielo. Si cada letra corresponde a un día, vemos como la letra número 41 corresponde al primer día en el cielo. Esa letra es la primera del nombre Yosef, la yud, que tiene el valor 10. En ese día cuando Mashíaj ben Yosef entró en el cielo empezó el proceso de su glorificación y luego consagración como Sumo Sacerdote. Él fue investido en el cielo con esa ropa verdadera, que también tiene los nombres de los hijos de Israel sobre sus hombros. Así él puede llevar la memoria de los hijos de Israel delante del Padre constantemente:
“Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.”
(Hebreos 7:25)
Como el Mesías está llevando los nombres de los hijos de Israel en las dos piedras que están sobre sus hombros, hay un constante recuerdo de su muerte delante del Padre a favor de todos nosotros.
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