La persona promedio pasa por lo menos una hora al día comiendo. Es decir que al llegar a los 30 años, has pasado el equivalente a dos años poniendo comida en tu boca. ¿Cómo podemos hacer de esta una experiencia más placentera, productiva y significativa?
El pensamiento hebreo tradicional tiene mucho que decir sobre lo que comemos, cómo comemos, cuándo comemos e incluso por qué comemos. Muchas de estas cosas son las que recomiendan los científicos modernos.
1. Come cuando tengas hambre.
¿Cuándo fue la última vez que entraste a una estación de servicio para llenar el tanque que ya estaba lleno? Probablemente nunca. ¿Pero cuándo fue la última vez que comiste algo sin tener hambre?
Revisar si tienes hambre antes de llevar ese bocado a tu boca, te permitirá mantener tu peso bajo y construir autocontrol. ¿Asistes al segundo evento de la noche y ya cenaste pero aun así tienes el impulso de seguir comiendo?
Al igual que los nutricionistas contemporáneos, también el Rey Salomón advierte contra del consumo innecesario de alimentos:
«El justo come para satisfacer su alma»
(Proverbios 13:25).
2. Siéntate.
¿Se te hace tarde para el trabajo? ¿Tienes que correr tras los niños? ¿Estás haciendo trámites? No hay ningún problema: simplemente ese no es el mejor momento para ingerir tu comida. Aunque pueda ayudarte a ahorrar tiempo, es una mala idea. En su obra maestra Mishné Torah, el Rambam dice que uno nunca debe pararse o caminar mientras come.
La investigación científica moderna también afirma que comer de esta forma engorda y no es sano. De hecho, incluso hay una dieta basada en esta idea. Se llama «The Sit-Down Diet» (la dieta de comer sentado), y sugiere que consumimos menos calorías cuando comemos sentados que al estar parados o caminando. También digerimos mejor cuando estamos sentados y masticamos como se debe.
3. Reconoce.
Tienes hambre y te sientas para comer. Ahora reconoce de dónde viene la comida. Tomarse tres segundos para reconocer los detalles básicos del platillo culinario que tienes frente a ti puede fijar el tono del resto de la comida. Algo tan simple como reconocer verbalmente el trabajo del cocinero, especialmente si es un padre o tu pareja, puede tener un efecto profundo en tu ánimo.
Prestar atención a cada uno de los ingredientes puede hacer la experiencia incluso más sabrosa.
En el judaísmo, cada vez que se consume un alimento se debe recitar una bendición de reconocimiento antes de dar el primer mordisco. Un error común es pensar que la bendición o brajá que se dice antes de comer es una forma de agradecimiento. No es exacto. Mientras que la bendición de Birkat Hamazón que se dice después de la comida menciona el acto de agradecer, la bendición previa no menciona el agradecimiento. Se trata de reconocer que Dios es el Creador de la comida y en esencia pedirle permiso para tomar Su comida.
4. Aleja las distracciones.
No se puede disfrutar completamente una comida mientras respondes e-mails o miras Facebook. Disfrutar la comida es tan importante para el judaísmo que cada una de sus festividades incorpora en la celebración el placer de comer. Pero nos robamos a nosotros mismos de este disfrute cada vez que comemos sin prestar atención.
¿No te importa disfrutar de la comida? Debes saber que comer distraídamente causa que la digestión sea menos efectiva en desglosar el alimento, lo que disminuye el sabor e incrementa la posibilidad de sufrir inflamación, gases y estreñimiento. ¿Quieres bajar de peso? Los estudios demuestran que mientras más te distraes al comer, más kilos aumentas. Actos simples como prestar atención al olor, sabor, apariencia y textura de la comida, pueden ayudarte a mantener el foco en tu comida.
5. Mastica, traga, espera… Repite.
¿Alguna vez devoraste la mitad del plato en un minuto sin ni siquiera darte cuenta? Engullir toda la cena puede desanimarte pero también puede dejarte con grasa extra en tus caderas.
Desconectar el piloto automático de tu cuerpo mientras comes también tiene grandes beneficios espirituales. Al describir las formas de oponerse a los hábitos alimenticios instintivos, el gran sabio iraquí del siglo XIX, Rav Iosef Jaim, en su libro Ben Ish Jai, recomienda algo que puede ayudarte a tener control. Él escribe que no se debe tomar el siguiente bocado hasta que el bocado anterior no se haya tragado por completo.
La experiencia me enseñó que esto es más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, una vez que lo dominas, este hábito te permite sentirte en control y elevado. En especial si lo llevas al siguiente nivel y dejas los cubiertos en el plato entre bocado y bocado.
6. Agradece.
Ahora que estas satisfecho y tu espíritu se recargó, llegó el momento de agradecer. Decir gracias es mucho más difícil cuando quieres ir a otro lugar. Quizás es por eso que la única bendición que ordena la Biblia es la bendición después de las comidas y no antes de ellas.
Agradecer es un valor judío básico. De hecho, los judíos son llamados yehudim que viene de la palabra Yehodot, y significa agradecer. La gratitud impregna toda la experiencia judía, desde las primeras palabras que pronunciamos al despertar, hasta mencionar nuestro agradecimiento tres veces al día en nuestras plegarias.
Sorpresivamente, hace poco descubrieron los beneficios secundarios de sentirse lleno de agradecimiento, entre ellos una mejora en la salud, el aumento de la autoestima e incluso la posibilidad de dormir mejor. Tomarnos los minutos extras para valorar el privilegio de tener saciados nuestros estómagos ahora debe parecernos mucho más fácil.
Aunque no es práctico para cada comida, esforzarse por llegar a estas metas puede ayudarnos a tener vidas más significativas, controladas y saludables.