“Todo lo que no se expresa, se expresa”. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando no decimos qué es lo que no angustia o nos aqueja, el cuerpo se encarga de expresarlo por medio de dolores y malestares.
Muchos escépticos podrán dudar de estas teorías, pero nadie ha escapado a dolores de estómago en momento de angustias o a dolores de cabeza por no poder resolver un conflicto familiar o laboral.
Desde ya que tenemos claro que muchos dolores pueden deberse a malos movimientos, a haber comido en exceso o a múltiples factores, pero hoy vamos a detenernos en esos dolores que se han vuelto crónicos y que tienen que ver con sentimientos en nuestro fuero interno que no hemos logrado elaborar y “dejar ir”.
Un dolor es un mensaje del cuerpo que te está pidiendo tiempo para procesar emociones que fueron postergadas y que si persistes en evitar, el dolor se transforma en enfermedad e incluso, en enfermedad crónica.
Y a menudo también, detrás de cada dolor, se esconde una parte de uno mismo más joven que quedó fijada en la situación vivida como traumatizante, y es esta parte de uno mismo que simplemente tiene miedo e intenta protegernos en cuanto algunos de sus elementos o acontecimientos reaparecen nuestra vida.
Tal vez un simple detalle, o un aroma puede desencadenar una reacción de miedo de parte de nuestro “yo más joven” que desea protegernos.
Debemos saber que cuando se presenta una situación que nos perturba, el inconsciente registra todos los detalles de este acontecimiento incluso los más insignificantes en los que no prestamos atención, como un aroma suave, un sonido, una sensación en la piel o una imagen. Y son estos detalles los que serán los activadores más adelante, si las emociones que sentimos son escondidas o reprimidas.
Todos debemos tener presente que una situación traumatizante para una persona puede parecer sólo algo estresante para otra, la única diferencia será la experiencia vivida por cada uno en su vida.
Es entonces cuando entendemos que el dolor físico siempre está ligado a un dolor emocional reprimido que no siempre tiene que ver con una cuestión psicosomática.
Desde el punto de vista energético, la energía contenida en la emoción reprimida quedará bloqueada en nuestra mente afectando una parte de nuestro cuerpo dependiendo del tipo de emoción. Esto lo que provocará el dolor e incluso posteriormente, la enfermedad.
¿Dónde se concentran los dolores emocionales?
Los dolores emocionales pueden ubicarse en las zonas del cuerpo en la que la expresión emocional debió manifestarse, pero no pudo hacerlo. Por ejemplo, si tienes muchas ganas de gritarle a alguien que te hizo enojar mucho, podrías desarrollar dolores en la nuca, en la garganta, en las mandíbulas, es decir; las zonas del cuerpo en las cuales retuviste esos gritos de enojo.
Recordemos que lo llamamos “sentimientos”, porque los sentimos en nuestro cuerpo y mientras que nuestra mente piensa que hace bien disimulando las emociones, al cuerpo no podemos engañarlo simplemente porque el cuerpo no tiene acceso a la negación.
Y como no hay una sola manera de que las emociones impacten en nuestro cuerpo, veremos algunos ejemplos de cómo ciertas emociones podrían ser sentidas y localizadas en cada uno de nosotros.
– La ansiedad: la ansiedad puede volverse crónica. Incluso puedes no sentir los signos agudos de miedo, ya que creciste con ellos y tu cuerpo se adaptó. Aunque el cuerpo se adapte por completo, es posible que el miedo pueda manifestarse por entumecimiento muscular, irritabilidad, insomnio y cierto desinterés de tu parte al momento de generar nuevos emprendimientos. El cuerpo también puede sentirse agitado.
– La cólera: se manifiesta a menudo en el cuerpo a través de sofocones, ataques de calor o irritación en la piel. También puede manifestarse a través de tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco, mandíbulas y puños cerrados, respiración irregular o rápida, y una sensación de martilleo en los oídos.
La cólera puede sentirse en la espalda, entre los omoplatos y desplazándose hacia arriba en la parte baja del cuello. También en la parte externa de las mandíbulas.
– La depresión: provoca escalofríos y sensación de pesadez. Sentimos el cuerpo letárgico y con falta de energía. El cuerpo puede también tener tendencia a moverse de manera lenta, rígida o errática.
– El miedo: el miedo puede expresarse con un nudo en el estómago o en el pecho, calambres, sensación de frío, temblores, debilidad o vértigo.
– El síndrome del intestino irritable, las úlceras de estómago, indigestiones y náuseas o también signos de que el cuerpo tiene un miedo contenido que no ha logrado elaborar y del que no ha podido desprenderse.
– La frustración: es similar al miedo pero mucho más contenida. Nos hace pensar que nuestro cuerpo quiere dar puñetazos pero sin tener claro exactamente hacia donde o hacia quién. Los movimientos y la postura pueden volverse rígidos. Algunas veces, la frustración es una combinación de enojo y negación. En estos casos, podemos experimentar signos típicos de la negación como un discurso acelerado, alzamiento de hombros, mirada esquiva, músculos de las mandíbulas tensas y respiración superficial.
– La culpa: esto genera un sentimiento de agitación. Se manifiesta con una sensación de agobio que sofoca, con una irreprensible necesidad de huir. Pueden experimentarse dificultades para respirar y un peso en el pecho similar a una opresión.
– Hostilidad: es similar a la cólera y el enojo, pero no necesariamente necesita un detonante para explotar. En lugar de eso, el cuerpo está en ebullición permanente, y pone en alerta al sujeto hasta en el menor detalle para poder desencadenar un enojo generalizado.
El cuerpo se siente rígido, tenso y bloqueado por acción de la hostilidad.
– La humillación: las sensaciones son similares a las del miedo en el sentido en el que el cuerpo parece volverse de débil e inseguro, pero en lugar de tener frío, sentimos una ligera sensación de calor. Podemos ruborizarnos e incluso sentimos el aumento de temperatura en la piel.
Incluso se puede sentir una necesidad de retroceder como si uno quisiera desaparecer.
– Los celos: los celos son una emoción compleja que pueden contener elementos como el miedo, la humillación y cólera.
Las sensaciones que experimenta el cuerpo al momento de sentir celos pueden variar de una persona a otra. Podemos sentir frío, un nudo en el estómago y una opresión en el pecho que se puede asociar con miedo o también una sensación de calor como cuando nos enojamos o nos sentimos humillados.
Cuando nos descubrimos envidiando la vida de otros, sus logros, sus éxitos, sus relaciones o sus posesiones, presta atención a lo que sientes en el cuerpo y tendrás una base para saber a qué se parecen los celos cuando los sientes de manera sutil.
– La rabia y el odio: estos son instintos supremos. Esta clase de instintos son intrínsecos de la propia existencia y se activan cuando nuestra parte primitiva cree que estamos en peligro. Estos sentimientos se manifiestan a menudo a nivel intestinal y estomacal. ¿Ya te pasó de sentir ardor estomacal? Además de controlar los alimentos que la provocan, si el ardor aparece de la nada, es probable que se trate de rabia no expresada.
La medicina china considera al estómago y a los intestinos como “el cerebro de las emociones” y los malestares en estos órganos aparecen cuando no logramos “digerir” las emociones negativas.
– La tristeza: se siente por lo general a nivel del pecho, y se desplaza hacia arriba a través de la garganta y de los ojos para luego manifestarse a través de las lágrimas. De ahí la famosa expresión “tener la garganta cerrada”, al momento de necesitar un desahogo a través del llanto. También se suma a esto los resfríos a repetición.
– La vergüenza: Este es otro sentimiento “caliente”, que a menudo se acompaña con rubor en las mejillas y sensación de calor. Sin embargo, es posible también sentir entumecimiento interno que te puede provocar escalofríos o un sentimiento de vacío. Al igual que la humillación, la vergüenza puede generarte la sensación de querer desaparecer.
¿Sabías que el Dr. Freud, además de ser el padre del Psicoanálisis, era neurólogo? Después de atender a innumerable cantidad de pacientes, descubrió que muchos de sus males físicos provenían de situaciones de angustia, tristeza, rabia, humillación y todas las que ya hemos visto.
Por ese motivo, se dedicó a estudiar en profundidad, cómo la palabra y la expresión de lo que nos pasa se convierten en un elemento sanador.
Las emociones que no se verbalizan se cristalizan en diferentes partes de nuestro cuerpo.
¿Ya te pasó con algunas de las que vimos? ¿Con cuáles?
Alguien dijo que nuestro cuerpo es como “la película de nuestra” vida, en donde quedan registrados todos los acontecimientos de vamos viviendo.
Si estamos mal y nos dominan sentimientos negativos, nos sentimos enfermos y cuando estamos bien y somos felices, tenemos la sensación de poder enfrentarlo todo.
¿Y qué pasa con estas otras emociones?
– El pánico, puede provocar diarreas.
– La dificultad en no poder encontrar un lugar en dónde ubicarnos, puede provocar infecciones urinarias a repetición.
– Cuando no queremos escuchar cosas que sabemos nos harán daño, pueden surgir las otitis o dolores de oídos.
– Cuando no nos atrevemos a decir algo, aparecen las anginas o los dolores de garganta.
– El miedo a los cambios o a la falta de dinero, provoca dolores lumbares.
– El orgullo desmedido, la negativa a ceder o a someterse, puede generar dolores de rodillas.
– La intransigencia y la dureza, provoca dolores cervicales y rigidez en la nuca.
– Los conflictos con la autoridad o asumir demasiadas responsabilidades, provoca dolores de hombros, sensación de peso en la espalda.
– Apretar los dientes frente a personas o situaciones que no podemos cambiar, provoca dolores de dentales, aftas y abscesos en la boca.
– Miedo al futuro o dificultades para seguir avanzando, están relacionados con dolores en las piernas, los pies y los tobillos.
– Las dudas y la incertidumbre, generan dolores de cabeza.
– La insatisfacción y la sensación de no ser comprendido, además de “acumular” tristezas, genera aumento de peso porque intentamos buscar la satisfacción a partir de la comida.
Ahora puedes identificar mejor el tipo de trastorno que te está afectando.
Si sufres de una enfermedad crónica o no, intenta rastrear qué eventos se dieron en tu vida cuando aparecieron tus dolores por primera vez.
Recuérdalos y exprésalos de manera de que vuelvan a la superficie y puedas sacarlos de tu cuerpo. ¡Créelo, vale la pena!
Muchas veces hay que recorrer un camino escarpado para llegar a un lugar mejor, que es el del bienestar físico y emocional.
¿A quién conoces en esta situación? Comparte, posiblemente seas de mucha ayuda.
Tomado de: Saludable Gurú