Por P.A. David Nesher
“Cuando entres en la tierra que Yahvéh tu Dios te da, y la poseas y habites en ella, y digas:
(Deuteronomio/Devarim 17: 14-17)
«Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que me rodean. Ciertamente pondrás sobre ti al rey que Yahvéh tu Dios escoja, a uno de entre tus hermanos pondrás por rey sobre ti; no pondrás sobre ti a un extranjero que no sea hermano tuyo. Además, no aumentará para sí muchos caballos, ni hará que el pueblo vuelva a Egipto para tener muchos caballos, pues Yahvéh te ha dicho:
«Jamás volveréis por ese camino. Tampoco aumentará para sí muchas mujeres, no sea que su corazón se desvíe; tampoco aumentará para sí grandes cantidades de plata u oro. Sucederá que cuando él se siente sobre el trono de su reino, escribirá para sí dos copias de esta Torah en un libro, en presencia de los sacerdotes levitas. La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Yahvéh su Dios, observando cuidadosamente todas las palabras de esta Torah y estos estatutos.»
Debo reconocer que siempre me pareció extraño que Moshé se atreviera a legislar sobre la creación de una institución que en sus días nadie reclamaba, y que tardaría siglos en introducirse en Israel. Justamente este «detalle escritural» fue el que más me condujo al convencimiento de que la Torah tiene un origen directa y plenamente divino, ya que en este mitzvot profetiza que el pueblo de Israel pediría un rey en algún momento de su historia. Cuando estudiamos el libro de Bereshit (Génesis), notamos que el Eterno también había dicho a Avraham en Génesis 17:6 que: “reyes saldrán de ti”, lo cual constituye también una base para que hubiera reyes en Israel.
Al llegar a los libros históricos nos damos cuenta que la iniciativa de tener un rey no vino del Eterno. Este oráculo divino se cumplió en los días del profeta y juez Samuel, cuando el pueblo pidió un rey (1 Samuel 8:5).
Samuel está molesto. Piensa que el pueblo lo rechaza. No es así, dice el Eterno, me están rechazando a Mí (1Sam. 8:7). Sin embargo, con todo esto y pese a ello, Yahvéh no le ordena a Samuel negarse a ese pedido. Al contrario, le dice: diles lo que les va a costar la monarquía, qué es lo que pueden llegar a perder. Si después de eso, todavía quieren tener un rey, dáselos.
Con esto el Eterno mostró que el propósito de aquel pueblo en tiempos de Samuel al hacer esta petición no era para cumplir la Torah en este mitzváh de Devarim, sino ser semejantes a todos los demás pueblos en la tierra, especialmente a los filisteos que querían por aquel entonces adueñarse de la zona montañosa de Canaán, ricas en la producción de aceite y vino. Esto fue lo que al Eterno lo llevara a manifestarse como contristado por causa de Su Pueblo.
Al estudiar nuestra parashá Shoftim notamos que en ella se describen siete características que tenía que tener el rey de Israel, a fin de no utilizar en forma errónea su elevado cargo para su engrandecimiento personal. Estas pautas de liderazgo yahvista son:
- El rey de Israel tiene limitaciones en el asunto de acumulación de bienes materiales. No puede tener muchos tesoros, así no cobraba al pueblo impuestos abusivos. El rey no puede tener muchos caballos, así no tenía un ejercito demasiado poderoso. Y no podía tener demasiadas esposas, lo que en ese entonces implicaba, entre otras cosas, un límite en las alianzas que podía establecer con pueblos gentiles vecinos (Debarim, 17:16-17).
- El rey de Israel debía ser un talmid jajam, es decir un discípulo de la Sabiduría (o un estudioso de la Torah). Tenía que escribir un Sefer Torah, el libro de Devarim, (17:18) y cargarlo con él a donde sea que fuera. Y tenia que estudiar la Torah “todos los días de su vida” (17:19) para aprender todo lo que Yahvéh esperaba de él y de cada uno de sus súbditos. Su estudio no era para presumir de sabiduría ante nobles y plebeyos, sino para mejorar su proceder y refinar su carácter, como veremos a continuación.
- Quizás lo mas interesante del rey israelita era que, en completa oposición a los que era propio de los reyes gentiles , se esperaba de él “humildad”. Así dice la Torah explícitamente en el pasuk 17:20: [El rey tendrá que leer la Torah…] para que su corazón no se enaltezca por sobre sus hermanos y no se aparte de Sus mandamientos a derecha a la izquierda…”. Amado lector, necesito que notes la suprema lección de humildad: La Torah no dice que el rey de Israel se enaltezca por sobre “sus súbditos” sino” “sus hermanos”. En el pueblo de Dios la relación no era “rey/súbditos”, sino “hermano mayor/hermanos”. Y mientras que en los demás pueblos el rey era la excepción en cuanto a obedecer la ley, el rey de Israel debía ser el ejemplo, en cuanto a obedecer la Instrucción divina, matriz de todas las leyes existenciales.
- El rey tiene que ser escogido por Yahvéh, sí o sí por medio de sus profetas.
- El rey está colocado en una posición sobre Israel.
- El rey es puesto por el pueblo. Es muy interesante que la forma de gobierno que el Eterno establece entre los hombres es tanto teocrática como democrática. Tienen que haber una colaboración en el momento de la instalación de una autoridad, entre el Eterno y el pueblo que va a ser dirigido por esa autoridad.
- El rey tiene que ser israelita de nacimiento, no puede ser extranjero. De esa forma Yahvéh se aseguraba de que un alma pura velara por los intereses civiles y espirituales de Su Pueblo y evitara así la influencia extranjera que pusiera en peligro la cosmovisión yahvista adquirida en el Sinaí.
Interesante es destacar que con la revelación de estas características, la Torah no menciona ninguna Mitsvá de obedecer al rey. De ese modo deja bien en claro que el rey de Israel está mandado a obedecer al mismo Dios al que obedece todo israelita. En los demás pueblos,”El rey es dios”. En el pueblo de Israel, “Yahvéh es el único Rey”.
Al venir a este texto de la Torah hay una verdad que se nos revela y nos debe conducir a darnos cuenta que toda propuesta política si no viene de la mano de la justicia inspirada en el Reino de Dios no funciona.
El Rey Salomón olvidando estas pautas de la Sabiduría
Entonces, tal y como podemos ver, todo el pasaje está plagado de ambivalencia. Los peligros están claramente explicados. Existe el riesgo de que un rey explote su poder, aprovechándolo para adquirir riqueza, o esposas, o caballos (uno de los símbolos de status del mundo antiguo). Esto es exactamente lo que se describe de Shelomó (Salomón) haciéndolo en el Libro de Reyes.
Cuando vamos y vemos la vida del rey Shelomó notamos que el pecó justamente en tres áreas reveladas en estos mitzvot de la parashá Shoftim:
- Tuvo muchos caballos e hizo que el pueblo volviera a Egipto, para comprar caballos, (cf. 1 Reyes 4:26). Cuando los reyes gentiles viajaban, solían desfilar con un gran número de caballos a fin de impresionar al público. El Talmud, explicando este mitzváh, dice que sólo puede poseer los suficientes para sus carros (2 Samuel 8:49). Por tanto, al rey de Israel le estaba prohibido poseer cualquier caballo adicional para pompa y exhibición. La razón fundamental para esta prohibición es la necesidad de cuidar al rey de la arrogancia que conduce hacia el alejamiento del Todopoderoso.
- Tuvo muchas mujeres que desviaron su corazón, (cf. 1 Reyes 11:3-4). Los reyes gentiles de antaño solían poseer grandes harenes. Según el Talmud, un rey de Israel sólo podía tener 18 mujeres, basado en el texto de 2 Samuel 12:8 donde el Eterno habla de añadir dos veces más a lo que el rey David ya tenía. Entonces tenía seis esposas. Con esto la Torah se aseguraba que el rey de Israel se enfocara en su única función: gobernar la Comunidad yahvista conforme a los mitzvot de la Torah, y no perder el tiempo dando rienda suelta a placeres físicos.
- Tuvo mucha plata y oro, cf. 1 Rey 10:21, 27. El Talmud dice que sólo puede poseer lo suficiente para adjudicar para su corte.
¿Cómo pudo Shlomó atreverse a transgredir estos mandamientos?
A cada una de estas mitzvot la Torah le atribuye una razón: «por si su corazón se aleja de Yahvéh«. La sabiduría en Torah que poseía Shelomó era tan inmensa y su corazón tan puro que se sintió seguro de que ningún exceso de esposas alejaría su corazón del Eterno.
Shelomó declaró, «Tengo la suficiente fortaleza para transitar todos los senderos sin pecar«. Consideró que sus actos eran permisibles y, quizás, obligatorios.
Dicen los sabios que su intención era unificar el mundo entero y enseñarles moralidad de la Torah. ¿Qué mejor forma de ganarse la aprobación de un rey gentil que casándose con su hija? Shelomó asumió que la razón que da la Torah, de que “ellos no deben alejar su corazón de Dios” (Deuteronomio 17:17) si es que no aplicaba a él (debido a que el Eterno le había concedido Sabiduría), estaba permitido. Shelomó pensó que podía romper todas las reglas y seguir siendo ajeno a la corrupción. Lamentablemente, y pese a toda su sabiduría, estaba sinceramente equivocado.
Así pues, y por pecar en estas tres áreas, el Eterno mismo le levantó tres enemigos (cf. 1 Reyes 11:14, 23, 26). Si el rey Shelomó hubiera hecho caso a estas pautas de la Torah para su puesto, no hubiera caído en pecado.
Un antiguo Midrash cuenta una metáfora que ayuda a explicar esta caída del sabio rey. Dice que la letra yud de la palabra yarbé, que significa “aumentará”, se molestó con el rey Shelomó cuando transgredió estas prohibiciones de la Torah, y voló ante el trono celestial y se quejó: “Shelomó me desarraigó por transgredir las prohibiciones de acumular esposas, caballos y riquezas. Ahora ha anulado estas mitsvot, eventualmente descarte toda la Torah.” Entonces el Eterno le respondió a la yud: “No temas. Shelomó y miles como él morirán, pero hasta tú, la más pequeña de las letras, jamás serás desarraigada.”
Es muy posible que este Midrash haya estado en la mente de nuestro Maestro Yeshúa cuando pronunció estas palabras ante el pueblo, como están escritas en:
“Porque en verdad os digo que hasta que pasen el Cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la Torah hasta que toda se cumpla.”
(Mateo 5:18)
Con esto necesitamos aceptar que todas las caídas de los hombres desde Adam hasta el último hombre, han sido, son y serán la consecuencia de no hacer caso a los mandamientos del Eterno escritos en la Torah.
Por eso, al estudiar esto, estamos obligados a pensarnos a nosotros en nuestro llamado regio, y desde allí revisar nuestra capacidad de liderazgo.
Tenemos que aceptar que, si creemos estar redimidos por Yahvéh, en alguna medida todos somos reyes, y lideramos algo, e influenciamos sobre personas. Dicha influencia quizá está en nuestro trabajo, liderando proyectos; o quizá somos cabeza en nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro grupo de amigos, las redes sociales, etc.
De ese modo, nos damos cuenta que el atributo de la monarquía en cada uno de nosotros, los hijos primogénitos del Monte Santo, puede ser obvio y evidente, por ejemplo, el caso de las personas que dirigen a otros y les indican qué deben hacer. Así mismo, nuestra monarquía está también la capacidad de influir con nuestra personalidad, nuestros mensajes y el impacto de nuestros actos sobre otras personas, aunque no sea tan obvio.
Debemos aceptar que la monarquía es el poder de la nobleza divina manifestada en nosotros, por lo que debemos cuidar como lo utilizamos, y hacerlo para bien de nuestro entorno. Debemos tener claro que la finalidad al liderar y asumir la responsabilidad de cualquier conducción, no es obtener nuestro beneficio, sino vivir con justicia y armonía para servir al propósito eterno de Dios, escondido en cada ser humano, con amor.
Finalmente: ¿Cuál es el mensaje práctico de Shoftim para hoy? En la comunidad estamos para servirnos con nobleza los unos a los otros. Cada uno de nosotros somos responsables de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. No podemos culpar al vecino. Por lo tanto, le pido que se haga estas preguntas:
“¿Estoy siendo una influencia positiva en mi comunidad, donde sea que esté, donde quiera que vaya?»
«¿Soy respetado como una persona de buenos valores y moral?»
«¿Soy invisible?»
«¿Soy un ciudadano responsable?»
«¿Soy de beneficio para la sociedad sin importar mi edad?»
«¿Soy un individuo egocéntrico que solo se preocupa por lo que me sucede?”
En Shoftim, por medio de la mitzváh de elegir un rey, Moshé nos está advirtiendo, que nuestra sociedad será saludable, en la medida en que cada persona que la integra sea consciente que es importante, aceptando su responsabilidad de servir con nobleza a quienes los rodean.