Por P.A. David Nesher
Ve’eleh shemot beney Yisra’el haba’im Mitsraymah et Ya’akov ish uveyto ba’u.
«Estos son los nombres de los hijos de Israel que llegan con Yaakov a Egipto. Cada uno llegó con su familia.»
Shemot/Éxodo 1:1
La parashá Shemot, primera sección de estudio del segundo séfer (rollo o libro) de las Sagradas Escrituras (llamado Éxodo) nos obliga a pensar en la importancia de la identidad verdadera que se mantiene firme ante toda ofensiva de asimilación sistémica.
Por ello vemos que la palabra hebrea shemot se traduce «nombres». Ahora bien, en la cosmovisión hebrea el nombre de un ser humano no conlleva la necesidad de simplemente otorgarle una identificación, sino que el nombre con el que una persona es llamado constituye su alma y fuerza vital. Es la identidad de su esencia de propósito que marca su misión y destino. Esto significa que cuando el alma habita el cuerpo, obtiene vitalidad a través de su nombre hebreo, y desde él se proyecta en méritos hacia el Olam Havá.
Sabemos que un nombre, en cualquier cultura, es tan inherente a la individualidad de una persona que es prácticamente imposible identificar a alguien sin nombre. Sin embargo, desde la visión celestial, hay un punto en lo más profundo del alma donde no hay un nombre ni un destino inevitable. En ese punto exacto el alma es una parte absoluta con su Creador, no hay manera de que pueda ser identificado.
Teniendo en cuenta esto, necesito ahora que hablemos de un nombre que contiene la encriptación de lo impuro que conlleva al caos. Estoy refiriéndome a Mitzrayim, que lamentablemente en las Biblias cristianas ha sido traducido como Egipto.
El nombre “Mitzrayim” ( מִצְרַ֙יִם֙ ), proviene de la raíz “mitzráh” que significa “comprimir” o “encerrar”.
Desde esta raíz se formará el término metzarím, que significa «límites», «límites de angustia«, refiriéndose a los condicionamientos y frenos que existen en el alma de cada persona programada por el sistema reptiliano imperante. Desde metzarím se conformará el nombre Mitzrayim.
Entonces, desde estas significaciones comprendemos que Mitzrayim es el concepto de la “restricción sin libertad de movimiento” que el sistema reptiliano que impera en la fisicalidad produce.
Esta fue la situación de los israelitas en Egipto, y a la vez, la condición limitada de nuestras vidas cuando somos gobernados por el caos que trae el Ketz (Inframundo).
Los sabios expertos en toralogía nos dicen que “Mitzrayim”, no se refiere solamente a la zona geográfica de Egipto en el NE africano, sino que es un código celestial que alude al “exilio” o «galut» en hebreo.
Por lo tanto, “Mitzrayim” se refiere igualmente a nuestro «exilio personal» que es el sufrimiento, el enojo, la enfermedad, la tristeza, el miedo paralizante y el dolor que se padecen en esta vida. Elementos de toda vida caótica. Así pues, el nombre Mitzrayim simbólicamente trasciende un lugar físico, y representa la esclavitud material y moral.
Entonces y tal como podemos apreciar, la historia de hoy es de un significado profundo ya que nos enseña sobre la penosa esclavitud de los israelitas en Mitzrayim que, en términos de mística, señalan los sabios, no es otra cosa que la relación existente entre el binomio cuerpo-alma, denominado “Egipto” y, el espíritu, que es llamado “Israel”. El simbolismo revelado aquí es que el cuerpo físico es la “prisión” de nuestra alma, y esta, por medio de la ignorancia, la cárcel del espíritu, y por ende, del Eterno, mismo.
Debemos aceptar que cada uno de nosotros, mediante programación sistémica, tenemos un “faraón interno”; cuando las letras que componen la palabra «Faraón» (en el idioma hebreo Parhó) las intercambiamos de lugar, encontramos que se nos forma el vocablo “haoref” que significa “nuca” (parte del cuello pegado a la espalda). El significado “haoref” (cuello o nuca), se comprende de la fraseología: “…Así ha dicho Yahvéh: deja ir a Mi pueblo…”. A lo que faraón se niega. Esta negativa es el “cuerpo” dándole la espalda (la nuca) al “alma”, que se interpreta también como una guerra entre la conciencia materialista contra el espíritu en plena supra-consciencia.
En hebreo, a la zona de unión del cuello y el pecho (parte de la garganta) es llamada: tzipor-hanefesh, es decir «el pájaro del alma«. Dicho esto, y considerando lo anterior, es muy fácil descubrir entonces qué relación «física» tiene Mitzrayim con la angustia.
Mitzrayim es lo que estrecha la garganta (tal como los collares que se les colocan a los esclavos), lo que provoca la angustia.
Mitzraim es angustia.
Durante 210 años lo hebreos padecieron la esclavitud angustiante. Los relatos históricos tradicionales cuentan que las vejaciones no tenían límite.
Entonces nos podemos preguntar, ¿por qué macabro designio el Eterno quiso esperar tantos decenios?
¿Él que es Todopoderoso, no podía liberar a los hebreos antes?
¿No quiso?
¿Qué pasó?
La Torá es muy clara al respecto (para el que sabe leerla con humildad y mansedumbre):
«Asimismo, Yo he escuchado el gemido de los hijos de Israel, a quienes los egipcios esclavizan, y me he acordado de mi pacto.«
(Shemot / Éxodo 6:5)
¿Cuándo se «acordó» el Eterno del pacto con los hebreos?
Obviamente que siempre, pero el relato revela que Él se puso en «campaña» para liberarlos, en el momento en que los hijos de Israel al menos pudieron «gemir» por causa del padecimiento, y a pesar del mismo.
Es decir, si los israelitas no hubieran reconocido su angustia, Dios no los hubiera redimido.
Por lo menos 210 años debieron sufrir lo «indecible», hasta que al menos un gemido colectivo y no egoísta brotó de sus estrechas gargantas:
«Los hijos de Israel gemían a causa de la esclavitud y clamaron a Elokim, y el clamor de ellos a causa de su esclavitud subió a Elokim.«
(Shemot / Éxodo 2:23)
Y, como veremos, eso fue lo único que atinaron a hacer como colectivo, como personas hartas de la esclavitud, pues:
«De esta manera habló Moshé [Moisés] a los hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moshé [Moisés], a causa del decaimiento de ánimo y de la dura esclavitud.»
(Shemot / Éxodo 6:9)
Entonces, si lo disciernen bien, notarán que la angustia es una enfermedad terrible para el alma humana, ya que es una dura esclavitud que conduce al ser humano a vivir con el ánimo decaído.
Es mortal la esclavitud, que frente a la perspectiva de la liberación, ninguna fibra se exalta, ningún júbilo se expresa, sino que, todo lo contrario.
El libro de El Zohar nos enseña que, a medida que nuestro cuerpo físico crece en edad, lo mismo hace el alma. Esto significa que la fuerza del alma entra en el cuerpo de manera gradual, es decir, por etapas; en la misma manera en que Israel, gradualmente se convirtió en esclavo en Egipto.
Pero la guerra espiritual, en un hebreo empieza a la edad del Bar Mitzvá, justo después de que el alma fue dotada de “fuerza espiritual” (yetzer hatov), para dar la batalla a todo lo que en su mente colocó durante 13 años el yetzer hará o tendencia al mal.
LA PUERTA 49 DE IMPUREZA
El Midrash, por medio de una pregunta, plantea lo siguiente:
«Si los israelitas en Egipto estaban en la llamada «Puerta 49 de la negatividad», ¿merecían la redención? Ellos estaban en lo más bajo de la impureza, tanto que, en el momento de la separación del mar rojo, las fuerzas negativas decían al Eterno:
“… ¿Cómo puedes dejar que los israelitas sobrevivan y los egipcios se ahoguen? ¡Israelitas y egipcios están en el mismo nivel espiritual!…”.
Entonces, ¿qué permitió que los israelitas fuesen redimidos aunque estuviesen en ese nivel tan degradado?
Al encontrar la respuesta, nos damos cuenta en qué yace la belleza de la enseñanza de esta primera parasháh del libro de Shemot. Lo que permitió la redención fue que el Creador vio la parte del alma de los israelitas, la parte que está en el interior de cada individuo, esa que nunca se deteriora, el lado que nunca se ensucia a pesar de las acciones negativas que cometemos.
Entonces, entendemos que la redención pudo llegar porque el Creador no se concentró en la persona que está en el «Nivel 49 de negatividad», sino en la parte del alma que no se corrompe: sus 12 nombres, manifestados en el diseño denominado «tribu».
En este sentido, la interrogante de los sabios que estudian los secretos de la Torah es: ¿cómo podemos despertar ese mérito para nosotros, la gente de este tiempo?
Y la respuesta surge de una hermosa y sabia conclusión: sabemos que la manera en la que se comporta una persona, es la forma en la que se comporta la Luz del Creador con ella; la manera en la que nos comportemos con los demás será la forma en la que la Luz del Creador se comportará con nosotros. Eso significa que si eres una persona que encuentra la chispa de bondad en alguien que se conduce negativamente, entonces el Creador te verá y, sin importar lo que hagas, solo se concentrará en la chispa de bondad que hay en tu interior.
Para ir concluyendo, diré que en el caso de Israel en Mitzrayim, se nos hace por completo comprensible que el diseño oscuro de «mitzrayim» los acompañara luego, durante 40 años de «liberación» en el desierto. Ellos tenían a ese abatimiento psíquico totalmente presente en sus alma.
Lo entendemos porque la angustia de los hebreos era inmensa, pues vivían bajo el peor régimen esclavista y angustiante de todas las épocas, que como bien lo describe los jajamim (sabios) intérpretes, no tenía escapatoria, y sólo merced a los numerosos milagros y maravillas realizados por Dios, pudieron liberarse.
Ellos, con sus propios medios, no hubieran sacado ni siquiera un gramo del pesado yugo de Mitzrayim de sus espaldas, de sus gargantas, de sus vidas.
Ellos tuvieron el auxilio de Yahvéh, que cumplía en la oportunidad con lo prometido a los patriarcas (Génesis 15:16), y elevaba (Salmo 145:14) de la desolación al hundido (el conjunto de los israelitas) en el más profundo barro de la inmoralidad que hunde en lo infrahumano.
Así lograremos ver, al estudiar Shemot, nos daremos nuevamente cuenta que tan sólo un quinto de todos los hebreos fueron redimidos de Mitzrayim. Pero ahora, entenderemos mejor el por qué la mayoría «prefirió» el sabor amargo de la esclavitud a la aventura del gozo de la libertad.
Es que los adultos (mayores de 20 años) que salieron del Mitzrayim «físico», no lograron reconstruir su vida como personas saludables y libres. Siempre he enseñado este slogan refiriéndome a esto: «¡Ellos salieron de Egipto (Mitzrayim) per Egipto (Mitzrayim) no salió de ellos!«
Por todo esto hoy, sobre nosotros, recae la responsabilidad de «salir de Mitzrayim», es decir, de esforzarnos por emerger de nuestros propios padecimientos que nos angustian desde la temprana infancia, para ser realmente libres.
¿Cómo lo podemos hacer?
Las respuestas (de los métodos de la terapia «yahvista» que se encuentran en el Seder del Pesaj… Pero de eso hablaremos en otras bitácoras.