Por P.A. David Nesher
“Aconteció en el camino, en una posada, que el Eterno le salió al encuentro y procuró matarlo.
Entonces Tzipora [Séfora] tomó un pedernal afilado, cortó el prepucio de su hijo y tocó con él sus pies, y dijo: -¡Tú eres para mí un esposo de sangre!
Entonces le dejó.
Ella había dicho ‘esposo de sangre’ a causa de la circuncisión.”
(Shemot / Éxodo 4:24-26)
Estamos frente a un confuso episodio relatado por la Torah que conlleva a que esta parte de las Sagradas Escrituras se haya convertido en un texto controversial a lo largo de los siglos… Pocos relatos bíblicos resultan tan extraño como este al momento de una interpretación.
¿Por qué el Eterno hace esto!… ¿Es acaso un Dios bipolar?
La segunda pregunta del planteamiento que hago arriba, surge del hecho que los detractores ateos que recurren a la falsa crítica bíblica como herramienta de interpretación, utilizan este pasaje para argüir que el Dios de Israel es una divinidad con las características propias de los dioses de la antigüedad: la bipolaridad; un día se presenta tierno y cariñoso, y al día siguiente se vuelve furioso, riguroso y destructor. Estos detractores de la emunáh arguyen de que YHVH había convencido a Moshé que era Su escogido para liberar a Su Pueblo, pero ahora, en viaje a dicha misión, se le aparece queriendo matarlo.
Con todo este peso de argumentos enemigos, y para poder realizar nuestra búsqueda de respuestas a estos planteos, primeramente debemos entender y aceptar que este relato, como todos y cada uno de los que componen la Torah, tiene varios niveles de lectura. Uno de ellos, el primordial es el nivel literal, es el de comprensión de los hechos tal y cual están narrados, y tal como acontecieron realmente. Es entender la historia, el suceso, lo que concretamente pasó. Por ello, conviene que analicemos la historia paso a paso.
Después de su encuentro con el Eterno, y de aceptar su vocación divina, Moshé deja el lugar de la teofanía y regresa a su casa. Allí solicita a su suegro Yitro permiso para ir a Egipto con el fin de ver si sus hermanos están aún con vida. Aquí ya hay algo que llama la atención ya que la razón aducida por Moshé no responde a la verdadera realidad del mandato divino que ha recibido. Aquí pues sale la primera pregunta: ¿por qué no le habla a Yitro de su experiencia en el desierto?
Muchos sabios, tratando de dar respuesta a esta cuestión coinciden en decir que hubiera sido demadiado fuerte y hasta increíble para Yitro saber que YHVH se había aparecido a este forastero errante, hijo de esclavos hebreos, que él había adoptado para salvarle la vida. Así pues, y debido a su condición de sacerdote de Madián, él no estaría en condiciones de entender el particular mensaje del Dios de Israel, y particularmente el Proyecto al que Dios convocaba a Moshé e Israel. Resulta más difícil de asumir el proyecto de liberación que aceptar que un arbusto (la zarza) pueda brillar intensamente mientras mientras arde sin consumirse.
De esta explicación surge evidentemente la respuesta a nuestro cuestionamiento: la razón por la cual Moshé intenta disimular sus próximos pasos es porque la liberación a la que es llamado es un plan riesgoso y teme una reacción adversa de su suegro que influencia a una buena parte de la nación madianita. Visto esto así, podremos entender mejor la palabra de despedida de Yitro: «¡Vé!» que hebreo es lek y es un imperativo que sólo podían usar los jefes de familias que lideraban clanes y tribus. En esa condición Yitro envía a Moshé a visitar a su familia y parientes. Así mismo le agrega el saludo «Shalom» (Paz) que no es un simple deseo, sino la fórmula de bendición que usaban aquellos que ejercían autoridad y que deseaban a un súbdito lo mejor para su viaje y los suyos.
Así pues Moshé, conforme a la orden divina, se puso en camino de Mitzrayim (Egipto) con su mujer y su hijos Gershón, el primogénito, y Eliezer, que aparentemente era un bebé.
Durante el camino ocurre un incidente singular: Yahvéh le sale al paso en actitud amenazadora: «quería matarlo» (v. 24)
¿Por qué YHVH quiere acabar con la vida de Moshé cuando lo ha escogido para una misión tan importante y trascendental?… ¿Por qué esto?… Además, ¿a quién quiere matar el Eterno?
Una gran mayoría de estudiosos aseguran que el Eterno quería matar a Moshé, pues él, al haberse criado en la corte del faraón, no había recibido ese rito prescrito por Yahvéh a Avraham y el cual había que efectuar en el niño a los ocho días de nacido. Fue a esa falta que se atribuyó la enfermedad y/o fiebre que lo puso en peligro de muerte queriendo acabar con su vida en el viaje a Egipto. Estos mismos intérpretes aseguran que por esto Ziporáh tomó de prisa a su hijo mayor, lo circuncidó, y con su prepucio tocó el pene de Moshé manchándolo con sangre como si hubiera circuncidado a su marido. En efecto, si bien el texto dice que Tzipora tocó sus pies, la palabra hebrea “régel” (que aquí se traduce “pies”) también suele emplearse en la TaNaK (Antiguo Testamento) como un eufemismo para referirse a los genitales (cf. 1Samuel 24:4; Isaías 6:2; 7:20). Desde esta concepción, los estudiosos concluyen que Tzipora entonces untó el miembro viril de Moshé logrando así que Dios se calmara; y salvó a Moisés de la muerte. Pero esta interpretación, que actualmente es la más extendida entre los biblistas cristianos, crea más problemas de los que resuelve.
Ahora, recurriremos a la herramienta espiritual que nos otorga la Jokmáh (Sabiduría) divina: preguntar.
En primer lugar, ¿cómo es posible que Moisés no estuviera circuncidado?
Según lo que leemos en el rollo de Shemot, Moshé, al nacer, estuvo con sus padres biológicos un mínimo de tres meses (probablemente fue un año), antes de dejarlo en una cesta en el río Nilo (Ex. 2:2). Este era un tiempo de sobra para circuncidarlo, ya que se trataba de un precepto sagrado entre los hebreos, y especialmente prioritario para la tribu de Leví a la que él pertenecía. Pero aún cuando sus padres no lo hubieran hecho, Moshé fue después criado en el palacio real de Egipto; y los egipcios también practicaban la circuncisión, aunque no al nacer el niño, sino cuando llegaba a la pubertad. Y suponiendo que tampoco los egipcios lo hubieran circuncidado, más tarde Moisés se instaló entre los madianitas, nación beduina descendiente de Avraham y Cetura, en la que dicho rito era considerado obligatorio antes del matrimonio. Entonces resulta imposible admitir que a Moshé no lo hubieran circuncidado, ya sea sus padres al nacer (entre los hebreos), al llegar a la adolescencia (entre los egipcios) o al casarse (entre los madianitas).
Más allá de estas evidencias que demuestran que Moshé estaba circuncidado, propongo una especulación más: imaginemos que a Moshé le faltaba la circuncisión… ¿Por qué entonces Tziporah soluciona dicho problema circuncidando a su hijo?
Quienes sostienen la explicación biblista aseguran que fue así para continuar su viaje y cumplir su misión. Por eso prefirió circuncidar a Guershón, y tocar con su prepucio los genitales de Moshé, realizando así una “circuncisión vicaria”, es decir, sustituta que rehabilitaba a Moshé delante del Eterno.
Lamentablemente, esta última explicación resulta absurda, ya que jamás ha
existido en Israel la “circuncisión vicaria”. Más aún, dicha expresión es un oxímoron, es decir, un concepto contradictorio, porque la circuncisión era un pacto personal e intransferible del israelita con YHVH. Nadie podía circuncidarse por otro. Si Tzipora circuncidó a Guershón, sólo pudo deberse a que éste carecía de esa operación, y no Moshé. Esto nos lleva a una primera conclusión: Moshé ya estaba circuncidado, y lo que el texto relata es simplemente la circuncisión de su hijo primogénito.
Así es como todo el contexto literal inmediato lo insinúa: su hijo no estaba circuncidado, y, por lo tanto, carecía de la señal del Pacto que el Eterno hizo con Avraham, por la que se formaba parte del Pueblo Elegido. Pero entonces, ¿por qué Dios decidió atacar y dar muerte a Moshé? ¿Acaso no dice la Torah que, si en Israel un niño no es circuncidado, el castigo debe recaer sobre el propio niño y no sobre su padre? (Gn. 17:14).
No hay razón para que Dios ataque a Moshé. Llegamos así a una segunda conclusión: el objeto de la agresión divina (“darle muerte”) también era Guershón, y no Moshé.
Entonces, y a causa de esto, el Eterno para resaltar la enormidad de esta falta, hace ademán de atentar contra la vida de Moshé, mostrando así que él es el único responsable de este inexplicable olvido… A Moshé, el Eteno le causa la plaga que conducirá a la muerte del hijo primogénito, si él y no hiciera la teshuváh correspondiente.
Ahora bien, estas dos conclusiones firmes (es decir, que el blanco del ataque era el niño, y que la razón fue porque no estaba circuncidado), plantea a su vez otros interrogantes que debemos despejar para poder llegar a la conclusión y revelación correcta:
- ¿Por qué YHVH quiso matarlo, si en la Torah el castigo por no estar circuncidado era la expulsión de la comunidad, y no la muerte?
- ¿Y por qué Dios esperó a que entraran en el viaje a Egipto para atacarlo, en vez de hacerlo antes de comenzar el mismo?
- ¿Por qué Tziporah tocó con el prepucio ensangrentado los genitales de Moisés, si Moisés ya estaba circuncidado?
- ¿Por qué fue ella quien lo circuncidó si según el mitzváh (mandamiento) de la Torah, esta es una tarea masculina?
- ¿Qué quizo decir con la expresión: «Tú eres para mí esposo de sangre»?
- Y la pregunta más importante: ¿Por qué el Eterno decidió que el relator contara este episodio en la Torah misma?
La Décima Plaga Anunciada en un Acto Profético de Fe.
Para resolver cada uno de estos enigmas debemos recurrir a la pista que el propio redactor bíblico nos ha dejado: el contexto del relato.
Si prestamos atención al texto notaremos que en los versículos inmediatamente anteriores, YHVH ordena a Moshé:
“Cuando vayas a Egipto, dirás al Faraón:
«Así dice Yahvé:
Israel es mi hijo primogénito.
Por eso, deja salir a mi hijo para que me dé culto.
Si no lo dejas partir, yo mataré a tu hijo primogénito”
(Éxodo 4:21-23).
Es decir, antes de que Moshé emprenda el viaje de misión apostólica para llevar guehuláh (redención) a Israel, el mismo Dios le informa que piensa mandar contra Mitsrayim (Egipto) un castigo muy grande (más tarde conocido como la “décima plaga” o «muerte de los primogénitos«).
Dicho castigo consistió en que, el día fijado, a la medianoche, YHVH pasó por el país matando a los primogénitos de cada familia que vivía en Egipto, tanto egipcia como extranjera (Ex. 11: 4-8). Los únicos que se salvaron fueron los niños israelitas, “porque Yahvé sabe distinguir entre los hijos de Egipto y los hijos de Israel” (Ex. 11: 7).
Después de anunciar la amenaza de muerte de los niños, sigue el episodio que estamos estudiando. Ahora bien, si un momento antes el redactor hablaba de la muerte de los primogénitos, es lógico pensar que, cuando a continuación dice que Yahvé “quiso darle muerte”, y no aclara a quién, el “le” se refiera al primogénito de Moshé, es decir, Guershón. El contexto, pues, confirma que el agredido no fue Moshé sino su hijo primogénito.
Ataque a la Hora Señalada por el Espíritu de la Profecía
La vinculación de estas dos escenas nos permite entender por qué el Eterno quiso atacar a Guershón. Éste no estaba circuncidado, debido a que Moshé había vivido todos esos años entre los madianitas, y ellos postergaban la circuncisión hasta el momento del matrimonio, como una iniciación a la vida de liderazgo familiar. En cambio, los israelitas realizaban el Brit Miláh (Pacto de Circuncisión) a los ocho días de nacido el bebé varón, señalando que pasaba a formar parte del pacto avráhmico y así recibía protección como parte del Pueblo que el Eterno estaba formando para bendecir a las naciones con la simiente mesiánica.
Por lo tanto Gershón, al aproximarse a Mitsrayim (Egipto) con su familia, no lo hace como un niño israelita sino como un extranjero. Entonces Dios, representado en el Ángel de la Muerte, decide atacarlo y darle muerte, como demostración de la terrible plaga que había predicho en la escena anterior que le acontecería a faraón y los egipcios. Según esta interpretación, la intención de Yahvé no era castigar al niño, ni tampoco a Moshé, sino mostrar que Él es un Dios veraz y que por lo tanto piensa cumplir en serio lo que ha anunciado, y liberar a Israel con todas las consecuencias.
De esta forma también se explicaría el porqué del ataque de Yahvéh al pequeño Guershón durante la noche. Porque es la hora en la que la décima plaga atacará a los primogénitos extranjeros.
En las Pierna del Cuerpo y los Postes de las Puertas
Así se nos aclara, también, otro detalle: ¿a quién tocó Tzipora con el prepucio ensangrentado? Como lo dije más arriba, muchos estudiosos interpretan que fue a Moshé, para fingir su circuncisión. Pero es difícil pensar que el Eterno se hubiera dejado engañar con semejante maniobra supuestamente vicaria. Más bien hay que pensar que tocó al mismo niño.
¿Pero con qué objetivo, si ya lo había circuncidado?
Nuevamente el contexto anterior, que anuncia la décima plaga, nos ayuda a entenderlo.
En efecto, durante la décima plaga, los niños hebreos no se salvaron de la muerte únicamente por estar circuncidados, sino también porque los postes y el dintel de sus casas estaban marcados con sangre (Éx. 12:22), de modo que al pasar el Ángel de la Muerte y notar las manchas de sangre en un lugar visible, siguió de largo preservándoles la vida.
Ahora bien, hemos leído que el texto dice literalmente que Tzipora tocó los “pies”. Aunque dijimos que algunos piensan que podría ser un eufemismo para aludir a los genitales, los sabios aseguran que es mejor aquí tomar la palabra en su sentido corriente, es decir, los pies; o más exactamente las “piernas” o “muslos” (traducción también del hebreo régel).
¿Por qué? Porque las piernas son como los postes de las casas de una familia. Es decir que Tzipora está haciendo (inconscientemente) un acto profético mediante el cual el Eterno señala cómo se salvarán los hijos de los hebreos cuando acontezca la décima plaga, donde cada padre de familia seguirá incondicionalmente la orden de Yahvéh:
«Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana. Porque YHVH pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará YHVH aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir.»
(Éxodo 12: 22-23).
Entiéndase bien esto, el dintel (la zona de la entrepierna del niño) ya estaba marcada por la circuncisión; faltaban sólo los postes, que es lo que Tzipora completó, cumpliendo así el rito que, días más tarde, los padres hebreos
cumplirán en sus casas para salvar a sus hijos.
Por ello, cuando el Eterno, representado en Su ángel, vio al primogénito de Moshé circuncidado, y las marcas de sangre en sus piernas, lo soltó y se alejó de la posada, como más tarde seguirá de largo en las casas marcadas, la noche de la décima plaga.
En verdad, que esta interpretación puede ser correcta, lo confirma
otro detalle. El texto original no dice que Séfora “tocó” las piernas de Guershón con sangre, sino que “untó” sus piernas. Y este verbo es el mismo que se utilizará más adelante cuando se cuente la décima plaga: Dios ordenará “untar” el dintel y los postes de las casas con sangre (Ex. 12:22).
¿Pero por qué fue Tzipora quien practicó el rito, y no Moisés, siendo que se trataba de una función masculina?
Porque en aquel tiempo, las mujeres de Madián eran las encargadas de las tareas familiares, incluida la circuncisión. Cuando más tarde el rito se impregnó de sentido profético a través de los mitzvot (mandamientos) de la Torah, quedó en manos de los varones, particularmente de los sacerdotes. Aún así, las mujeres podían practicarlo en caso de emergencia.
Entonces el autor bíblico muestra a Tzipora circuncidando a su hijo para resaltar lo urgente de la situación, y para reeditar el contexto de la décima plaga, donde todo hubo que hacerlo de prisa (Ex. 12:11).
¿Un hijo por esposo?… ó… ¿Un primogénito que salva al esposos?
Queda un último enigma por descifrar, el más intrigante, y es la exclamación de Tzipora al untar las piernas de su hijo con sangre: “¡Tú eres para mí esposo de sangre!”.
¿Qué significan estas palabras?
La frase hebrea jatán damim (traducida aquí como “esposo de sangre”) es muy extraña, y no vuelve a aparecer nunca más en toda la Tanak (A.T.). Por lo tanto, es muy conveniente que la consideremos tanto en su contexto histórico-cultural como lingüístico.
Por todo lo que hemos dicho, evidentemente está dirigida a Guershón, porque Tzipora la pronuncia al circuncidarlo (Éx. 4:26). Pero la pregunta es evidente y lógica: ¿por qué lo llama jatán (“esposo”)?
Según los exegetas, en tiempos antiguos la palabra hebrea jatán (que aquí se traduce por “esposo” y que también se usa para «novio«) tenía un significado más amplio e impreciso, y se utilizaba para referirse a cualquier pariente. Será más tarde cuando esta expresión quedará restringida al esposo o novio.
Ahora bien, como el relato es muy antiguo, la expresión “Jatán Danim” debe traducirse más bien por “pariente de sangre”; y el grito de Sefora deberá entonces ser leído:
¡“Tú eres para mí pariente de sangre”!
Así esta expresión debe tomarse como una frase ritual. Es decir que son palabra que expresan más bien una especie de jaculatoria (oración piadosa) o exclamación profética, que se empleaba al cortar el prepucio.
Esta expresión en los labios de Tzipora indicaba que el niño, hasta ese momento identificado como un extraño por su falta de circuncisión, adquiría un nuevo parentesco con el clan de su padre: en este caso Gershón pasaba definitivamente a ser miembro del pueblo de Israel.
En este pasaje, la expresión da a entender que Tzipora vio un efecto poderoso en la sangre del hijo para salvar la vida del padre y la misión que este tenía para con Israel, tanto como para ella pasar a ser una mujer israelita por adopción.
Es que con esta declaración Tzipora aludía a que si bien hubo un descuido de Moshé en circuncidar a su hijo de acuerdo al mitzváh del Eterno dado a Avraham, el derramamiento de sangre que acaba de practicar en su hijo primogénito conlleva a reparar el descuido que ocasionó tal cortocircuito en el Mundo de Arriba, y le garantizaba a ella el traspaso de pueblo y de pacto.
Esa expresión insólita de Tzipora: “¡Eres para mí novio de sangre!” evidentemente se hizo porque la circuncisión tenía que ver con un pacto. Ella reconocía que el autor de aquel pacto era YHVH, el Dios de Avraham, Itsjak, y Yaakov, representado aquí por el Ángel de la Muerte. Por consiguiente, al dirigirse al Eterno por medio de su ángel representativo llamándolo “novio de sangre” no parece que Zípora hubiera estado hablando en son de crítica, sino en reconocimiento de su propia sumisión ahora a las estipulaciones de aquel pacto, y no de las tradiciones de Madián, su nación de origen.
Al cumplir con los requisitos del pacto de la circuncisión, ella reconoció que existía un pacto con YHVH y el alma pre-existencial llamada Israel.
Era como si ella hubiese aceptado una posición como de esposa en el pacto de la circuncisión, con YHVH como el esposo. De este modo ella también se declaraba ahora una mujer israelita en todas las letras de la emunáh de Avraham, que se comprometería a que sus hijos y generaciones buscaran ajustarse siempre a las normas y ética revelada por el Eterno a través de las sabiduría de Su Instrucción.
El pacto de la Torah establecido posteriormente con los israelitas dejó claro que en un pacto, el Eterno asume, por decirlo así, el papel de esposo, y la otra parte, el de esposa (Jeremías 31:32).
Por este acto de obediencia al requisito apropiado de Dios, la vida de su hijo ya no estaba en peligro, y la misión redentora de Moshé estaba libre de todo rigor celestial. Así el proyecto de liberación divina comenzó a fluir con un poder inimaginable para aquella familia y para Israel mismo.
Vemos que Tzipora no necesita matar al «enemigo» que amenaza la supervivencia de su hogar; más bien, en su acto de liberación, ella cumple una de los mandamientos de la Torah y así salva a su familia del mal que la acecha. Tzipora nos presenta una consigna fundamental en la formación de identidad y representa un gran desafío para nosotros hoy: cuando la familia nuclear está bajo ataque, los conflictos y las dificultades pueden resolverse cumpliendo los mandamientos que dejarán su huella en las generaciones futuras.
El Dolor de Un Padre ante la Muerte de Su Primogénito.
Pero aún queda un midrash (enseñanza) más que creo importantísimo destacar. Es la enseñanza de cómo debe ser un líder que sigue el llamado del corazón pastoral de YHVH.
Volviendo a leer el pasuk (versículo) 23 leemos:
«hineh anoji horeg et-binja bejoreja«
«voy a matar a tu hijo primogénito.«
El Eterno le está ordenando a Moshé que en algún momento tendrá que decirle al Faraón:
«¡El Eterno dará muerte a tu hijo primogénito!»
Por lo tanto, YHVH, como Dios verdadero, necesita que Moshé se acerque al Faraón, y desde él a cada padre egipcio, con empatía y compasión a fin de no ser sádico a la hora de ver el cumplimiento de esta plaga.
El Eterno quiere que Moshé salga de ser el centro del universo, y logre ver aún a su enemigos como gente que merece ser entendidas desde el lugar que ocupan y en el destino al que se dirigen. ¡Sólo así su misión será correctamente cumplida!
Así pues, desde este evento, el ego de Moshé quedará totalmente eliminado, y la humildad lo caracterizará a la hora de representar a YHVH frente al Faraón y los egipcios.
Moshé tendrá en su alma el claro entendimiento de que el Eterno llegará a utilizar esta terrible plaga con gran dolor en su corazón, pues Moshé, a partir de este evento, adquirirá una conciencia de lo que significa tener a su primogénito en riesgo de muerte por causa de una plaga que el propio Ángel de la Muerte ocasiona.
Por lo tanto, Moshé al elevar su vara y hacer uso del poder delegado por la Guevuráh divina, no deberá hacerlo sin la previa activación de la compasión (Tiferet). Así logrará no hacer abuso de autoridad sobre las multitudes a las que está llamado a servir.
¡Este será el modelo revelado para ejercer un liderazgo mesiánico!…