EEUU, a través de la CIA y el Departamento de Estado, financió en secreto con millones de dólares a grupos opositores sirios y proyectos antigubernamentales, incluyendo un canal de televisión por satélite, según un cable de Wikileaks citado por el periódico The Washington Post.
El canal por satélite Barada TV, con sede en Londres, comenzó sus emisiones en abril de 2009, y duplicó sus operaciones mediáticas para intentar cubrir las protestas contra el presidente sirio, Bashar al Assad, sostén, junto con Irán, de Hamás y Hezbolá en la región.
Este canal televisivo, cerradamente antigubernamental, está estrechamente ligado al Movimiento para la Justicia y el Desarrollo, una red de exiliados sirios con base en la capital británica, precisa el Post.
Los cables diplomáticos de Estados Unidos revelados por Wikileaks muestran que este grupo viene recibiendo millones de euros desde 2006 para poner en marcha el canal opositor y financiar otras actividades en Siria.
En Siria, tanto como en Libia, el objetivo clave es el petróleo y el derrocamiento de regímenes no adscriptos a la estrategia geopolítica centralizadora del eje USA-UE-Israel en Africa y en Medio Oriente.
Bush lo designó como el combate contra las «dictaduras» del «eje del mal«, y Obama, más progre, lo llama proyecto de «democratización«. El trasfondo es la «guerra contraterrorista«.
En las llamadas «revueltas del mundo árabe» los patrones operativos, los objetivos y los intereses estratégicos en juego no son los mismos.
La gran dinámica movilizadora de las invasiones militares, las guerras y conflictos regionales, y los golpes internos de la CIA contra líderes y presidentes desgastados que ya no «cierran» con el control estratégico hegemónico de la primera potencia imperial del sistema capitalista, es el apoderamiento de los mercados y de las fuentes naturales del «oro negro».Un recurso clave (y en extinción) para la supervivencia futura de las potencias centrales.
Según el informe de The Washington Post, el flujo de dinero para los grupos antigubernamentales que hoy protagonizan el centro de las revueltas antigubernamentales comenzó durante la presidencia de George W. Bush después de que congelase oficialmente las relaciones con Damasco en 2005.
Esta financiación siguió con el presidente Barack Obama, a pesar de que se intentó formalmente restablecer las relaciones con el régimen sirio. En enero, la Casa Blanca nombró al primer embajador en Damasco en seis años.
Los cables revelados recogen las preocupaciones del personal de la Embajada estadounidense después de que la Inteligencia siria comenzase a investigar los programas norteamericanos en el país.
Además, desde el gobierno sirio se sugirió al Departamento de Estado que reconsiderara estas campañas de financiación que podría poner en peligro la mejora de las relaciones impulsada por Obama.
Las autoridades sirias «verían cualquier financiación de Estados Unidos a grupos políticos ilegales como un apoyo al cambio de régimen», recoge un cable revelado de abril de 2009.
«La reevaluación del actual programa estadounidense que apoya a grupos antigubernamentales, tanto dentro como fuera de Siria, podría dar sus frutos», añade.
En febrero de 2006, la Casa Blanca con Bush ofreció 3,5 millones de euros a quien «acelerara el proceso de reformas en Siria». Aunque dentro del país, nadie se atrevió a pedir ese dinero por temor a ser ejecutado por traición, señala el The Washington Post.
Por esa época, los exiliados sirios en Europa fundaron el Movimiento para la Justicia y el Desarrollo, que es ilegal en el país.
Los cables lo definen como un grupo «liberal, de islamistas moderados», ex miembros de los «Hermanos Musulmanes», la organización que con distintas ramas actúa en los diferentes escenarios de «revuelta popular», incluida Libia.
El director de noticias de Barada TV, Malik al Abdeh, aseguró que «no tenía conocimiento» de esta financiación. Según él, el canal recibe dinero de «empresarios independientes» sirios y que no tienen ninguna conexión con el movimiento mencionado.
Hay un escenario diferencial para leer los procesos de movilización callejera y de represión militar que se están desarrollado en África y en Medio Oriente, y que la prensa internacional y los centros del poder imperialista mundial manipulan y definen interesadamente como «revueltas populares en el mundo árabe».
La intención, como siempre, es mezclar los intereses y los objetivos en juego diametralmente opuestos, que dinamizan esas movilizaciones masivas contra los regimenes de gobierno vigentes.
La idea de la Casa Blanca, hoy controlada por el lobby judío «liberal» con Obama como gerente, es plasmar en la órbita de sus satélites árabes el «proyecto democracia» renovando la cara del viejo «orden armado» y terminando con la figura gastada de los dictadores al estilo Mubarak que generan odio y resistencia popular.
Desde el punto de vista estratégico, las revueltas callejeras como las desatadas en Túnez, o contra Mubarak en Egipto alimentaron ingenuamente la hipótesis de una «revolución musulmana» o de un «levantamiento popular».
El objetivo en ese caso, fue derrocar al títere, y preservar la continuidad del titiritero. La » salida democrática» en Egipto no fue una opción islámica como pregonan el «progresismo» y la izquierda, sino una opción concertada entre la Casa Blanca de Obama, los halcones del Complejo Militar Industrial y la logia bancaria de Wall Street.
A diferencia del resto de los procesos de «protesta popular en el mundo árabe islámico» infiltrados por la CIA y las inteligencias «aliadas» en Africa, Libia y Siria se inscriben en los patrones operativos de las «revoluciones naranja» en el espacio soviético, o en los «golpes budistas» del Tibet o Birmania, o en la rebelión «reformista» para derrocar a los ayatolas en Irán, encuadrados en la nueva «guerra fría» por áreas de influencia (militar y comercial) que mantiene el eje capitalista Rusia-China con el eje capitalista USA-UE-Israel.
En este escenario diferencial, hay que leer esos procesos que la prensa internacional (interesada en deformar y mezclar los acontecimientos) define en masa como «revueltas populares en el mundo árabe».
No es lo mismo Egipto, Túnez, Yemen, donde la CIA, el Mossad israelí y los servicios británicos operaron (y operan) para sustituir a dictadores prosionistas gastados y en desuso, por «procesos democráticos» digitados por Washington, que Bahrein, una base estratégica de la Quinta Flota USA, donde Irán, a través de la rebelión de la mayoría chiíta intenta derrocar a la monarquía aliada de EEUU.
Ni es lo mismo Libia, donde Muamar Kadafi, un «líbero» experimentado, ex aliado inestable del eje USA-UE, que negociaba por conveniencia con el «mundo occidental», está sometido a un bombardeo permanente por parte de EEUU y las potencias europeas luego de haber abortado el intento para derrocarlo desde adentro.
Ni Siria es lo mismo que Libia. Allí gobierna un régimen chií, aliado firme del eje Rusia-China-Irán-Venezuela, y principal sostén (junto con Irán) de Hamás y Hezbolá en Gaza y en Líbano.
Desde la Secretaría de Estado norteamericano se afirma que Washington «no financia a partidos políticos o movimientos», aunque en muchos casos brinda ayudas a programas que defienden los valores democráticos, que en realidad son programas de formación política antigubernamentales.
Un paso previo, a la financiación de grupos operativos armados como los que están actuando en Libia y en los diversos escenarios de la «revolución árabe islámica» contra gobiernos no dóciles a las imposiciones de Washington y la Unión Europea.
En Siria, a diferencia de lo que está pasando en Libia, la CIA está operando la desestabilización del régimen montada en un enfrentamiento inter-religioso cuya evolución y objetivo apuntan a una guerra civil como la que utilizaron para dividir y controlar Irak.
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Fuente: Feedburner.google.com