Por P.A. David Nesher
«Y le dijo el eterno a Moisés en el Monte Sinaí, Dile a los hijos de Israel: cuando lleguéis a la tierra que os di, la tierra descansara por el Eterno. Seis Años la Sembraras y seis años podaras sus viñas y recogerás su fruto, pero en el séptimo año será el Sábado del Eterno…»
… Y contaras siete sábados de años, o sea siete veces siete años, cuarenta y nueve en total y el día diez del séptimo año, el mes quincuagésimo, día de expiación, harás resonar el Shofar en toda vuestra tierra. Santificareis el año cincuenta y proclamareis en toda la tierra la libertad de todos sus habitantes. Sera año de jubileo para vosotros, devolveréis a cada hombre lo que le pertenece y devolveréis cada hombre a su familia. Ese año no sembrareis, ni cosechareis lo que haya crecido espontáneamente, ni vendimiareis las viñas silvestres. Por ser jubileo, ese año será sagrado para vosotros.
…Y os preguntareis qué comeréis en el séptimo año en vista que no debéis sembrar, ni cosechar nada en el, os impartiré mi bendición en el sexto año para que la tierra rinda con hartura para tres años. Sembrareis en el octavo año y seguiréis comiendo los frutos añejos hasta el noveno año, es decir hasta que venga el producto del octavo»
(Vayikrá/Levítico 25: 1-5; 8 – 12; 20 – 22)
En esta bitácora quiero invitarlos a que nos sumerjamos en la investigación de los códigos de la Torah que afirman el dominio absoluto del Eterno sobre la Tierra y todo lo que en ella hay (Salmo 24: 1).
La Torah ordena, por medio de esta mitzvá (mandamiento) el cese de la agricultura en la Tierra de Israel cada siete años. Este «Shabat» de la tierra se denomina Shemitá. Así como hay semanas de días, así también, en la cosmovisión de Yahvéh, existen semanas de años. Y como el séptimo día de la semana es un día de cese, así también Yahvéh ha establecido que cada séptimo año sea de cese y descanso para la tierra de Israel. Este mandamiento sólo se aplica en la tierra de Israel, no fuera de ella.
Estos mitzvot (mandamientos) revelaban los secretos de los Ciclos del Eterno como métodos poderosos para dominar el factor espacio-tiempo. El año del Señor está dividido en cincuenta y dos semanas, cada una perfectamente marcadas por el Shabat (séptimo día), y de acuerdo a la revelación que Él ha dado, cada semana trae consigo un tipo de energía la cual esta descrita dentro de la Torah, porción a porción. Esto nos revela la magnitud de la inteligencia y la sabiduría que esta detrás de este texto de Vayikrá y también nos deja claro que en este mundo la providencia divina esta constantemente dándonos oportunidades, eso es lo que se llama la espiral del tiempo profético. Es decir que cada vez que pasamos por un punto dentro de la espiral del tiempo la Torah nos dice como poder conectarnos con él para recibir lo que esta disponible en el Mesías. Solamente debemos aprender a recibir todos estos paquetes divinos.
Teniendo esta cosmovisión profética en mente, vemos que esta disciplina administrativa era una práctica entrenaba a los israelitas en la perfecta mayordomía de los recursos naturales y los mantenía conscientes que Yahvéh tiene el control total de la tierra y que por lo tanto Él es el verdadero proveedor de las necesidades de sus hijos.
La mitzvá de la Shemitá le ordena al Pueblo hebreo que deje de trabajar sus campos cada séptimo año, con la promesa de que, milagrosamente, Yahvéh les proporcionará todas sus necesidades. Así, como Shabat, Shemitá es un medio para reconectar todo a su fuente. Esta mitzvá implantaba la conciencia de que mientras un hebreo se aleja cada vez más del punto inicial de la creación, necesita de Shemitá para que ser regresado a él. Justamente cuando la creación parece un recuerdo borroso, la tentación es sentir que nuestra humanidad maneja el mundo y que nuestra inteligencia nos ha traído la recompensa de lo que ella ha logrado. Con Shemitá, nuestro Abba trae un Shabat a la tierra y cambia todo, ya que obliga al alma humana a ser consciente de que todo es del Eterno, por Él y para Él.
Toda la enseñanza de la Shemitá es que la naturaleza es una ilusión. El Eterno dirige el mundo y así como Él hace que no haya pérdida por no trabajar en Shabat, así también él asegura que nada va a ser perdido por cesar de trabajar la tierra todo un año. Esto es para enseñarnos a no convertirnos en esclavos de la «naturaleza», porque este mundo no es más que un corredor al verdadero mundo de la espiritualidad. Pero el ser humano no puede desasociarse a sí mismo del marco del mundo en el cual existe; la Torah claramente le ordena sembrar y cosechar por seis años, así como tiene que trabajar seis días por semana. Pero a través de contar los días de trabajo en relación al Shabat y los seis años de cultivo en relación al año de Shemitá, podemos conectar lo mundano y la rutina con lo sagrado y lo especial.
Sin embargo, el milagro de la Shemitá variaba de acuerdo con su nivel de emuná y bitajón (firme confianza y seguridad en Yahvéh). Tal es así, que estaba la promesa que cuando el pueblo hebreo tenía un nivel alto de emuná y bitajón, la cantidad de alimentos que se cosechaban en el sexto año no variaba de un año a otro; no obstante, alcanzaba para proveer nutrición durante tres años, en vez de uno (vv. 20 -22). El Eterno quiso que el pueblo de Israel no se comportara como lo hacía el resto de los agricultores de las naciones. Por eso les ordenó que trabajen la tierra durante seis años y en el sexto año incrementó la cosecha para que alcance para los siguientes tres años y de esta forma los ojos de los hebreos estarían dirigidos hacia Yahvéh, así como lo hicieron en el desierto cuando recibían el Maná diariamente. De la misma manera, la esencia del año sabático consistía que ellos no trabajen la tierra, no siembren y no cosechen, y sólo confíen en el milagro que Yahvéh les hará, haciendo que la cosecha del sexto año les alcance para tres años consecutivos.
Este cese para la agricultura en el año sabático no significa que no se puede trabajar la tierra sin el propósito de sembrar o plantar, por ejemplo para construir casas. La prohibición solamente tiene que ver con todo trabajo de agricultura y jardinería. Sólo está permitido regar las plantas para que no se mueran.
Con esta llave administrativa los israelitas comprendieron que hay una santidad especial en esta tierra y vivir en la Tierra Santa que Yahvéh les entregó era un gran mérito, y obviamente esto demandaba de ellos una serie de obligaciones. En el libro de Vayikrá, por ejemplo, vemos que del comportamiento de los hebreos depende la lluvia y el fruto de esta tierra:
«Si con mis leyes se encaminarán y Mis ordenanzas observarán y las cumplirán, Yo daré vuestras lluvias en su tiempo, y la tierra dará su producción y los árboles del campo darán su fruto»
(Vayikrá/Levítico – 26:3-4).
Además, Shemitá enseñaba que la paz en la tierra también depende del comportamiento de los redimidos, como continúa diciendo la Torah en el siguiente capítulo:
«Y daré paz en la tierra, y se irán a dormir y no habrá quien os asuste, y erradicaré a las fieras salvajes de la tierra y la espada no pasará por vuestra tierra»
(Levítico/Vayikrá 26:6).
Más adelante, el Espíritu de Yahvé dice:
«Y comeréis de la vieja cosecha, y la vieja cosecha despejarán para dejarle lugar a la nueva»
(Levítico/ Vayikrá 26:10)
El gran exegeta judío Rashí explica este texto de la siguiente manera:
«Y comeréis de la vieja cosecha« explica Rashi: «los frutos se mantendrán y serán tan buenos para conservar, que la producción de tres años atrás será mejor para comer que la del año anterior«, y sobre «Y la vieja cosecha despejarán para dejarle lugar a la nueva» comenta: «pues los lugares de silos estarán llenos de la nueva cosecha y los lugares de almacenamiento estarán llenos de la vieja cosecha, y ustedes tendrán que despejarlos para poner allí la nueva cosecha«.
Para completar ese proceso, si los hebreos cumplían con sus obligaciones, la Torah concluye:
«Y pondré mi residencia entre ustedes y mi Ser no los despreciará a ustedes. Y me conduciré entre ustedes y seré vuestro Dios y ustedes serán mi pueblo»
(Levítico/Vaikrá 26:11-12)
Por eso, Israel entendía que todos los vegetales y los frutos que crecen en el año de shemitá son santos. Por eso hay que tratarlos de una manera digna. Durante ese año todos los productos que crecen en la tierra se quedan sin dueño, de modo que todos podrán comer de ellos libremente y llevar a su casa todo lo que necesiten para un día de comida. De acuerdo con la ley judía, los frutos que crecen durante este año especial en la tierra de Israel son de dominio público y nadie, pobre o rico, puede comerlos.
Sintetizando podemos decir que hay un triple propósito con el año sabático:
Hay tiene un triple propósito con el año sabático:
- Recordar a los hijos de Israel que la tierra no pertenece a ellos sino a Yahvéh, (cf. v. 23; Salmo 24:1).
- Obligar al agricultor a ejercer su fe confiando solamente en la providencia divina para su sustento.
- Dar tiempo al campesino a dedicarse al estudio de la Torah de una manera especial, y disfrutar del confort que es la compañía de su familia.
Año Yobel (Jubileo)
“Contarás también siete shabats de años para ti, siete veces siete años, para que tengas el tiempo de siete shabats de años, cuarenta y nueve años.”
(Levítico/Vayikrá 25:8)
Después del séptimo año de Shemitá, en el año número cincuenta, se anuncia que es año de Jubileo (Yovel), con el sonido del shofar en Yom Kipur. Y este año también es un año en el que la tierra permanece inactiva. El Eterno promete darles a los hebreos una cosecha abundante antes de los años de Shemitá y Yovel, para proveerle sustento al Pueblo comprado por la Sangre de Su Cordero.
Las mismas leyes que aplican sobre el año shemitá, también aplican sobre el año Yovel. En el año de Yovel, toda la tierra retorna a la división original que poseía en tiempos de Yehoshúa (Josué), y se liberan todos los sirvientes israelitas contratados, aunque no hayan completado seis años de servicio. Al sirviente hebreo contratado no se le puede encargar ninguna labor degradante, innecesaria o extremadamente difícil, y no se lo puede vender en el mercado. El precio de su labor debe calcularse de acuerdo con la cantidad de tiempo que reste hasta que quede libre automáticamente.
El precio de la tierra se calcula de un modo parecido. En caso de que alguien venda su tierra ancestral, tiene derecho a redimirla después de dos años. Si se vende una casa en una ciudad amurallada, el derecho de redención se extiende únicamente al primer año luego de la venta. Las ciudades de los levitas les pertenecen en forma permanente.
Se le prohíbe al pueblo hebreo aprovecharse los unos de los otros prestando o pidiendo prestado dinero a interés. Los miembros de la familia deben redimir a cualquier familiar que haya sido vendido como sirviente contratado, a causa de haber empobrecido.
Haciendo una síntesis podemos ver que la Torah nos enseña que hay siete cosas que deben suceder en el Año de Jubileo:
- Habrá libertad para todos los habitantes de la tierra, v. 10.
- Será un año de jubileo, con toques del shofar, v. 10.
- Cada uno volverá a la posesión original de la tierra, según el reparto que se hizo en el tiempo de Yehoshúa, v. 10.
- Cada uno volverá a su familia, v. 10. Se refiere al siervo hebreo que tiene la oreja perforada o uno cuyos seis años de servicio no hayan terminado desde que fue vendido como siervo. Así que la expresión “para siempre” en Éxodo 21:6 está limitada con el año de jubileo. El año de jubileo es por tanto también una señal del siglo venidero.
- No se puede sembrar, v. 11.
- No se puede cosechar, v. 11.
- El año será santo, v. 12.
La Importancia de estos Tiempos en la Visión de Yahvéh.
Considerando todos estos lineamientos se nos revela la importancia que el Eterno da a este descanso de la tierra de Israel cada séptimo año. Si se quebranta este mandamiento hay graves consecuencias al igual que cuando se quebranta el mandamiento de descansar en el shabat semanal y en yom kipur, como está escrito:
“Y a los que habían escapado de la espada los llevó a Babilonia; y fueron siervos de él y de sus hijos hasta el dominio del reino de Persia, para que se cumpliera la palabra de Yahvéh por boca de Yirmeyahu, hasta que la tierra hubiera gozado de sus shabats. Todos los días de su desolación reposó hasta que se cumplieron los setenta años.” (2 Crónicas 36:20-21). Lastimosamente, las leyes no fueron observadas.
Veamos cómo fue este suceso negativo en la historia del Pueblo de Dios:
Israel celebró el primer año sabático, llamado Shemitá el año 21 después del inicio de la conquista y la distribución de la tierra bajo el general Yehoshúa (Josué). La conquista y la distribución de la tierra duró 14 (catorce) años. El año 15 (quince) fue el primer año del ciclo septo-anual y el año 21 (veintiuno) fue el séptimo. Según un cómputo, hubo 836 años desde el año 15 después de la entrada en la tierra hasta la deportación a Babilonia. Entre estos, los años sabáticos y de jubileo sólo fueron observados 400 años y durante los 436 años restantes no fueron respetados. Esto significa que durante 436 años hay 62 años sabáticos y 8 años de jubileo no guardados, los cuales suman 70 en total (62 + 8 = 70). De aquí entendemos que el cautiverio babilónico vino cuando el pueblo de Israel había dejado de guardar 70 años sabáticos, como está escrito:
“Durante todos los días de su desolación la tierra guardará el descanso que no guardó en vuestros shabats mientras habitabais en ella.”
(Levítico 26:35)
El cautiverio babilónico duró 70 años, como está escrito en el libro del profeta Jeremías:
“Pues así dice Yahvéh: «Cuando se le hayan cumplido a Babilonia setenta años, yo os visitaré y cumpliré mi buena palabra de haceros volver a este lugar.”
(Jeremías 29:10)
Para El Eterno estos años eran de suma importancia, pues en primer lugar, le permitían a los hebreos glorificar Su Nombre en Israel. De ese modo permitían que Él soltara provisión en abundancia, al ver que la nación cumplía con sus obligaciones de pacto y nación sacerdotal.
Los años de Shemitá y de Yovel aluden a la era mesiánica de igual manera que el Shabbat Semanal. El Shabbat semanal, con su reposo, dedicación al estudio de la Torah, alabanza a Yahvéh y sentido de paz es una sombra del milenio, la era mesiánica, el reino de los cielos. De igual manera, el año de Shemita presagia al reino mesiánico: Tal como en el año de Shemita, la tierra misma daba a comer a todos, en la era mesiánica, gran prosperidad de la tierra habrá para saciar el hambre de todos, tal como se dice:
“En aquel día, dice El Señor de los ejércitos, cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera.”
(Zacarías 3:10)
El planeta Tierra volverá al estado óptimo y no se necesitarán grandes trabajos para hacerla producir; en un sentido “lo que nazca de sí”, nos alimentará a todos ¡Qué gran bendición ha preparado el Eterno en su Reino! ¡Cuán agradecidos y esperanzados debemos estar para alcanzar los días del Mesías y la renovación de la tierra!
Cuando un hijo primogénito del Monte Santo del Señor interioriza el sentido profundo de Shemitá y Yobel obtiene las herramientas para escapar de la monotonía de estímulos materialistas que sobrecargan nuestro día a día, en cada año de vida que peregrinamos. Una vez que contemplamos el significado de abandonar el dominio sobre la producción propia, entendemos que pidiendo a nuestro Creador por sustento, el significado de la sobrecarga sensorial que atestan nuestro día desaparece. Shemitá y Yobel y el mensaje de los patrones del Ciclo Séptuple (de siete) que penetran toda la mentalidad hebrea, nos proporcionan una oportunidad única de volver a la Fuente y desintoxicarnos del veneno reptiliano del sistema actual de cosas .