Por David Nesher
¿Sabías que el Manuscrito Voynich lleva casi seis siglos siendo una de las mayores incógnitas de la historia?
Seguramente estarás diciendo: «¡Espera un poco David!,… ¿De qué cosa se te ha ocurrido hablar ahora?«
Quiero contarte acerca de un manuscrito que nadie ha podido descifrar… En los anales de la historia, pocos misterios han capturado la imaginación colectiva como el enigma del Código Voynich, el que ha sido considerado por algunos como el libro más misterioso del mundo.
En realidad, este documento data del siglo XV, pero el enigma del Manuscrito Voynich (también llamado «Código Voynich» o «Códice Voynich») comenzó recién en el año 1912, cuando fue redescubierto por el comerciante de libros raros Wilfrid Voynich, en honor a quien fue nombrado este misterioso texto. Se cuenta que este varón encontró el libro medieval en la biblioteca de un colegio jesuita ubicado en las afueras de Roma y de inmediato lo compró para exhibirlo en su librería de Londres, cautivado por la extrañeza de la pieza. Voynich, discernía en lo más profundo de su alma que se llevaba de Italia un ejemplar único que encerraba consigo uno de los más grandes misterios que dio la escritura a lo largo de su historia.
Desde el primer momento, el manuscrito se reveló como una obra de arte enigmática, sus páginas estaban repletas de ilustraciones de plantas desconocidas, diagramas celestiales y figuras humanas en extrañas amalgamas con la naturaleza, todo acompañado de un texto escrito en un idioma completamente desconocido y una escritura que, hasta la fecha, nadie ha podido descifrar. Gracias a una prueba de carbono 14 realizada en 2009 por un equipo de la Universidad de Arizona, se determinó que el volumen fue elaborado entre los años 1404 y 1438.
El Manuscrito en verdad es un pequeño libro, de veintitrés por quince centímetros, con hojas irregulares en su interior, es decir, muchas de ellas están plegadas en dos y tres partes, con lo que equivalen al doble o al triple del tamaño del resto de hojas.
Al día de hoy, el volumen contiene 246 cuartillas, faltando 8 hojas, cuyo paradero se desconoce.
De las 246 páginas, 33 contienen solo texto, el resto de páginas son todo ilustraciones, y todas ellas creadas en tinta y acuarela. Los tonos más comunes en las aguadas son diversos, van entre los verdes, marrones, rojos, amarillos y azules. El contenido de las ilustraciones hace referencias al mundo científico y botánico.
El escrito exhibe una amplia variedad de elaboradas ilustraciones «tan desconcertantes como hermosas» que aún no se pudieron descifrar y un total de 37.919 palabras con 25 letras o caracteres distintos, también desconocidos hasta el día de hoy. Se barajó la posibilidad de que se tratase de alguna lengua oriental, del sánscrito, del tamil e incluso un lenguaje inventado. Sin embargo, ningún estudio logró esclarecer ese misterio.
En cuanto a su tamaño, es de 22 centímetros de alto por 15 de ancho, y cuenta con un grosor de cinco centímetros. Sus hojas están hechas de vitela (una especie de pergamino delgado y durable realizado con la piel de becerros nacidos muertos). Presenta una portada hecha de pergamino de piel de cabra (colocada por alguno de sus dueños posteriores ya que data de los siglos XVIII o XIX) sin ninguna indicación de su origen, es decir, sin mencionar título de la obra, autor o año de creación.Por cierto, la misma fue colocada por alguno de sus dueños posteriores ya que data de los siglos XVIII o XIX.
Sus páginas se encuentran numeradas, aunque se cree que los dígitos también fueron escritos por un propietario posterior del manuscrito y no su autor original. Y en medio, arriba o abajo de las ilustraciones, en cada hoja existe un muy prolijo texto, cuyo alfabeto, código o idioma no ha sido dilucidado aún ni por los más avezados criptógrafos del mundo. Se habló de alguna lengua oriental, del sánscrito, del tamil y hasta de un lenguaje inventado, similar al esperanto. Pero ningún estudio serio condujo a la solución del enigmático jeroglífico. Solo se pudo contabilizar que el texto estaba formado por 37.919 palabras, construidas con 25 letras o caracteres distintos.
Algunos especialistas han asegurado que la codificación, que parece compuesto en un híbrido entre elfo y árabe, y sería la única muestra conocida de este sistema de escritura. Los servicios de inteligencia británicos, el FBI e innumerables investigadores han pasado más de cien años intentando descifrarla, pero hasta ahora nadie lo ha conseguido.
Distintos historiadores cuentan que los astrónomos y alquimistas de antaño suspiraron con anhelo al ver los segmentos astronómicos, con sus ciclos solares y lunares, que parecen retratar una cosmovisión que, aunque antigua, alberga una profundidad asombrosa. Podría ser un reflejo de conocimientos ancestrales que con el tiempo se han esfumado. Estas páginas sugieren una comprensión del cosmos que es al mismo tiempo primitiva y profunda, reflejando posiblemente creencias y conocimientos que se han perdido en la noche de los tiempos.
En otro giro de su enigma, el Código Voynich alberga baños termales llenos de mujeres (ver foto), ilustraciones que son a la vez inocentes y cargadas de un simbolismo que escapa a nuestra comprensión moderna. Estas figuras humanas, interactuando con una naturaleza fluida y casi mística, sugieren rituales, curaciones y una simbiosis con el mundo natural que nos es ajena.
Lo curioso de todo esto es que al día de hoy, no se ha logrado descifrar ni una sola frase, ni una palabra, ya que no existe ninguna referencia comparativa, ningún otro texto de dicha época en el que está catalogado el manuscrito que ayude a desvelar el secreto. Es un código encriptado en el tiempo, que está destinado a no ser descifrado jamás.
En la enumeración de hipótesis sobre el posible contenido del manuscrito Voynich, a través de los años, los voycologistas conjeturaron que podía tratarse de cuaderno de botánica, un libro cabalístico, esotérico, o relacionado con la alquimia. También se adujo que era un tratado de homeopatía, un catálogo de pócimas mágicas, un texto hermético o, incluso, el diario de un extraterrestre. Se consideró también la idea, nada improbable, de que el libro haya sido ni más ni menos que un timo, la obra de algún exquisito falsificador.
La primera noticia de la existencia del Código Voynich data del año 1580, cuando el emperador Rodolfo II de Habsburgo, muy interesado en las ciencias ocultas, la magia y las rarezas de todo tipo, lo adquirió por la elevada suma de 600 ducados a los ingleses John Dee –un mago que decía comunicarse con los ángeles mediante unas piedras– y Edward Kelley, un embaucador.
Esa alta suma pagada por el emperador para obtener el códice fue esgrimida por algunos como una de las supuestas pruebas de que el libro se realizó a modo de estafa con el fin de sacarle dinero al monarca. Por otro lado, hay historiadores que sostienen que Rodolfo II compró el libro porque le aseguraron que había pertenecido, o incluso, que lo había escrito el filósofo y teólogo inglés del siglo XIII, Roger Bacon.
En los siglos XVI y XVII, más eruditos intentaron descifrar el lenguaje encriptado del códice. El alquimista Jacobus Horcicky de Tepenecz, el bibliotecario imperial Georg Barsche y el profesor de la Universidad de Praga, Johannes Marcus Marci, entre otros. Incluso se envió el libro al jesuita Athanasius Kircher, famoso por intentar descifrar los jeroglíficos del antiguo egipcio, pero tampoco pudo dar con una respuesta y donó el volumen a la que hoy es la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma.
Durante el siglo XX, los criptógrafos de la unidad militar de los Estados Unidos intentaron también revelar los secretos del libro, pero no pudieron. En 1921, el profesor de filosofía e historia medieval de la Universidad de Pennsylvania, William Newbold señaló que había descubierto la clave para leer el texto de Voynich. Pero luego dijo que la había vuelto a perder. Cinco años después este académico falleció, hundido en la demencia, por lo que la comunidad científica comenzó a desacreditar retroactivamente todas sus afirmaciones.
A fin de hacer este cuento más corto, les comparto este corto de Discovery Channel en el que podrán tener un resumen acerca de lo que hoy se piensa de este manuscrito incógnito.
Por sobre todo lo dicho, diré que es el lenguaje de este texto etéreo y esquivo, el que hace que el Código Voynich sea una maravilla perenne. A lo largo de los años, criptógrafos, lingüistas y decodificadores de códigos, tanto aficionados como profesionales, han intentado desentrañar sus misterios. Se ha especulado que es un engaño, una lengua perdida, un código elaborado que requiere una clave perdida hace mucho tiempo o incluso la obra de un extraterrestre dejada a la humanidad. Cada teoría, tan fascinante como la anterior, solo ha añadido capas a su misterio en lugar de desentrañarlo.
Al recorrer el Código Voynich, uno siente una conexión con una época de descubrimientos y maravillas. Sus ilustraciones botánicas, aunque desconocidas, insinúan un universo alterno donde lo familiar se entremezcla con lo inexplorado.
Y en sus rincones más desconcertantes, el manuscrito revela escenas de mujeres en paisajes acuáticos, evocando rituales o prácticas curativas, un enlace con la naturaleza que quizás ya no comprendemos.
El texto del manuscrito es quizás su rasgo más evasivo. A pesar de los innumerables esfuerzos por descifrarlo, sigue siendo una serie de signos y símbolos incomprensibles. ¿Es acaso un lenguaje perdido, un código intencionado o simplemente la obra de una mente brillante jugando con su audiencia? Las teorías abundan, pero las respuestas escasean.
El Código Voynich es un recordatorio humillante en nuestra era digital. A pesar de tener el mundo al alcance de un clic, hay misterios que permanecen intactos, desafiando nuestra curiosidad y humildad. El manuscrito se mantiene como un testimonio de que el pasado, en ocasiones, guarda secretos que no están destinados a ser revelados.