Por: Moisés Franco*
Según el Espíritu Santo de la mano del apóstol Pablo, quienes hemos nacido de nuevo en Yeshúa el Mesías y vivimos en Él, peleamos “la buena batalla” (2Tim. 4:7). Pero el mismo Espíritu en Su sabiduría aclaró en Efesios 6:11-12 “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.
Hasta acá para cualquier persona que se congregue en la iglesia de Cristo esto puede resultar una obviedad, el tema es que en la vida cotidiana parece que tendemos a confundirnos.
Gracias al Eterno nunca he tenido que participar de un conflicto bélico en el que deba portar armas físicas. Pero a partir de películas, relatos orales y el mismo sentido común creo que cuando en el campo de batalla algún soldado es herido por el enemigo, sus compañeros tratan por todos los medios posibles de ayudarlo.
Sin embargo, luego de llevar algunos años en Cristo he podido ver cuán fácilmente los hijos del Perfecto Amor solemos actuar de forma contraria. Cuando uno de nuestros compañeros de milicia se distrae y peca (permitiendo que el enemigo lo dañe) nosotros (o al menos yo y algunos más que he conocido) en vez de ayudarlo a curar lo hemos despreciado o acusado. Honestamente no imagino un soldado diciendo a otro: “¿viste a ese? El enemigo lo hirió y ahora está tirado, ¡ja! A mí ya me parecía que andaba distraído”.
Aclaro que hasta ahora usé la primera persona del plural porque confieso que la actitud antes descripta ha sido común en mí y el Señor con amor me ha ido tratando para cambiarme, en base a eso escribo estas líneas. Si usted jamás actuó así glorifique al Eterno y por favor no se ofenda por el “nosotros”.
En mi tiempo de congregarme en una asamblea, he notado tres reacciones erradas ante el pecado de un hermano:
- Calumnia: acusaciónfalsa, hecha maliciosamente para causar daño (RAE)
- Chisme: noticiaverdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna (RAE).
- Apatía e indiferencia
Lo irónico es que las personas que toman estas actitudes ante el pecado ajeno parecieran ignorar que al hacerlo ellas mismas ya están pecando. Hay muchos pasajes bíblicos que combaten las dos primeras, pero podríamos resumirlas en este:
“Oh YHVH, ¿quién habitará en tu Tabernáculo? ¿Quién morará en tu santo monte?
El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.
El que no calumnia con su lengua, ni hace daño a su prójimo, ni hace agravio a su conciudadano”. (Sal. 15:1-3, versión BTX)
Ahora bien, en cuanto a la tercera actitud, la de la apatía o indiferencia, confieso que ésta ha sido la que en realidad más me ha tocado, contra la que más he luchado y el Señor me ha tenido que procesar.
En cuanto a la indiferencia, hay quienes prefieren mirar hacia un lado y hacer de cuenta que el pecado no existió o que es problema del otro, quien así piensa lamentablemente no discierne el cuerpo del Señor y juicio come cuando toma la mesa de comunión (1 Cor. 11:27-29).
En caso de darle importancia al pecado pero mantenernos callados Levítico 19:17 dice: “no alimentes odios secretos contra tu hermano, sino reprende con franqueza a tu prójimo para que no sufras las consecuencias de su pecado” (versión NVI).
Pero el Eterno, en Su infinito amor y sabiduría, sabiendo que muchos podrían abusar al exhortar a su hermano aclaró: “hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:1-2, versión NVI).
En conclusión, sólo podremos ganar “la buena batalla” contra nuestro adversario si combatimos al pecado primeramente en nosotros mismos y también ayudando a nuestros hermanos a combatirlo pero con una actitud humilde y en amor. Así mismo si nos toca ser receptores de la exhortación soportémosla porque es para nuestra edificación.
Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.
No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca. (Heb 10:24-25, versión NVI)
*Diácono en Ministerio Monte Santo