Autor: Santiago Aguilar Morán
La madrugada del 11 de septiembre de 1973, las tropas dirigidas por el general Augusto Pinochet comenzaron el desembarco en Valparaíso y avanzaron hasta Santiago de Chile, donde hacia el mediodía rodearon el Palacio de La Moneda para presionar la salida del socialista presidente democráticamente elegido, Salvador Allende, al que asesinaron hacia las 11:00.
En noviembre de 1970, el pueblo de Chile vivía uno de los procesos políticos más esperanzadores del continente. Salvador Allende llegaba a la presidencia del país suramericano con la certeza de transformar el Estado hacia un modelo socialista por una vía antes no experimentada: la vía pacífica.
Los cambios profundos impulsados por Allende y celebrados sobre todo por los sectores más populares, no fueron del agrado de las políticas norteamericanas, quienes desde el primer momento emprendieron una campaña de desestabilización, sedición y sabotaje que terminó, al cabo de tres años, con el bombardeo del palacio presidencial y la muerte del hombre de la paz.
Aún después de que la fuerza aérea chilena bombardeó las instalaciones de Radio Corporación y Radio Portales, Allende dio un último discurso -en Radio Magallanes- en el que aseguró que sus palabras no tienen amargura sino decepción. “Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo (…) Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, dijo en su última aparición por radio.
En aquella ocasión, Salvador Allende vaticinó aquello que veía venir: la fuerza avasalladora de los militares chilenos. Los muertos se cuentan por miles en esa época y aún hoy quedan rastros de las familias destruidas, de las voces apagadas.
La historia se ha encargado de juzgar a los traidores, a los que prefirieron servir al interés de EE.UU. en lugar de jugarse –como lo hizo Allende- por su pueblo. Augusto Pinochet se hizo del poder a la fuerza y creó un régimen de terror que duró cerca de 19 años.
Las palabras finales del presidente, a través de Radio Magallanes, fueron proféticas ese 11 de septiembre, cuando los militares chilenos, comandados por el genocida Augusto Pinochet, iniciaron el brutal ataque aéreo y el posterior asalto al Palacio de la Moneda.
Entre los miles de asesinados y desaparecidos se cuenta al cantautor Víctor Jara, quien retrató la realidad chilena en sus canciones. Cuando estaba detenido en el estadio nacional junto a miles de activistas y jóvenes progresistas de Chile; los militares descubrieron quién era, le destrozaron las manos con la culata del fusil y lanzándole una guitarra le gritaron “Ahora sí, canta”.
Ese es un fiel retrato de lo que significó la entrada de los militares en el poder, abrigados por la protección gubernamental estadounidense contra la democracia chilena, hace ya 41 años. Ese fue el 11 de septiembre que aún hoy lamenta Suramérica.
Allende profetizó que un día, más temprano que tarde, la democracia avanzaría en América Latina, y que se “abrirían las amplias alamedas”, para un ser humano nuevo, constructor de un orden distinto.
Allende y el proceso chileno constituyen un legado democrático, para América Latina. El pensamiento del presidente Allende y la experiencia chilena, deben ser leídos y analizados, en el escenario del siglo XXI. Su testimonio constituye una fuente inagotable que puede iluminar nuestra actual realidad nacional, regional y latinoamericana.
El Secretario de Estado de EE.UU., Henry Kissinger, actuó directamente en el golpe de Estado contra Salvador Allende
Henry Kissinger, el secretario de Estado de EE.UU., persuadió al presidente Richard Nixon de la necesidad de intervenir militarmente en Chile por considerar que ese modelo socialista podía tener un “efecto insidioso” en la región. Así lo revelan una serie de documentos recientemente desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional del propio Estados Unidos.
El golpe de Estado contra Allende se produjo hace 41 años. Los documentos publicados ubican a Kissinger como el principal arquitecto de la política de los Estados Unidos para derrocar al mandatario chileno, y ayudar en la consolidación de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.
Los documentos, que incluyen transcripciones de las «conferencias telefónicas» de Kissinger, proporcionan información clave sobre los argumentos, decisiones y operaciones que Kissinger realizó y supervisó durante su mandato como consejero y secretario de estado de seguridad nacional.
Ocho días después de la elección de Allende, Kissinger comenzó a tratar el tema de Chile con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y afirmó, en un encuentro con el entonces director de la dependencia, Richard Helm, que “no dejaremos que Chile se vaya por el caño”.
El funcionario estaba convencido también de que “El ejemplo de que un gobierno marxista haya sido electo exitosamente en Chile tendrá un impacto seguro y sin precedentes en otras partes del mundo”, que según él, participaría de un “fenómeno de imitación” que acabaría por afectar el “equilibrio” entre naciones.
Días después del golpe contra Allende, Kissinger envió secretamente a Pinochet el mensaje de que “nuestro mayor deseo es cooperar cercanamente con usted y establecer una relación cordial y constructiva”.
Militares chilenos de hoy añoran los años del golpe
Asociaciones de militares activos y en retiro reivindicaron el golpe del 11 de septiembre de 1973 que instauró la dictadura de Augusto Pinochet, calificándola de la «fecha fundacional de Chile del siglo XXI», en un inserto difundido este miércoles en el periódico La Tercera.
«Saludamos a todos los chilenos en el día que señala la fecha fundacional del Chile del siglo XXI«, indicó el inserto pagado que está firmado por 20 organizaciones de oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía, activos y en retiro, además de asociaciones de «viudas de mártires» de las Fuerzas Armadas.
Fuente: Agencia de Noticias Andes