La sexualidad en las diferentes culturas tiene un elemento subyacente común, la pulsión sexual humana. A partir de ahí, las significaciones culturales han marcado una diversidad espectacular, tanto así que lo que son tabúes en algunos puntos del planeta, en otros son conductas naturales y cotidianas y viceversa.
La sexualidad en las culturas del África negra es difícil de generalizar debido a la proliferación de tribus, culturas, etnias y religiones. Aún así, existen puntos a analizar que difieren de las generalidades de la sexualidad en el resto de nuestro planeta.
La iniciación sexual en las tribus africanas es bastante temprana. No todos los pueblos tienen exactamente los mismos rituales de iniciación, ni se comportan de la misma manera, pero sí es cierto que a los ojos de Occidente, la sexualidad explícita, la realización de la cópula per se, en estos pueblos se realiza desde la niñez.
En Kenia, dentro de los usos de la tribu Nandi, todas las niñas con 8 años cumplidos son consideradas maduras, y como tal, posesión común del pueblo para tales efectos.
Namibia acoge a los Dschagas, donde hasta que no es circuncidado, un varón no puede tocar ni siquiera la piel de una niña, ningún comentario respecto a después de ser circuncidado.
Los Chewa (Malawi, Zambia y Mozambique), consideran que el éxito de la fecundidad en la edad adulta está directamente relacionado con una intensa actividad sexual en la niñez. Sus ritos de iniciación y costumbres sexuales han hecho que una gran cantidad de púberes y niños pertenecientes a esta tribu estén en gran riesgo de contagiarse SIDA, por lo cual los jefes de estas tribus Chewa están reviendo sus usos y costumbres.
El pueblo Basuto (Sudáfrica), permite las relaciones sexuales entre sus jóvenes, solamente es punible si el juego llega a un embarazo no deseado, la multa: unas cabezas de ganado que paga la familia del varón.
José Domingo Álvarez González, afirma en sus «Ritos de Iniciación», que entre los Ila, los varones jóvenes deben mostrar que han asimilado las lecciones de educación sexual recibidas de sus mayores fingiendo una cópula entre sí o masturbándose en público. En la tribu Kikuyu se practicaba lo denominado «violación ceremonial».
En palabras de Álvarez González: «Los muchachos circuncisos se veían obligados a buscar una mujer casada que les fuera totalmente desconocida y tener relaciones con ella. En realidad la violación era meramente simbólica pues los muchachos se limitaban a autosatisfacerse en su presencia. Tan pronto como el ritual había sido cumplido, cada uno de ellos efectuaba una ceremonia, consistente en arrojar lejos de sí un haz de estacas y los anillos que de madera lucía en los lóbulos de sus orejas, cuyo significado era evidente: se había convertido en un hombre; hasta que no se hubiese llevado a cabo todo esto, ningún muchacho podía contraer matrimonio legítimo con ninguna mujer kikuyu alguna.»
La práctica de la autosatisfacción, a pesar de la libertad sexual en estas sociedades, es una práctica habitual, en muchos casos colectivos, incentivados y de manera completamente natural.
En una cultura donde la poligamia es frecuente, los límites del adulterio son más etéreos que en la sociedad occidental. Aún así, existen prácticas preventivas como la de los maridos Bantú, que antes de la relación sexual pueden untar su miembro con una loción, cuando menos irritativa, que no afectaría a la mujer pero sí a un posible usufructuario de la esposa.
Los Turu, en Tanzania, aceptan la existencia de amantes para las esposas.
Fuente: El Tribuno