P.A. David Nesher
Parasha Pinjas (Números) 25:10 – 30:1
En tiempos de crisis espiritual como los que estamos viviendo, cuando el pecado se normaliza y el honor del Eterno parece ignorado, a veces es necesario que alguien se levante con firmeza, incluso si eso significa hacerlo solo.
En la parasha de esta semana, hemos estudiado que Pinjás no esperó órdenes. Tampoco buscó aprobación social. Él era movido por un celo ardiente por la santidad divina manifestada en el campamento; anhelaba la pureza del pueblo. Pinjás tuvo celo por el nombre del Eterno que estaba siendo profanado públicamente.
Su acto, que a simple vista pudo parecer violencia expresada a su más alto potencial, fue visto por Yahveh como una defensa apasionada de la Verdad revelada en la Torah, y la vida espiritual de Israel que desde ella emanaba. Por todo esto recibió un premio sin igual: un pacto de paz y el sacerdocio eterno.
Aquí aprendemos algo vital: La paz verdadera no es pasividad. La paz verdadera a veces requiere enfrentar con firmeza el mal.
Es por lo aquí aprendido que siempre enseño e insisto en que no todo el que busca la “tranquilidad” en esta vida, manteniéndose en su zona de confort, está en paz con el Eterno.
Siempre mantengamos en nuestra mente la lección que de las mismas Sagradas Escrituras aprendemos: la pasividad ante el pecado puede ser una forma de complicidad silenciosa.
Notamos que Pinjás actuó en un momento crítico, cuando otros preferían mirar a otro lado. Su acto nos recuerda que no es suficiente saber lo que está mal. El verdadero amor por el Nombre del Eterno se manifiesta en decisiones difíciles que honran Su voluntad, aún a costa del aplauso humano.
En estos días de la postmodernidad nihilista, nosotros también estamos llamados a actuar. Estamos convocados por el Espíritu de la Profecía a no quedarnos en la indiferencia. A ser agentes redentivos de santidad en medio de la oscuridad que está invadiendo las naciones. El Eterno nos llama a elegir lo correcto, incluso si eso significa incomodarnos o incomodar a otros.
Y así, como Pinjás, podremos ser merecedores de un pacto de paz: la paz que nace de vivir en fidelidad con el Creador. La paz que sobrepasa todo entendimiento y logra guardar nuestro mundo emocional y nuestro pensamiento en Yeshúa el Ungido de Dios, Dueño y Maestro de nuestras vidas.
Con amor y a tu servicio: David Nesher

