Considerando esta estadística, y teniendo en cuenta que los 800 habitantes de esta ciudad pertenecen al orden clerical, cualquier lector es inducido a preguntarse por qué el clero tiene hoy tanta sed. Y es que de repente el lugar capital de reprensión a todas las pasiones se convierte a la vez el paraíso del bebedor. Esto produce que la mente de los humanos que razonan en una lógica normal vibre en innumerables cuestionamiento. Alguna razón escondida debe explicar todo este desafuero.
Debo agregar a esta información que el Código de Derecho Canónico es muy exigente en el tema del vino de la misa y ordena que en las celebraciones eucarísticas se empleo vino de uva, natural y puro, sin mezcla de sustancias extrañas y en perfecto estado, esto es, sin avinagrar. Por lo que tampoco podemos achacarle a este evento religioso el caminar zigzagueante de los habitantes de la «ciudad santa».
La prensa italiana, ante esta estadística y buscando una explicación que colocara un manto de piedad a este dato, decidió inclinarse a pensar que son los bajos precios del supermercado del Vaticano los que inflan de manera artificial su consumo de vino. En la pequeña tienda, conocida como el «Spaccio dell’Annona» los impuestos son mucho menores que en toda Italia. «La oferta de vinos en este supermercado es bien atractiva, vinos de reputadas bodegas se venden a buenos precios. Pero presumiblemente no todas esas botellas serán consumidas dentro de los muros del Vaticano«, asegura el diario italiano La Stampa. Pero lo interesante de esta explicación lo suma el detalle de que en esta tienda no puede comprar cualquiera. Tan sólo lo hacen los titulares de la tarjeta del Vaticano, que se concede a residentes y trabajadores de la Santa Sede, clérigos y monjas en su mayoría.
Sea cual sea el motivo, lo cierto es que el Vaticano es la nación que bebe más vino por persona que otros países.
Además, según el estudio, su consumo de vino se incrementó en un 20% de 2011 a 2012. En 365 días pasó de 62 litros por cabeza a los 74 litros actuales.