Por P.A. David Nesher
Vayomer elav Yitsjak aviv gshah-na ushakah-li beni. Vayigash vayishak-lo vayaraj etre’aj begadav vayevarejehu vayomer re’eh re’aj beni kere’aj sadeh asher berajo YHVH.
«Le dijo su padre Itzjak:
(Bereshit/ Génesis 27: 26 – 27)
Acércate por favor y bésame, hijo mio. Se acercó y lo besó.
Él (Yitzjak) sintió la fragancia de sus prendas y lo bendijo; le dijo:
“Mira, la fragancia de mi hijo es como la fragancia de un campo que bendijo YHVH.”
Finalmente, Yitzjak avinu, seguro en su propia mente que era realmente Esav el que estaba delante de él dijo:
«Tráeme lo que has cazado, para que lo coma, y te daré mi bendición«.
Yaakov lo sirvió, y su padre comió. También le llevó vino, y su padre lo bebió (27:25).
Es necesario saber que dar un toque significativo era la primera parte del proceso que surgía de la bendición que un padre daba a su primogénito. Luego, tratando una vez más de eliminar cualquier duda, Yitzjak le dijo: «Acércate ahora, hijo mío, y dame un beso» (27:26). Así Yaakov se acercó y lo besó. Para cualquier persona, ya sea un hijo, un esposo o un amigo, el toque significa una parte esencial de la bendición.
Inmediatamente, como segundo paso, el mensaje hablado era parte de la bendición. Sólo estar presente físicamente no es suficiente, para que un niño reciba la bendición, el silencio comunica mayor confusión. Los niños que se dejan con espacios en blanco cuando tratan de sentirse valiosos y seguros, creen que sus padres piensan de ellos que casi siempre no pasan la prueba. Para ver la bendición crecer en la vida de un niño, cónyuge o amigo, necesitamos verbalizar nuestro mensaje. Mas allá de las buenas intenciones, las buenas palabras son necesarias para proporcionar una verdadera aceptación. Cuando Yitzjak olió su ropa, lo bendijo con estas palabras:
«El olor de mi hijo es como el del perfume de un campo bendecido por YHVH»
(Bereshit/Génesis 27:27)
Por medio de la frase “Como el perfume de un campo” Yaakov recibe de su padre todas las bendiciones divinas. Pero, ¿qué es lo que olió Yitzjak?
Los sabios intérpretes del hebreo bíblico enseñan que Yaakov entró a la tienda de su padre vestido con las antiguas ropas de Adam que había vestido en el Jardín del Edén, y había pasado de él a Nimrod, y luego a Esav. Para ejemplificar esta postura, citaré las palabras del Rav Iojanán quien dijo:
«…No hay una esencia más fuerte que el hedor de las cabras que estaba en su ropa, aún así el texto dice que él «olió el aroma de sus vestimentas y lo bendijo»! Pero, cuando el patriarca Iaacov entró a lo de su padre, el Gan Edén entró con él. Cuando luego Esav entra con su padre, el Gehinam (Infierno) entró con él (Midrash Rabá 65:22). Cuando Yaacov entró e Yitzjak olió a Paraíso, Itzjak creyó que su hijo tuvo éxito en arreglar el mundo, en hacer retornar esa esencia del Gan Edén que estaba antes de la caída del hombre en el mundo. Por supuesto, cuando el verdadero Esav entró, los portones del Gehinam se abrieron. La perfección no vendrá del hombre del campo (Esav), vendrá del «ish tam», el «hombre íntegro», Yaakov…«.
Por eso, cuando Yaakov se presentó ante Yitzjak con estas ropas, se expandió un aroma al Jardín del Edén e Yitzjak pudo sentir el nivel de Adam Harishón (el primer hombre), a través de estas vestimentas especiales.
Estas ropas preservaban los aromas celestiales del Gan Edén (el paraíso); la penetrante fragancia, que era parecida al de los manzanos, fue percibida por Yitzjak. Él podía oler el Jardín del Edén pero a la vez estaba consciente que Esav no estaba conectado al Jardín del Edén. También escuchó a Yaakov utilizar los nombres para referirse al Creador. Yitzjak sabía igualmente que, Esav no estaba conectado con la luz del Eterno. Así que Yitzjak le dice a Yaakov: “…quiero sentirte. Quiero ver si realmente eres mi hijo Esav…”.
El olor estimuló a nuestro padre Yitzjak para que el espíritu de profecía pudiera venir sobre él. El relato revela un maravilloso secreto: para poder profetizar el alma debe estar en un estado de alegría interior (simjah). Yahvéh ha creado varios medios para alegrar el alma, y los buenos olores son algunos de esos medios. Otros estimulantes son los sonidos de instrumentos bien tocados, como en el caso del profeta Elishá, cf. 2 Reyes 3:15. El poder del Espíritu también puede ser desatado por un saludo de alegría y amor, como en el caso de Miryam cuando saludó a Elisheva, (cf. Lucas 1:41).
Por esta razón, el dulce olor que flotaba en el interior de la tienda a causa de los vestidos, Yitzjak cayó en la cuenta que, el que llevara las prendas, sin duda, debía ser un gran tzadik (justo). Ese era su hijo Yaakov. Sin embargo, cuando Esav vestía esas mismas ropas, se desprendía de ellas el olor del Guehinom (infierno destructor), debido a que todo su cuerpo estaba impregnado de suciedad por las transgresiones que había cometido.
Ahora quiero compartirles lo que he leído en Likutei Sijot Toldot, en donde el rabí Menajem M. Schneerson, explicando esta expresión escribe:
«…El aroma de mi hijo es como el aroma de un campo que Dios ha bendecido: esto es el Gan Edén. ¿Cómo reconoció Yitzjak este aroma? Obviamente, lo recordaba de su propia estadía allí. Si bien el orden divinamente estipulado es que, a toda alma cuando desciende del Gan Edén para investirse en un cuerpo físico, “un ángel le pega en la boca”, (al recién nacido), con el objeto de provocar que el alma olvide su sublime estado espiritual anterior, de modo que, aquel estado previo no trastorne y perturbe el modo en que se debe servir a Dios en esta dimensión mundana inferior; y algo similar sucede cuando el alma asciende a las dimensiones espirituales: Debe olvidar lo que vio en este mundo. No obstante, con Yitzjak sucedió algo diferente e innovador: Él trajo consigo, aquí “abajo”, a la realidad concreta, los aspectos de Gan Edén…».
Por otra parte, las vestimentas que usa Yaakov son una alegoría maravillosa del alma mesiánica; el aroma de las ropas de Yaakov era el aroma de su Torah. Explican los sabios:
«…Así como la ropa abriga a aquel que la viste, así también la Torah abriga al alma de la persona redimida. La ropa aleja al frío; así también, Yaakov alejó el Yetzer Hará (mala inclinación), que es llamado “frío”, como está escrito: “…Cuando Amalek te enfrió (debilitó) en el camino…” (Devarim 25:17-18). Pero Yaakov tenía el calor de la Torah, que lo llevaba a cumplir con su servicio a Di-s y que le otorgaba vitalidad…».
Esta frialdad de los amalekitas tiene su origen en su padre Esav, quien toda su vida se condujo con indiferencia y frialdad hacia su padre Yitzjak. Amalek es un descendiente de Esav. Así pues este hijo de Esav intentó aniquilar a Israel, primogénito de Yahvéh. Y así sucesivamente, en el futuro, “hijos” de Esav, buscarán hacer realidad los deseos que Esav no pudo cumplir; el mal querrá destruir al bien: “…Se acercarán los días de duelo de mi padre y entonces MATARÉ A YAAKOV…”, Gén 27:41. [Ver cap 25:25].
Por ello es que cuando el “Esaú religioso” (sistema reptiliano cristiano), pretende disertar de la Palabra de Dios, se desprenden los olores mortales del azufre. No así cuando habla el pueblo de Israel, primogénito del eterno Abba, ya que la “voz de Yaakov” (Israel), es la voz pura y celestial de la Torah.
Por último, debo decir que la expresión “un campo que el Eterno ha bendecido” contrasta con la maldición que vino sobre la tierra por causa de Adam HaRishon (el Primer Adán, cf. Génesis 3:17). En Yitzjak, el hijo unigénito, esa maldición fue eliminada. De la misma manera en Yeshúa, el Hijo Unigénito de Dios, la maldición será quitada definitivamente de la Tierra, como está escrito en :
“Y ya no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará allí, y sus siervos le servirán.” (Revelación/Apocalipsis 22:3)