«Pero el que se une al Señor, es un espíritu con Él»
(1Cor. 6:17).
Nuestro espíritu en el Ungido (Cristo – Mesías) de Dios ha sido renovado y es un espíritu superior
En las comunidades primigenias de la fe se vivía en la convicción y certeza que el Eterno había dado dones al espíritu humano redimido que permitían el ejercicio de la autoridad espiritual que Cristo delegó con la presencia del Espíritu Santo en el interior de cada escogido.
La conciencia de cada discípulo vibraba en el conocimiento vivencial de que Cristo en el interior de cada uno de ellos garantizaba la Unidad con la Divinidad.
Por esto es que el apóstol Pablo le esta diciendo a Timoteo que el don de Dios que hay en él esta dormido (en coma) por causa de la timidez que el temor del sistema ha activado.
El objetivo de la timidez o intimidación es restringir al creyente y desactivarlo de su misión. De este modo el enemigo logra detenernos y obligarnos a no hacer la voluntad de Dios. Como consecuencia, el don de Dios (su capacidad espiritual en cada hijo), queda inoperante.
A continuación sugiero ver, escuchar y discernir con entendimiento celestial la semilla divina sembrada en la siguiente enseñanza: