Muchos de los que me escuchan pronunciar el Nombre del Mesías, reaccionan asombrados por distintas razones. Yo digo Yeshúa, y los pensamientos comienzan a fluir en juicio condenatorio contra mi persona. Algunos de mis oyentes, me juzgan con la carátula calificatoria de «judaizante» que pretende confundir a la audiencia a la que sirvo. Otro, influenciados por la secta judaizante de los Nombres Sagrados, creen que «mi ignorancia» me lleva a privarme del conocimiento que ellos, supuestamente gozan, cuando pronuncian Yahshúa como la manera correcta de nombrar a nuestro Mesías. Estos últimos, permanecen adormecidos en el sopor de la ignorancia que sus propios maestros le han implantado gracias a tanto material sin fundamento que publican por la Internet.
Pues bien, en esta hora, no tomaré este espacio para profundizar en la razones etimológicas hebreas que defienden mi pronunciación del Nombre del Mesías. No, no atrasaré mi intención profética en esos detalles que pueden ser investigados por Uds. en otros páginas que con seriedad investigativa postean las razones del decir Yeshúa y no Yahshúa. Lo que sí haré será sumergirme en las vibraciones esenciales del propósito eterno de YHVH. Pretendo demostrarles a cada uno de ustedes que el Nombre bendito de Yeshúa está directamente ligado con Su Misión anunciada en el Protoevangelio registrado en el libro de Génesis (Bereshit) capítulo 3, verso 15:
«Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón«.
El Eterno, está proclamándole a la humanidad caída que el linaje carnal que ellos mismos estaban iniciando inspirados por la serpiente, sería vencido por la redención misma de la humanidad a través de un hombre ungido para esta tarea. De este modo, el sistema u orden de cosas que comenzó a regir la Tierra desde la mirada supervisora del gran dragón, tenía la sentencia profética de parte del mismo Formador de la humanidad de que de esta misma surgiría el hombre capacitado y asignado celestialmente para destruir el orden de cosas de las tinieblas.
Para que esta explicación pueda ser captada en su más profunda significación espiritual, necesito que cada uno de ustedes me permita guiarlos a ciertos puntos importantes:
El primero de ellos, tiene que ver con el hecho de que el Nombre del Mesías fue asignado por el Eterno Dios. Esto queda bien claro al leer el evangelio.
«Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados«.
(Mateo 1:21)
El Nombre del Mesías, el Hijo del Eterno, no fue dado por medio de un hombre sino que su Nombre fue revelado desde el cielo. Leamos el testimonio de Lucas 1:30-31:
«Entonces el ángel le dijo: Myriam, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS (YESHÚA)».
(Biblia Versión Reina Valera 1960, Énfasis nuestro)
Está bien claro, que fue el ángel, como mensajero de la Voluntad divina, quien reveló el Nombre que sus padres debían darle según el designio apostólico del Eterno. ¡María y José no escogieron el nombre del redentor!
Ahora bien, todos ustedes ya tienen bien asumido que el nombre Jesús no es más que una transliteración del idioma español del nombre original hebreo. El asunto justamente es que en este momento de la Historia de la Salvación, el mensajero celestial está pronunciando dicho nombre así: YESHÚA. El ángel dice que debe llamarse así por una razón: «… el salvará a su pueblo de sus pecados«.
Me resulta interesante aportar a estas alturas el hecho de que a Saulo de Tarso le fue revelado el nombre desde el cielo por el mismo Hijo de Dios. Pero lo más interesante es que le fue revelado en hebreo. Leamos: Hechos 26:12-15
«Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y DECÍA EN LENGUA HEBREA: «¡Saulo, Saulo!, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón». Yo entonces dije: ¿Quién eres, Amo? Y el Maestro dijo: Yo soy Yeshúa, a quien tú persigues».
No cabe la menor duda, que este nombre es hebreo y debe ser dicho en lengua hebra tal como lo vemos en las Escrituras. En el Tanaj (Toráh, Profetas y Escritos – llamado de forma común Antiguo Testamento-) es YESHÚA y encontramos esto en el libro de Nehemías. Antes de citar esta escritura conviene que veamos cómo se escribe Yeshúa en hebreo. Las letras se leen de derecha a izquierda y son: Yod, Shin, Vav y Ayin.
La referencia Strong H3442 ישׁוע (Yeshúa) tiene como raíz la H3091 יהושׁוּע (Yehoshúa) y significa: YHVH ES SALVACIÓN, así mismo podemos apreciar en la transliteración más correcta del nombre Yeshúa al español, que este aparece como “JESÚA”, El diccionario bíblico nos dice:
– Jesúa (hebreo Yêshûa) es una forma tardía de Yehôshûa (Josué); también aparece en antiguos sellos hebreos y en documentos seculares encontrados entre los Rollos del Mar Muerto).
Ahora, permítanme conducirlo a un secreto maravilloso revelado en los códigos de este maravilloso Nombre.
Debemos aceptar que el idioma hebreo es muy rico en su fondo y forma. Cada palabra cuenta con un significado complejo y rico, y además, cada letra que la conforma esconde un mensaje codificado. Para una mayor comprensión de esto que digo, valdrá aquí comparar a cada palabra hebra con un archivo comprimido de nuestra PC, ya que cada una encierra mayor información de la que se ve a primera vista. Por ello, me gusta aconsejar que aquellos que se están sumergiendo en la investigación de las raíces hebreas de nuestra fe, no se dejen seducir por falsos maestros que enseñan a repetir consignas y conceptos basados en la ignorancia.
En el anuncio angelical entendemos que el Eterno llamó al Mesías Yeshúa porque significa «Yahvéh salva«. De este modo, Abba nuestro, se aseguró que cada vez que un redimido pronuncie ese Nombre declaré que es salvo, no por obras de esfuerzo humano, sino por mano poderosa de YHVH (Ef. 2:8-9). De esta manera se entiende más profundamente lo que las comunidades primigenias del siglo I había vivenciado al conocer Su Nombre y confesarlo con su boca:
«… que si confiesas con tu boca a Yeshúa por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación»
(Romanos 10:9-10)
Esta maravillosa revelación se nos manifiesta en la superficie misma del Nombre Yeshúa. Su primer significado esconde un poder maravilloso para la humanidad caída. Pero, como antes lo expresé, el idioma hebreo encierra en las letras de sus palabras un mensaje cifrado que puede comprenderse al decodificarlas en sus significaciones pictográficas y/o numéricas. Es por eso que el Nombre del Mesías encierra aún más riqueza para nosotros.
Cuando me refiero al carácter pictográfico de cada letra hebrea, estoy hablando que ellas fueron en sus orígenes representadas por figuras (dibujo) de partes del cuerpo humano, objetos, animales, etc. Esto fue descubierto en 1905, cuando Flinder Petri, egiptólogo, hizo un descubrimiento que cambiaría la historia. En la Península del Sinaí, en Serabit, encontró un objeto con una inscripción que ahora se conoce como, proto-cananeo o proto-sinaítico, que prueba ser la escritura más antigua del planeta, y la madre del resto de las escrituras del planeta. Esta escritura pudo ser entendida porque las letras hebreas contienen un significado pictográfico. Estos pictogramas eran de letras hebreas, lo que prueba que es un alefato previo al fenicio .
El nombre «Jesús» en hebreo es «Yeshûa». «Yeshûa» se escribe con 4 letras hebreas (de derecha a izquierda) de la manera siguiente:
· Yôd.
· Shîn.
· Vav.
· Áyin.
Si ahora, nosotros consideramos la letras que conforman el Nombre hebreo Yeshúa y las decodificamos desde sus valores pictográficos, tenemos lo siguiente:
Yod: Históricamente la letra de la yod se origina en un dibujo, el pictograma que representa la mano.
Shin: En la antigüedad tenía una imagen pictográfica primitiva que describía a unos dientes, de hecho ese es su significado primario, «dientes» o «morder». De esa imagen de dos dientes de serpiente viene su significado de «diente, dientes, «filoso» o «puntiagudo»; «destructor». Se la asociaba con los verbos destruir y consumir.
Vav: representa en el alfabeto hebreo al número seis (6), cuyo símbolo pictórico es un clavo, estaca o gancho; y su significado y función principal es ser conexión y establecer un orden. Un gancho mantiene dos cosas juntas, o unidas. También un medio para conectar lo espiritual y lo físico. Así que esta letra hebrea vav también está asociada con el hombre, porque él fue creado en el sexto (6) día; y con el cosmos o universo porque éste fue creado en seis (6) días (Gn. 1:26-2:2).
Ayin: en el alef-beto pictográfico Significa ojo, ver, supervisar desde la cima, el ojo que vela. En gematría representa el nº 70; en la Biblia el número 70 está asociado a las naciones (universalidad) y el orden administrativo espiritual y material que las controla.
Desde esta detallada consideración podremos ahora sorprendernos al descubrir que el Nombre del Mesías tiene un peso muy fuerte para nuestros días. Por favor, observe las imágenes e interprete el claro mensaje profético para las tinieblas:
«La mano que destruye el sistema de cosas del Ojo que vela».
¡El paradigma es claro y poderoso! Es la vergüenza que el apóstol Pablo describe a los Colosenses que padecieron las autoridades de las tinieblas:
«… habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz. Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él« (Yeshúa).
(Colosenses 2: 14-15)
¡Debemos apasionarnos con la confianza que hemos puesto en esta grandiosa obra divina! Cuando leemos Hebreos 2:14,15 podemos ver que la obra redentora del Mesías en la cruz del Gólgota ha destruido el poder de Satanás y su sistema reptiliano sobre el ser humano: “… para destruir por medio de la muerte al que tenla el imperio de la muerte, esto es, al diablo.” DESTRUIRLO. ¿Podríamos pronunciar algo más fuerte que esto? En el griego esta palabra significa “dejar sin poder, o ponerlo fuera de acción”.
En la cruz, Yeshúa luchó y venció a estos dominios político-espirituales que desafían su condición de criaturas para oponerse a los designios de la Torah del Eterno. En la cruz, afirma Pablo, los poderes mostraron su fiereza y potencial destructivo. Los instrumentos humanos y sobrehumanos al servicio de este sistema de cosas que promovía la enemistad con el Eterno han sido vencidos de una vez y para siempre en la obra redentora de Yeshúa. Esos poderes no gobiernan el mundo, aunque visiblemente pueda parecerlo: la vida mesiánica derramada en la cruz los desarmó e inhabilitó para siempre. Ésa es la realidad más grande para nuestra confianza y hay que asumirla no con triunfalismo, sino con una responsabilidad activa en la promoción de la venida del Reino Milenial del Eterno, en el que Yeshúa, el Cordero de Dios y Su Esposa, Israel, la Iglesia, enseñaremos a los pueblos y las naciones el poder creativo-transformador de la Torah.
Aquello que el Eterno anunció en el Edén acerca del destino final de la serpiente y su diseño anti-Torah, fue cumplido fielmente por Su Hijo Yeshúa, nuestro amado Mesías y Amo.
Por ello, es que yo sé cuál es la correcta pronunciación del Nombre de mi Amado y no me interesa lo que los indoctos piensen.
¿Cuál será tu posición en cuánto a esto?
Aquí les comparto el alef-beto pictográfico que les permitirá cotejar lo expuesto en este estudio