Por P.A. David Nesher
Como ya se los comenté Vayejí significa “ Y vivió”.
Comenzaré contándote que en realidad, esta parashá, debió haber empezado en el versículo anterior que dice:
“Se asentó Israel en la tierra de Egipto”… ya que el versículo 28 es la continuación directa e indivisible, pero el sabio Rashbam comenta que el hecho es que las congregaciones de Israel no quisieron concluir la parashá con el versículo que dice que toda la tierra pasó a ser propiedad de Paró (Faraón) y la concluyen con el versículo que dice: «Se asentó Israel en la tierra de Egipto”. De este modo, Rashbam pone de manifiesto aquí el sentido optimista que tiene la Historia de Israel.
Convengamos que en el orden técnico se notará que en el Sefer Toráh no aparece el espacio que debe separar una parashá de la otra, que tiene que corresponder, por lo menos, al que ocupan nueve letras. En nuestro caso sólo el espacio de una letra separa la parashá Vaigash de la parashá Vayejí.
De acuerdo a un Midrash citado por el sabio Rashí “Yaakov se disponía a develar el futuro de sus hijos, pero se le ocultó el espíritu de santidad y no pudo hacerlo, por eso la Parashá también está cerrada, no hay espacio«.
Otro Midrash, citado también por Rashí dice que “a partir del momento del fallecimiento de Yaakov se cerraron los ojos y los corazones de Israel, por el sufrimiento de la esclavitud en Egipto”, situación reflejada, gráficamente, en el texto, al cerrarse todo espacio entre ambas parashiot.
El sabio judío Abarbanel comenta que la Torah nos relata aquí los últimos días de Yaakov avinu rodeado por sus hijos y nietos. En definitiva, tal vez estos hayan sido los años de mayor quietud en la agitada existencia del patriarca. Si bien la intención de Yaakov había sido descender a Mitzrayim (Egipto) para ver a Yoséf (Gén. 45.28), la realidad es que él y su descendencia quedaron afincados en la tierra de Egipto, y no es que la muerte lo haya sorprendido en aquel país, ya que él permaneció en ese lugar los últimos diecisiete años de su vida.
Yaakov sabía perfectamente que nunca podría alcanzar sus metas sin la ayuda del Eterno. También concluirá si vida en paz con sus semejantes: Esav, Laván, Dináh y Yosef. ¡Qué acumulación de luchas, sufrimientos y penas ha supuesto para él cada uno de estos dramas!
Les comparto lo que el Midrash señala al respecto:
«…¿Dónde reside la diferencia entre la vida de un tzadik (justo) y la de un rashá (malvado)? El rashá puede disfrutar de una paz imperturbable al comienzo, pero su placer es seguido por interminables amarguras. El tzadik puede sufrir tribulaciones al comienzo, pero una vez superadas, su felicidad es eterna…»
[Midrash, Vayejí].
Desde luego, Yaakov no ha sido infalible, pero posee una virtud que muy pocos hombres tienen: la de ver en cada prueba enviada por el Cielo el bien que encierra de cara al futuro. Así pues, ha errado y tropezado, pero siempre ha vuelto a recuperar su nivel de perfección moral. Su admirable entereza se ha forjado en el yunque de la aflicción. Lo cierto es que, gracias a esta capacidad psíquica, Yaakov pasó en la tierra de Egipto los mejores años de su vida. Allí, libre por fin de preocupaciones, disfrutó de una existencia tranquila, de la paz familiar y de los homenajes que le tributaron los egipcios gracias al prestigio del que Yosef gozaba entre ellos.
Además, tuvo también el placer de ver a su familia “crecer y multiplicarse sobremanera”, así como ver feliz a todos sus hijos siguiendo el camino trazado por él.
La porción y todo el Séfer (Libro o Rollo) finalizan con este capítulo donde Yaakov prodiga bendiciones a las tribus.
Yaakov mira a con profunda dicha a su amado hijo Yoséf gobernando la principal potencia del mundo, Egipto. Pero durante más de dos siglos, los Benei Israel (hijos de Israel) serán forjados como hierro en aquel país a través del dolor y la agonía, hasta que estén listos para dejar el país y en el desierto recibir la Palabra de Yahvéh, la Torah, lo que les hará ser la más grande nación del mundo.
Yaakov, por su don profético, sabía que Egipto era el lugar más impuro del planeta, no obstante, el patriarca logró ser feliz ahí. El libro de El Zohar enseña que una persona espiritual sabe que los lugares oscuros que nos encontramos en la vida, son las mejores y más grandes oportunidades que tenemos para crecer y generar milagros.
¿Pero cuál era el motivo de la felicidad del patriarca?
Para responder esta pregunta, diré que el sabio Akedá sostiene que el uso que la Torah hace del término vivió ( vayejí ) en vez de residió ( que en hebreo se dice vayagar) nos indica que la Torah se refiere a la calidad de vida de Yaakov en Egipto. En el sentido más literal, lo que quiere decir es que tras una vida marcada por las dificultades (el odio de Esav, los engaños de Labán y la desaparición de Yosef), Yaakov avinu finalmente pudo disfrutar de la calma y la armonía que tanto había anhelado en Dios. Como reza el refrán: “Si el final es bueno, todo es bueno.”
El Zohar dice (I, 111b) que la mejor vida que tuvo Yaakov fue en Egipto, donde logró vivir con simjáh (alegría) y shalom (paz). En base a esto, el Rebe Najman pregunta: ¿Cómo es que en la Tierra Santa, Yaakov no alcanzó la paz y sí en Egipto, una tierra impura donde sus descendientes sufrirían bajo la esclavitud?» Y la respuesta que él mismo da es que el nivel más elevado de alegría surge cuando uno se hace cargo de la tristeza y de la depresión y las transforma en regocijo. El exilio corrresponde a la tristeza y a la depresió; la respuesta de Yaakov nos muestra cómo transformar sus efectos. Yaakov «vivió en la tierra de Egipto» significa que él sabía que el exilio continuaría hasta que fuesen recolectadas todas las chispas de santidad. Pero pudo encontrar paz e incluso alcanzar una gran alegría en Egipto, porque él y sus descendientes se fortalecieron con la regocijante promesa de Redención Futura (Likutey Halajot, II, p. 158a).
En conformidad con el axioma de que los hechos de los Patriarcas sentaron una pauta para el futuro de sus descendientes, podemos afirmar que los últimos años de Yaakov -quien simboliza la Torah y la Verdad- ejemplificaron de la manera más vívida que los israelitas son capaces de sobrevivir y hasta prosperar en el exilio si mantienen su apego a los ideales que Yaakov encarnó.
Entonces, para cerrar esta respuesta, podemos decir que, primero que nada, él fue muy fecundo y vio que cada uno de sus hijos lo tenía todo. Yaakov era feliz porque pudo ver nuevamente a su hijo Yoséf HaTzadik, y ver a este hijo era como ver a su amada Rajel, la esposa que tanto amó, pues dice la tradición que la belleza del rostro de Yoséf era de un gran parecido con el de Rajel.
¿Por qué el pueblo de Israel es considerado “justo” y recibe esa especial herencia?
Los descendientes de Yaakov, los israelitas, serán favorecidos por Yahvéh para que sean los poseedores de una herencia eterna. ¿Cuál es esta herencia? Un destino feliz y una vida de delicias delante de HaKadosh Baruj Hu (el Bendito Sea). Esto va más allá de poseer una mera geografía en Eretz Israel (la tierra de Israel), estamos hablando del “Olam HaBá”, que es un mundo espiritual, el «Mundo Venidero».
La tradición judía enseña en Pirké Avot (traducido como «El Tratado de los Padres«) dice:
«…Un instante de teshuvá y buenas acciones en el Olam HaZé (mundo presente, o mundo en que vivimos), es más valioso que todo el Olam HaBá (Mundo Venidero), pero un instante de satisfacción Di-vina en el Olam HaBá es más valioso que todo el Olam HaZé…». (4:22)
Dice El Zohar que es porque ellos son circuncisos. Esto significa, que guardan y preservan el Pacto sagrado, el Pacto de la Procreación. Por eso cuando dice “todos son justos” (tzadikim), es porque quien se circuncida forma parte del pacto, forma parte del pueblo y por lo tanto son parte de ese todo. De esta forma, Israel heredará “el país” para siempre, este lugar es el “Olam Habá”