“ Cuando hagas un censo de los hijos de Israel para contarlos, cada uno dará a Yahvéh un rescate por su alma cuando sean contados, para que no haya plaga entre ellos cuando los hayas contado. Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Yahvéh. Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Yahvéh. Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Yahvéh para hacer expiación por vuestras personas. Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Yahvéh, para hacer expiación por vuestras personas.”
(Shemot/Éxodo 30:12-16)
Para comenzar, necesito que nuestra memoria se remonte a lo que aprendimos en nuestros estudios del libro de Bereshít (Génesis). Por medio de este ejercicio recordaremos específicamente que según la promesa hecha por el mismo Elohim a Abraham, no se podía contar a los hijos de Israel (cf. Génesis 15:5; 32:12). En base a esta promesa divina, los hebreos comprendieron que si se cuenta a los hijos de Israel se expone al Pueblo escogido al peligro de las zonas del rigor (Guevurah) y por ende a ser blanco de plagas. Así pues, y teniendo en cuenta esta revelación del libro de Bereshit, ahora podemos entender el por qué cuando el rey David intentó censar al pueblo una vez, con el fin de saber con qué recurso específico contaba para la guerra, vino una plaga de parte de Dios sobre el pueblo (cf. 2 Samuel 24:1-10; 1 Crónicas 21:7).
Entonces, al ingresar en el estudio de la parashá Ki Tisá, hayamos que, para evitar la extinción de Israel como Pueblo escogido del Eterno, aquellos que eran sus hijos reciben la instrucción divina de hacer dos estrategias celestiales que no viniera plaga alguna sobre ellos:
- La primera estrategia consistía que cada uno dé una moneda y así se puede contar las monedas en lugar del pueblo directamente.
- La segunda estrategia era que esa moneda de plata serviría como un precio de rescate, una expiación para que no venga la plaga al ser contados.
¿Cuál es el significado de este mitzváh (mandamiento)?
Encontré toda una discusión en el Zohar acerca del hecho de dar ½ shékel, que en parte se trata de unir y reconectar cada una de las almas hebreas con la Luz del Creador.
Recordemos que esta era ya la tercera ocasión que los Benei Israel eran contabilizados; la primera vez que fueron computados es cuando viajaron a Egipto, en esa ocasión el número fue de 70 almas. La vez segunda, cuando abandonaron Egipto la cantidad ascendió considerablemente, fueron contabilizados 600.000 hombres en edad militar. No obstante, que ahora son enumerados por tercera vez, tal conteo no se realizó directamente sino que se ordenó que cada israelita hiciera una donación, esta era la mitad de un shékel. Contando la plata se obtiene el censo.
Ahora surge una pregunta de interés para nuestro estudio: ¿Cuál es la razón por el que se pide un cómputo indirecto de la población?
En las fuentes de Sabiduría judía como el Talmud o el Zohar leemos:
«…La bendición no puede hallarse en lo que se cuenta, en lo que se mide ni en lo que se pesa, a causa del «mal de ojo», la bendición está solamente en aquello que está oculto a la vista…».
¿Qué características tuvo este censo?
Para comprender bien este mandamiento, debemos captar la idea central del Eterno:
La Torah enseña que está prohibido contar a los Benei Yisrael (Hijos de Israel) de la manera usual en las demás naciones (censos político-económicos), y que cuando sea necesario hacer un censo la gente debe donar objetos, los que a su vez serán contados. Por medio de dichas donaciones se logrará inferir el número de los israelitas.
Por ello, en el caso del censo en el desierto, se le pidió a las personas, tanto ricas como pobres, que cada una donase medio shékel para la edificación y mantenimiento del Mishkán (Tabernáculo). De aquí que la condición de los hijos de Israel se dignifica cuando contribuyen a proyectos filantrópicos, y tal es la razón fundamental de que hayan sido contados por medio de un donativo de toda la nación unificada en aras de una causa sagrada. Este concepto se deriva del mandamiento impartido en el versículo 12, el que literalmente dice «Cuando eleves en censo [per cápita] a los hijos de Israel según su número» (Baba Batrá 10b. Pesikta Zutreta), implicando que la función de estas contribuciones no sólo era facilitar un censo y proveer bienes materiales para el Tabernáculo, sino también el nivel espiritual y ético de los contribuyentes.
La participación de todo el pueblo por igual en esta estrategia dejaba un claro mensaje de parte del Eterno: todos los Hijos de Israel deben coparticipar en la realización de los objetivos nacionales; todos deben estar incluidos en el censo (v. 14) dejando de lado sus intereses personales y/o egoístas por el bien de la nación. Quien así actúe, obtendrá un beneficio inconmensurable, puesto que la misión de Israel pende de la unidad de la nación como un todo (de los comentarios de Rabí Hirsch).
El censo que Yahvéh ordena a Moshé incluía a todo aquel varón que tenía de veinte años para arriba (hasta 60 años). Esta era la edad en que el israelita alcanzaba su máxima madurez para salir a cumplir misiones militares. A partir de esta edad el joven israelita era considerado un hombre adulto, apto ya para el ejército. Esta posición era denominada: יוצא צבא , «íotse tsava» (véase Números 1:3).
Otra característica para tener en cuenta, es que en esta estrategia divina no se contaba a las mujeres. Las mujeres no tenían la obligación de pagar este impuesto para el Tabernáculo ni de ir al ejército.
Leemos que cada alma tenía un precio de rescate de medio siclo. De ese modo, los ricos no pagaban más ni los pobres pagaban menos. Así el varón israelita que participaba aprendía la lección divina de que cada alma tiene el mismo valor delante del Eterno, no importa el estatus económico que la misma haya alcanzado. Es muy interesante notar que, el hecho de que se pida medio siclo y no uno completo, quería indicar que toda contribución no representa más que un fragmento del conjunto. Toda persona necesita a la otra para formar la tan anhelada unión. El mensaje: solo, nadie es nada. Por eso, entendemos que el medio shekel alude al hecho de que cada uno de nosotros es solo la mitad. Desde esto cada varón de Israel se cuestionaba: ¿Cuál es la Otra Mitad?… Y la respuesta surgía rápidamente: el Otro.
En primer lugar, el varón israelita meditaba en la Otra Mitad es el Eterno. Su mente lograba la reflexión: «soy un ser creado y mi existencia es relativa (sólo la mitad). Pero creo en Dios, quien es la realidad absoluta y el Creador de todo.» Por medio de este dinero de rescate, la Torah hablaba con claridad: todos y cada uno de los hebreos le deben a Yahvéh; por lo tanto, todos están obligados a Él. El Eterno mandó que cada varón mayor de veinte años debía de pagar medio siclo como dinero de rescate, confesando que él merecía morir, dando lo que era en deuda hacia Dios, y dando la suma demandada como un tipo de gran redención la cual sería más tarde pagada por las almas de los hijos de los hombres.
En segundo lugar, estos versículos asimismo hablan en términos de la expiación que se obtiene al participar en este cómputo «del medio shékel», porque cuando la nación se unifica esforzándose en alcanzar un objetivo común, la misma se hace más robusta. Es decir que cuando todos y cada uno se suman a una causa constructiva, los méritos espirituales de los individuos se unen a su vez, de tal manera que no sólo sus donativos, sino asimismo sus logros personales son unificados en solidaridad mutua (T. Avot 2:2). Un solo ser humano puede rara vez sobrevivir al escrutinio divino, pues, ¿quién está libre de pecados y carencias? Sin embargo, cuando se manifiesta la unión nacional, ésta se eleva a un plano superior, como resultado del hecho de que todos sus miembros individuales fusionan sus virtudes propias con las de los demás. Y el fruto de ello es que dicho colectivo nacional es juzgado con mucha mayor benevolencia (el rav Kuzarí explica que esta es también la razón por la cual es tan importante rezar con un Minián [quórum] en vez de individualmente). Este sería el motivo por el cual la mujer shunamita (II Melajim 4:13), que fue tan extraordinariamente generosa con el profeta Elishá (Eliseo), se rehusó a su ofrecimiento de rezar por ella o interceder ante las autoridades a favor suyo, pues ella conjeturó que si se le destacaba de entre los demás, sería juzgada de manera más severa en la balanza Celestial. Esto cobra mayor sentido desde el momento que, como enseñan los Sabios, tal incidente tuvo lugar en Yom Teruah, el Día del Juicio (comentario de Rabenu Bejaie).
Dicen algunos comentaristas que este impuesto no se tomó solamente una vez, sino en el futuro también. El medio siclo servía para el servicio del Tabernáculo. La primera vez sirvió para las basas y demás objetos de plata (cf. Éxodo 38:25-28). El Talmud de Jerusalén cuenta que este impuesto anual se usó para la adquisición de las ofrendas comunales (cf. 2 Reyes 12:4; 2 Crónicas 24:6; Nehemías 10:32; Mateo 17:24-27).
En el tiempo del segundo templo se recordaba anualmente en todas las ciudades en el primer día de adar (último mes del año) que cada uno preparara medio shekel para el Beit HaMikdash (templo). La colecta ocurría entre el 15 de adar y rosh jódesh (el primer día) Nisán.
¿Yeshúa obedeció este mandamiento?
Sí, nuestro Maestro y Dueño fue fiel en el cumplimiento de este mitzváh. Así lo apreciamos al leer en el relato evangélico la ocasión en que vinieron a nuestro Maestro a pedir el impuesto anual del Templo, según lo que relata el apóstol Mateo:
“Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo:
¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños?
Pedro le respondió: De los extraños.
Jesús le dijo:
Luego los hijos están exentos.
Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti.”
(Mateo 17:24-27)
Al leer el relato evangélico, e interpretarlo desde las costumbres de Israel, notamos que lo que nuestro Maestro y Dueño quiso revelar al cumplir con este precepto del medio shekel, es que cada miembro del Pueblo escogido está obligado a creer y aceptar que todo lo que posee incluyendo su misma vida es una bendición de Yahvéh. El ser humano hebreo, especialmente el varón, tiene que aceptarlo con modestia, entendiendo lo efímero que es todo lo que posee, incluyendo su vida.
Cuando el hombre cuenta su riqueza o el número de personas que componen su grupo, tribu, ejército, se debe a una suerte de soberbia humana, pareciendo indicar con ello la posesión absoluta de las cosas o personas, cosa que provoca la ira de divina. La misma se manifestará por medio de la naturaleza misma creada por Dios que afectará al hombre soberbio o al hombre que asume actitudes de soberbia.
Por último, escuchando a Yeshúa Rabeinu en esta anécdota evangélica, el texto hace notar otra creencia que surgía de la práctica de pagar el medio shekel: la «Otra Mitad» es mi prójimo, aquel a quien estoy obligado a amar, y compartir los bienes del Olam HaZé (Mundo actual), particularmente el cónyuge. Es decir esa persona en cuyo mérito un hebreo logra su transformación en una persona completa. Por ello, en última instancia, hay algo muy importante en sentirse a la mitad desconectado de la otra mitad. Esta es la sensación de «un corazón contrito y humillado«, es decir, el desarrollo de la humildad necesaria para encontrar el favor a los ojos de Yahvéh.