Por P.A. David Nesher
«Entonces Elokim le dijo a Bilam:
(Números/Bamidbar 22:12-13)
“No vayas con ellos, no maldigas a ese pueblo, ¡es un pueblo bendito!”.
Bilam se levantó por la mañana y les dijo a los emisarios de Balak:
“Vuelvan a su tierra porque YHVH se niega a permitirme ir con ustedes.”
Debo confesar que si existe una parashá (porción) de la Instrucción divina que realmente abarque la Luz de profecía, esa es Balak. Claro está que, a lo largo de la Torah tenemos al humilde Moshé quien fue el ejemplo primordial del diseño profeta, así como también podemos leer los Sefirot Nevaim (Libros de los Profetas) y así sumergirnos en cómo debe ser un profeta considerando la vida de estos importantes varones y sus oráculos. Pero esta semana que culminará en el Shabat Balak es que nos ofrece otro tipo de profeta, un ser humano con muy malas inclinaciones a la hora de usar la Profecía: Bilaam.
Por eso quiero meditar junto a ustedes acerca de la diferencia entre la profecía de Moshé y la de Bilaam, y de ese modo establecer las diferencias que hay entre un profeta verdadero y uno falso:
Primeramente, deseo guiarlos a darse de cuenta de lo siguiente: Bilam conocía al Eterno, por ello lo llama “mi Dios” (cf. v. 18). Entonces, debemos aceptar que la fuente de su profecía no era demoníaca, sino del Espíritu de Dios (cf. 24:2). Para comprender mejor esto, convendremos que la adivinación viene de los espíritus impuros, y la profecía viene del Espíritu de YHVH, y esta última persigue dar testimonio del paradigma divino denominado Mesías (cf. Apoc. 19:10).
Por eso es que la revelación escritural deja bien en claro que la profecía no proviene de una fuente humana. Esto significa que por mucho que el profeta quiera dar un mensaje, no podrá hacerlo en sí mismo, porque la iniciativa de la profecía no viene del profeta sino de Yahvéh, tal como lo enseñaba el apóstol Pedro al escribir:
“Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu de santidad hablaron de parte de Dios.”
(2 Pedro 1:20-21)
Pero cuando la profecía del Eterno se usa con motivos personales y manipuladores, se convierte en herramienta de brujería. Por eso, el sabio intérprete Maimónides dice lo siguiente en cuanto a la profecía:
- Los profetas ostentan diversos grados. Al igual que en sabiduría hay sabios mayores que otros sabios, así en profecía hay profetas mayores que otros profetas. Pero todos ellos ven sus visiones proféticas sólo en sueños, de noche, o de día si han caído en trance, como está escrito: «En una visión me daré a conocer a él, en sueños le hablaré» (Número 12: 6). Cuando profetizan, sus miembros se estremecen, su cuerpo desfallece y sus pensamientos quedan confundidos, de modo que la mente queda libre para comprender lo que vea.
- Las cosas comunicadas al profeta en la visión profética llegan a él en forma de parábola. De inmediato queda grabada en su corazón la interpretación de la parábola contenida en la visión profética, de modo que sabe qué significa.
- Los profetas no profetizan cuando les place, sino tras concentrar sus mentes, lograr un ánimo alegre y benévolo y aislarse, pues la profecía no se posa sobre nadie que esté melancólico o indolente, sino sobre quien está alegre. Por eso los profetas jóvenes hacían tañer ante ellos laúdes, panderetas, flautas y liras cuando querían profetizar (1 Samuel 10: 5). La palabra mitnab’im, en este contexto, significa que estaban en tren de llegar a la profecía, como quien dice «Fulano se agranda».
- Esos que tratan de profetizar son los denominados hijos de los profetas, y aunque se concentren puede ser que la Presencia Divina se pose sobre ellos, y puede ser que no se pose.
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, comprendemos que, la línea divisoria entre un profeta verdadero y un profeta falso es a veces difícil de discernir. Todos los que tiene éxito en las prácticas ocultas tienen un don natural dado por el Eterno que les hace sensibles para recibir los impulsos que hay en el mundo espiritual. Cuando estas personas se vuelven al Eterno y se arrepienten de sus pecados, permanece su capacidad para ser sensible espiritualmente. Esto significa que podrán ser muy utilizados por el Espíritu del Eterno, pero también es cierto que pueden ser influenciados por los malos espíritus guías que tenían en su vieja vida, si no se cuidan.
El poder de una bendición y una maldición.
Antes de continuar considerando este asunto de las diferencias entre un profeta verdadero y uno falso, deseo considerar con ustedes el asunto del poder de una bendición y una maldición. Sabemos, por lo que revela el Eterno en Su (Instrucción) Torah, que la bendición y la maldición son fuerzas incompatibles. Esto significa que a una persona que ha sido bendecida por el Eterno no se le puede transmitir una maldición. La bendición misma actúa como un escudo de protección contra las fuerzas del mal.
Sin embargo, la Instrucción divina también revela que una persona que ha sido bendecida podrá ser alcanzada por la maldición en áreas de su vida en donde hay desobediencia. La bendición opera poderosamente en ciertas áreas de su vida, pero no aquellas áreas de su vida donde la Torah no es obedecida. Es en ellas en donde la maldición logrará su cometido.
Una profeta falso y tendencia al aislamiento social.
Considerando el relato, les diré que el nombre hebreo Bilam, se escribe con las letras: bet, lamed, ayin y mem. Como el texto original no tiene vocales es posible también entender su nombre como «bli am«, que significa “sin pueblo”. Este era uno de los problemas de Bilam, que no estaba en el pueblo de Israel. Él podía haber hecho como Yitró y unirse al pueblo del Eterno, pero prefirió no ser parte de Israel. Él escogió ser un profeta solitario. Yahvéh había dotado a este varón con una capacidad natural para poder recibir y transmitir palabras de profecía, pero él no usó ese don para el bien común, sino para sus propios beneficios. Bilam no dirigía ningún pueblo.
Los estudiosos expertos en los códigos hebreos de las Sagradas Escrituras, aseguran que Bilam podría haber llegado a ser para las naciones gentiles lo que Moshé fue para los hijos de Israel. Es decir, que hubiera sido uno de los personajes más influyentes en el mundo gentil revelando el Nombre del Eterno, por el don de profecía que tenía. Pero era un varón caído que, por su naturaleza infrahumana, solamente funcionaba proféticamente yendo detrás de ganancias monetarias, obsesionado por conseguir la honra de los hombres importantes de este mundo. Esta es la actitud que lo le llevó a la ruina, y es la que siempre ha hecho que varones y mujeres con manto profético terminen cayendo en los grados más bajo de la inmoralidad a lo largo de la historia de la Salvación.
Por esto, nuestro Maestro Yeshúa nos advirtió en los paradigmas fundamentales de su enseñanza lo que leemos en el evangelio de Mateo:
“ Cuidaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.”
(Mateo 7:15-20)
Con esto, nuestro Señor deja en evidencia que si los falsos profetas fueran fáciles de distinguir no haría falta una advertencia contra ellos. El hecho de que Yeshúa tenga que advertirnos de tener cuidado con ellos, nos enseña que no es fácil saber si un profeta está hablando de parte de Yahvéh o de parte de un espíritu engañoso, que lo influye para provocar fatalidad y caos.
Las Sagradas Escrituras enseñan que los mensajes de los falsos profetas aparentemente son buenos. Por eso, lo importante para nosotros será mirar el fruto de la influencia de ese profeta. Para esto debemos entrenarnos en analiza lo profético de un varón o una mujer, aprendiendo a respondernos estas preguntas cuando estamos delante de alguno de ellos:
⁉ ¿Cómo es su conducta?
⁉ ¿Cómo es su vida moral, sexual y económica?
⁉ ¿Cómo habla en la intimidad?
⁉ ¿Cómo viven sus seguidores?
⁉ ¿Cómo está su familia, su esposa y sus hijos?
⁉ ¿Qué dice su esposa de él?
⁉ ¿Qué dicen sus hijos de su padre?
Todas estas cuestiones, y otras de igual tenor, son los frutos de la vida de ese profeta. Por eso Yeshúa dijo: “por los frutos los conoceréis”.
Ahora bien, también me es necesario aclarar que, según las Sagradas Escrituras, una cosa es probar la profecía, y otra cosa es probar el profeta. El profeta es probado por sus frutos y la profecía es probada por medio de dos varas: la Torah y el Espíritu de Yahvéh. Hay profecías que son dadas según la Torah, pero con un espíritu ajeno a lo que ella revela y exige. Tenemos un ejemplo relatado en el libro de los Hechos de los apóstoles:
“ Y sucedió que mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual daba grandes ganancias a sus amos, adivinando. Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo:
«Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os proclaman el camino de salvación.»
Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando esto a Pablo, se volvió y dijo al espíritu:
«¡Te ordeno, en el nombre de Yeshúa el Mesías, que salgas de ella!»
Y salió en aquel mismo momento.”
(Hechos 16:16-18)
Si observamos con cuidad el relato, notaremos que el mensaje de la muchacha era verdadero, pero estaba dado bajo la influencia de un espíritu inmundo, llamado espíritu de pitonisa. El apóstol Pablo, que tenía el don de discernimiento de espíritus, supo inmediatamente en su propio espíritu que la fuente de esa profecía venía de un espíritu de pitón. Por eso, el apóstol Pablo atacó al espíritu de pitón en esta joven, y lo expulsó en el Nombre de Yeshúa HaMashíaj.
A esta altura de nuestro estudio les puedo enseñar un concepto de lo que es la profecía. Entonces les diré que la profecía significa esencialmente obtener una directriz del Creador. Por lo general, la mayoría de los seres humanos tiende a pensar que las profecías son para las almas elevadas, como Moshé, Shmuel o Yeshayahu, etc.,… pero en este Shabat Balak aprendemos que eso no es cierto; el don de la profecía también está presente en Bilaam, un ser humano muy bajo. Si ese don estaba disponible para Bilaam, por lo tanto, también debe estarlo hoy para nosotros. Y eso, en general, es en lo que consiste este Shabat: cómo ascender a un estado en el que más aspectos de nuestra vida sean dirigidos por la Luz del Creador.
Las palabras que salieron por la boca de Bilam son eternas, porque son del Eterno. Pero Bilam murió la muerte de los impíos y perdió su alma porque su vida no correspondía a sus palabras.
¡Qué el Eterno nos dé sabiduría para discernir entre una cosa y otra!
Moshé y Bilaam ¿Qué tipo de profecía utilizaba?
Ahora bien, queda un tema más para tratar con Uds., y lo abordaré por medio de una pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la profecía de Moshé y la de Bilaam? Ante este planteo, el gran Sabio Najmánides, conocido como el Rambán, explica que ellos tenían una experiencia profética totalmente diferente. Por eso, al principio, casi parecía que Bilaam estaba en un nivel superior de profecía que Moshé.
El mismo Bilaam nos explica, en la parashá Balak, el tipo de profecía que recibió y cómo la recibió. Una de las cosas que Bilaam dijo de sí mismo y su profecía es que notó la visión de la Luz del Eterno Lo que quiso decir con la expresión visión era que él poseía un estado de claridad tal que fuese totalmente obvio para él lo que el Creador deseaba que hiciera. Bilaam llegó a ese estado de claridad por lo que se dijo: “Esto es exactamente lo que el Creador quiere que haga”.
Sin embargo, el Rambán dice que había una diferencia entre la profecía que Bilaam recibió y la manera en la que Moshé la recibía. Moshé no tenía idea de cuándo el Creador le hablaría o sobre qué lo haría. No obstante, está escrito que Bilaam ya sabía con antelación lo que el Eterno le diría. Además, sin importar dónde estuviera Moshé, la profecía le llegaba de repente, mientras que Bilaam, por otro lado, sabía cuándo le hablaría el Eterno. Está escrito en los anales talmúdicos que Bilaam decía de sí mismo: “Conozco la mente del Creador; sé cuándo y qué me dirá Él”.
Pensemos en esto que dice Najmánides, el Rambán. Hay dos profetas, uno de ellos es Bilaam, quien sabe cuándo el Creador le hablará y qué le dirá. El otro, Moshé, no sabe cuándo le hablará el Creador ni qué le dirá. Si observamos objetivamente e intentamos decidir quién es el más grande profeta, podríamos decir que Bilaam; porque él sabe más, pues tiene más claro cuándo le hablará el Creador y sabe qué le dirá.
Para explicar la diferencia entre los dos, el Rambán cita una metáfora del Midrash que compara la profecía de Moshé con la profecía de Bilaam, y así logra explicar esta diferencia. Dicha fábula compara a Bilaam con el cocinero del rey. Él, como cocinero, sabe qué plato está preparando, cuánto cuesta, cómo prepararlo y cuánto toma hacerlo. El Midrash dice que Moshé puede ser comparado con el amigo del rey que está sentado en la mesa y no tiene idea de cuánto cuesta la comida, cómo es preparada y demás; está allí simplemente para estar con el rey.
Así pues, el Midrash dice que si quieres entender el secreto de la profecía de Bilaam en oposición al secreto de la profecía de Moshé, compara la situación con un amigo del rey que va a comer con él y el cocinero que prepara la comida. Moshé, al igual que el amigo del rey, no tenía idea de cuál sería el tema general de la directriz del rey; él sólo estaba siempre preparado para lo que fuese. Moshé no se preocupaba por lo que iba a ser. Sólo quería hacer lo que el Creador quería que haga y quería recibir el mensaje que el Creador quería darle. Su enfoque y deseo particular era: “Sólo quiero saber”, a diferencia de Bilaam que se jactaba porque ya sabía lo que quería saber.
A menudo los seres humanos, desesperados por sus aflicciones, acuden a videntes porque necesitan tomar una decisión y quieren saber qué deben hacer. Bilaam era así. Él sabía lo que quería que pasara, o tenía una idea general de lo que quería que pasara, pero también quería tener la directriz. Por ejemplo, ocurre como cuando alguien pregunta si debe ir hacia la izquierda o hacia la derecha en el camino en el que está, ni siquiera considerando la posibilidad de voltear por completo e ir en sentido contrario.
Sin embargo, Moshé no le estaba pidiendo al Creador que lo ayudara a tomar una decisión. Era una hoja completamente en blanco, siempre con la conciencia de: “Sea lo que fuere, no me interesa, sólo quiero saber”. Esa es la diferencia entre los dos.
Así pues, como vemos Bilaam ya había decidido lo que quería que ocurriera. ¿Cuántas veces hacemos esto? Verdaderamente sabemos lo que queremos hacer, pero pedimos ayuda al Eterno de todas formas, pero orando algo como: “Sé a dónde quiero llegar al final, así que, por favor, ayúdame a llegar de buena manera”. Mientras que el consejo verdadero o la directriz verdadera es: “No sé a dónde quiero ir, sólo quiero ir adonde la Luz del Creador quiera que vaya”. Ese tipo de apertura y deseo es lo que diferenció la profecía de Moshé de la de Bilaam.
Moshé dijo: “No quiero saber cuándo me hablarás, no quiero saber qué me dirás… No me interesa. Sólo hay algo que me importa. Quiero ser guiado por la Luz del Creador”. Y, debido a eso, el Creador se dirigía a él todo el tiempo y le decía exactamente a dónde ir y qué hacer; por lo tanto, toda la vida de Moshé fue guiada.
Bilaam tenía el poder de la profecía. Tenía el poder de la Luz del Eterno que le daba cualquier respuesta que necesitaba. Pero, como tenía una idea general de lo que quería hacer, el Eterno sólo podía guiarlo dentro de ese límite. Y seguramente por esto, tal y como sabemos, él se convirtió en el más bajo de los seres que jamás hayan vivido y fue asesinado de manera terrible.
De esa profecía aprendemos que estar conectado con la Luz del Eterno no le garantiza a un individuo terminar haciendo lo que vino a hacer en este mundo. Recuerda que tanto Moshé como Bilaam tenían la misma capacidad para ser guiados. La gran diferencia es que Moshé estaba completamente abierto a la Voluntad del Abba kadosh que es buena, agradable y perfecta (Rom. 12:2). Por eso el Rambán dice que es muy importante tener una conciencia expansiva de: “No me importa nada. Estoy abierto a absolutamente cualquier posibilidad de orientación”. Cuando tenemos esa conciencia podemos obtener la directriz divina exacta, y lograr alcanzar la meta: el premio del supremo llamamiento de Dios en Yeshúa HaMashiaj (Filip. 3:14).
Esto es muy importante para nosotros porque siempre estamos limitados, incluso cuando pedimos orientación de parte de la Luz del Creador. La limitamos, pedimos que el mensaje esté en los límites de lo que sea que queramos. No obstante, al hacerlo de este modo nunca obtendremos orientación real, sino que obtendremos la orientación como Bilaam. Sí, Bilaam recibió orientación de la Luz del Creador, le dijo qué hacer, pero como no estaba abierto a cualquier posibilidad de lo que el Creador podía haberle dicho, nunca llegó al propósito por el que su alma vino a este mundo. Este es un increíble entendimiento que nos da la parashá Balak a fin de llegar al Shabat revestidos de una conciencia abierta a todas las posibilidades celestiales, pero humildemente sujeta a la Voluntad del Eterno, nuestro Abba Santo.