Leí una nota de la revista norteamericana Forbes, especializada en el mundo de los negocios y las finanzas. Me sorprendí al encontrarme con una investigación que realizó para enumerar a los cinco pastores más ricos en Brasil. Este trabajo fue fundamentado desde los datos del Ministerio Público de la Unión de Brasil y la Policía Federal.
Lo más avergonzante de todo esto es que la publicación estadounidense se puso en contacto con todos los líderes de la lista para confirmar los valores, pero estos no respondieron.
Esta noticia me llevó a recordar un versículo del evangelio que dice:
Todos sabemos que Judas Iscariote era uno de los doce discípulos. Era uno de los apóstoles escogidos por Jesús para gobernar con Él en Su Reino. No había nada inusual acerca de Judas en referencia a los otros once, a excepción de su amor por el dinero. Él tenía a su cargo la bolsa del dinero, el alfolí que los discípulos tenían en común para suplir toda necesidad que el ministerio tuviera. Sin embargo, y más allá de esta noble tarea encomendada, el dinero significaba tanto para Judas que fue capaz de robar el dinero perteneciente a sus compañeros y al Maestro mismo. El relato evangelístico dejó denunciado para siempre este problema:
Ésta ciertamente es una declaración temida. ¿Te gustaría escuchar que tu Creador y Dueño te diga que valdría mejor que no hubieras nacido?
Judas no era un hombre que no tuviera conciencia. Su conducta futura nos muestra una conciencia y un remordimiento. Pero Judas amaba el dinero, y eso era su fuerza motivacional de vida que lo condujo vehementemente a un mal fin. El amor al dinero abrió una puerta por la que Satanás pudo entrar en él. Desde allí, todos sus pasos lo condujeron a un final no deseado: el suicidio y la condenación eterna.
Estos amadores del oro no pueden ver ni escuchar los tormentos de la población del mundo porque la búsqueda de riqueza ha cegado sus ojos y tapado sus oídos. Sus artimañas de error solo pueden venir del padre de la mentira: Satanás.
El Señor me consoló llevándome a recordar que, de acuerdo a los juicios revelados en Su Palabra, llegará la hora en que los profetas falsos, amadores del dinero estarán en las tinieblas de afuera, vestidos en trapos, rogando por probar del agua de la vida. Verán en la distancia, desde sus madrigueras opresivas, la riqueza y la gloria del Reino manifestándose en los hijos del Eterno. Ellos serán mantenidos a distancia hasta el Día del Juicio.
Se volvieron ricos por sus predicaciones pero pronto serán empobrecidos, me dijo el Señor. Andarán en trapos aguardando comparecer ante la corte más temible de todas. Este es el destino certero de pastores, evangelistas y maestros cristianos que han escogido usar su profesión para obtener riquezas materiales y comodidades. Cuando mueran, atormentados crujirán sus dientes mientras los santos más pobres estarán morando en gozo y en una paz perfecta.
La realidad aquí posteada, desde lo que este informe dice, no es más que el cumplimiento de las advertencias proféticas anunciadas por el apóstol Pedro: