Los
daños nutricionales sufridos en los primeros meses de vida conducen a
un deterioro permanente, y podrían afectar también a las generaciones
futuras.
Su prevención puede aportar importantes beneficios para la salud y la
educación; y tener un profundo impacto social y económico. Se estima que
por lo menos 200 millones de niños en los países en vías de desarrollo
no llegan a alcanzar su máximo potencial debido a las carencias
nutricionales de sus primeros años.
Los primeros años de vida son
una etapa fundamental en el desarrollo del niño porque en ella se
produce el mayor crecimiento. Pero para lograr su máximo potencial es
preciso que la alimentación sea la adecuada. Todo aquello que los niños
experimentan durante los primeros años establece una base trascendental
para el resto de su vida, y esto se debe a que el desarrollo de la
primera infancia repercute substancialmente en el aprendizaje básico, el
éxito escolar, la participación económica, la ciudadanía social y la
salud.
El cerebro es el órgano que más rápidamente crece, pesa
35 gramos al nacer y a los 14 meses ese peso ya alcanza los 900 gramos;
lo que representa el 80% del peso en el adulto. Durante los dos
primeros meses de vida crece a un ritmo de 2 mg. por minuto; pero cuando
hay desnutrición no sólo se detiene el crecimiento cerebral, sino que
además se presenta una atrofia del cerebro. La suerte del Sistema
Nervioso Central está determinada en los primeros 14/18 meses de vida,
si durante este tiempo, el niño no recibe una adecuada ingesta de
nutrientes y estimulación adecuada, puede presentar deficiencias
cognitivas.
Durante el embarazo las neuronas comienzan a
multiplicarse y seguirán haciéndolo luego del nacimiento dependiendo de
los nutrientes. Un bebé nace con miles de millones de células cerebrales
que representan el potencial de toda su vida; sin embargo, para
desarrollarse, estas células necesitan conectarse entre sí y
multiplicarse. Este proceso dependerá de la alimentación que ese bebe
reciba. Se estima que por lo menos 200 millones de niños en los países
en vías de desarrollo no llegan a alcanzar su máximo potencial.
La
lactancia materna es una herramienta poderosa y económica para mejorar
la salud y las tasas de supervivencia infantil. Se ha comprobado que
mejora el desempeño mental de los niños: aquellos que han sido
amamantados durante seis a nueve meses, tienen un coeficiente
intelectual que supera en unos 6 puntos al de los amamantados durante
menos de un mes. Los lactantes alimentados exclusivamente con leche
materna durante seis meses, en vez de cuatro meses, también gatean y
caminan antes.
datos de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2007) si bien
el 95,4% de los niños inician su alimentación mediante Lactancia
Materna, a medida que transcurren los meses esta práctica comienza a
perderse. Así, a los dos meses, el 57% de los niños se alimenta
exclusivamente con leche materna, a los cuatro meses el 46%, y a los
seis meses, sólo el 36%. Esto significa que la lactancia exclusiva
disminuye casi un 40% en los primeros dos meses de vida.
Una encuesta
más reciente llevada adelante por el Ministerio de salud de la
provincia de Buenos Aires determinó que el año pasado el 38,8% de las
madres bonaerenses amamantaron hasta el cuarto mes a su bebé, dos puntos
porcentuales más que en 2009, práctica que ayuda a prevenir las
enfermedades respiratorias en los bebés. La Organización Mundial de la
Salud destaca que un comienzo de vida saludable le brinda a cada niño
igual oportunidad para surgir y convertirse en un adulto que realiza un
aporte económico y social positivo a la comunidad [viii] Despegar el
potencial genético permite tener igualdad de oportunidades.