«No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo, y Yo os recibiré”
(2 Corintios 6: 14-17)
El Ecumenismo es la tendencia o movimiento que busca la restauración de la unidad de los cristianos, es decir, la unidad de las distintas confesiones religiosas cristianas. El objetivo es formar una única Iglesia que pueda servir como plataforma posterior para realizar el llamado al judaísmo y luego al islamismo y así configurar una única religión monoteísta que aliente luego a un única religión que englobe a todas las demás creencias expandidas en las naciones.
El Movimiento Ecuménico comenzó oficialmente con el Congreso Misionero de Edimburgo (Escocia) en 1910. Surgió en un ambiente protestante y en un contexto misionero, por la necesidad de presentar un frente unido en los países paganos. Luego, y con influencia de Illuminatis, el movimiento fue tomado por la jerarquía católico romana, quienes comenzaron a trabajar sutilmente hasta llegar a la propuesta de nuestros días.
Los ecuménicos se definen como la tendencia a «abarcar el mundo entero y sus creencias en una sola«. El ecumenismo propone que la diversidad de religiones o creencias se pueden unificar de tal forma que por más diversa o diferente que sea la creencia se tilde de igual en su propósito de fe. Es decir, le resta importancia si usted adora a Baal, Beelzebú, Bafomet, Ishtar, La reina del Cielo, Buda, Cristo, etc. Para el ecuménico, todo objeto de culto es una expresión de fe que sólo cambia el nombre de dios y cumple un mismo propósito.
Será importante analizar etimológicamente el término y luego tratar de ubicarlo en las Sagradas Escrituras. Comenzaré diciendo que el término «ecumenismo» proviene del latín, «oecumenicus» y del griego, «oikoumenikos» y éste a su vez de «oikoumenē», y significa «lugar o tierra poblada como un todo». El término ya era usado en el Imperio Romano para referirse a la totalidad de las tierras por ellos conquistadas. Sin embargo, en la literatura de la época romana el término tenía un significado político-imperial que superaba el sentido geográfico: implicaba «el mundo como unidad administrativa sujeta a los paradigmas del el Imperio Romano».
Es interesante aportar ante esto que los romanos eran llamados «señores del «oikoumenē» (Plutarco, Tiberius Gracchus 9, 6). Polibio escribió: «todas las partes del mundo habitado («oikoumenē») han venido a estar bajo el dominio de Roma» (Polibio, Historias 3,1, 4). De la misma forma lo usó Dion Casio (Historia Romana 37, 1,2; 43, 14,16; 43, 21,2) y Flavio Josefo, entre muchos otros. Flavio Josefo escribió que el rey Agripa dijo: «En el mundo habitable («oikoumenē») todos son romanos» (La guerra de los judíos 2, 388).
Es interesante aportar que en los evangelios, el término «oikoumenē» es poco utilizado como tal, a tal punto que solamente aparece dos veces. Por ejemplo, en Lucas 2:1 se señala: «Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo («oikoumenē»)«. Como verán el término es usado por el autor para describir el sistema de cosas imperante en aquel momento desde Roma. También, el diablo tienta a Jesús ofreciéndole «todos los reinos de la tierra («oikoumenē»)» (Lucas 4:5). En este pasaje notamos que el mismo HaSatán, la serpiente antigua, la que usa este término aplicándolo a su jurisdicción.
Según la historia, el significado de «oikoumenē» comenzó a tornarse decididamente positivo cuando Constantino I el Grande convocó el primer Concilio ecuménico de cristianos en Nicea, en 325 d.C, con la participación de obispos de todo el «oikoumenē». Así se creó un vínculo entre el concepto de universalidad de la Iglesia (es decir, sin exclusiones) y el término «ecuménico» («oikoumenē»).
Si bien, como hemos visto, el término «oikoumenē» se utilizó desde los tiempos del Imperio Romano para expresar al mundo como unidad político-económica, en la actualidad la palabra «ecumenismo» tiene una significación eminentemente religiosa, y es usada primordialmente para aludir a los movimientos existentes en el seno del cristianismo cuyo propósito consiste en la unificación de las diferentes denominaciones cristianas, separadas por cuestiones de doctrina, de historia, de tradición o de práctica.
Es asombroso notar hoy, en el sentir de numerosas personalidades cristianas del último siglo, como el ecumenismo constituye para ellos el camino de superación de las divisiones entre los cristianos, en orden al cumplimiento del mandato de Cristo: « […] que todos sean uno […]» {Juan 17:21). Este término utilizado por Jesucristo proyecta la idea de unidad en esencia y Espíritu, es decir, así como Él y el Padre son uno, el creyente sea uno con Él y con los demás creyentes, pero no habla de ideas religiosas sino de la naturaleza divina en ellos.
Lamentablemente este término y su pensamiento está mal enfocado he utilizado erróneamente por muchos líderes de diversas religiones, ya que en sí de la única manera que algún creyente puede tener todas las cosas en común es si en sus bases fundamentales doctrinales participan de la misma esencia, la vida del Espíritu. Es imposible unir diversas religiones bajo la verdad, ya que la única Verdad es el Mesías y Su Palabra (la Torah), y las religiones, en su mayoría, niegan esto o parte de ello.
Si bien esto presenta aparentes ventajas ,el problema ha estado en que estas iglesias han tratado de enfatizar la unión en base al amor de Cristo, pero a expensas de la verdad. Lo que queremos decir con esto es que diferentes denominaciones cristianas, que a veces difieren enormemente en lo que creen ,y algunas de las cuales se han desviado de manera significativa de la verdad; han pretendido unir múltiples denominaciones bajo una misma sombrilla, lo cual es una imposibilidad.
Si bien es cierto que el Mesías oró en Juan 17:21 , horas antes de su crucifixión, «para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti…«, no es menos cierto, que nuestro Señor no estaba pretendiendo con eso unir a los cristianos a expensas de lo que es Su Verdad. En esa misma oración, en Juan 17:17 , el Mesías dijo: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad«. De manera que para lograr una verdadera unificación de las iglesias tendríamos que ponernos de acuerdo primordialmente en lo que es la verdad revelada por nuestro Amado Mesías.