todo el día y por la eternidad. A tal punto llega esta falsa certeza que son incontables los evangélicos que creen que sus seres queridos fallecidos hasta ofician de custodios y mensajeros del Eterno Dios.
Corintios 15:42-45,51-53)
(Temas que considero será bueno tratarlos exhaustivamente en bitácoras futuras).Lo cierto es que la promesa del Eterno Dios y la esperanza del redimido en el Mesías es que el ser humano puede retornar a la vida. Esto será posible, primeramente gracias a la muerte del Señor Yeshúa en la cruz del Calvario y a Su resurrección. La Biblia presenta claramente que Yeshúa vino a este mundo de dolor y sufrimiento para pagar, primeramente, la deuda del pecador, y redimirlo de la muerte eterna. El Mesías destruirá el pecado, al autor del pecado y a todos los pecadores que no se arrepientan de su vida pecaminosa.
La esperanza del cristiano de la vida eterna está fundamentada en la resurrección (Juan 6:39, 40; Lucas 20:37). Leemos que Job declaró: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Además, el salmista David dijo: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15).
El apóstol Pablo también tenía su esperanza anclada en el evento culminante de la resurrección. Él expresó su gran deseo a los Filipenses de la siguiente manera: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:10, 11).
Dicha resurrección será una realidad en la segunda venida del Señor Yeshúa. Así lo expresó el apóstol Pablo: