Estados Unidos de América (USA) no solo es sede del imperialismo más poderoso desde el punto de vista político, militar y cultural-ideológico, sino además el hogar de ciertas mentes dedicadas a pensar para dominar el mundo a como de lugar.
A esos fines sirve el denominado Consejo de Relaciones Exteriores, una organización con bajo perfil público, pero con mucho poder y muchísima efectividad.
El mismo está integrado por los jerarcas de las grandes empresas financieras, industriales, comerciales, medios de comunicación, universidades, centros de investigación, instituciones armadas, tecnocracia oficial, funcionarios de alto nivel, ex-presidentes y entidades culturales.
Los objetivos globalizadores han sido bien precisados por la CRE:
- Creación de un gobierno privado mundial
- Erosión sistemática de las estructuras de los estados-naciones (aunque no de igual manera ni al mismo tiempo).
- Estandarización socio-cultural.
- Imposición de un sistema financiero globalizado de carácter especulativo usurario.
- Alineamiento de la opinión pública mediante una agresiva acción psicológica desde los medios de comunicación y a escala planetaria.
- Administración de un sistema de guerra global mediante el permanente azuzamiento contra algún “enemigo”.
El Consejo de Relaciones Exteriores es el cerebro del poder real, ubicado por encima del poder formal que opera desde Washington (Administración, Departamento de Estado, Congreso…). Y ese poder real no pasa por elecciones: necesita continuidad y permanencia más allá los cambios de gobiernos en EEUU para decidir las cuestiones fundamentales de la estrategia de dominación estadounidense:
El sistema de deuda externa diseñado desde ese centro es una mecanismo de saqueo y coloniaje eficaz.
Las “áreas de libre comercio” posibilitan liquidar todos los mercados nacionales y garantizar que la “libre competencia” sirva exclusivamente a los monopolios y oligopolios.
Las privatizaciones permiten absorber a favor de las corporaciones transnacionales las empresas públicas y los patrimonios naturales. Pero no solo. Facilita también la privatización del poder y el avasallamiento de todo lo social y colectivo.
La guerra “antiterrorista” es un magnífico instrumento para conquistar territorios ricos en gas, petróleo, uranio, agua, opio…
Las desregulaciones de las relaciones laborales absolutiza las explotación del trabajo asalariado y precariza en extremo el componente trabajo respecto al incremento constante del gran capital.
La imposición de un sistema financiero especulativo, montado sobre la supervelocidad que le imprime la informática, multiplica las ganancias usureras desde la propiedad del dinero y posibilita apropiarse de grandes estructuras productivas, bienes, inmuebles, recursos naturales y países enteros, sin tirar un tiro.
La estandarización de la cultura, empleado los medios masivos para enajenar a gran parte de la sociedad, entronizar el miedo y ejercer una acción psicológica poderosa, introduce enormes dificultades para el desarrollo de una conciencia crítica.
La preparación de una nueva guerra mundial, la extensión de la guerra que hay en Palestina, Irak y Afganistán a otros países y regiones (Irán, Colombia, Venezuela…).
Pero el “cerebro del mundo”, al intentar darle respuesta por esa vía a la crisis del capitalismo de final de siglo XX, ha lanzado a la humanidad a una crisis de existencia, a una crisis de la civilización humana
La inteligencia imperialista piensa bien para sí mismo, pero no para la humanidad.
Y la humanidad definitivamente no quiere dejarse exterminar.
Tomado de: desacato.info