“Creed en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a los profetas y seréis prosperados”
2Crónicas 20:20
Hoy Chile llora, gime, se lamenta y clama, y el mundo entero está contemplando consternado por el desastre ocurrido el 27 de febrero. Sin embargo meses atrás hubo palabra de Dios llamando al pueblo a poner su esperanza en Él y no escucharon. Nadie prestó atención. Era más importante y urgente, era prioritario, elegir un hombre que guiara a la nación al progreso. Dios anunció, advirtió, pero nadie escuchó. Como pueblo necio y sin corazón que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye (Jer. 521) ignoró al Dios Todopoderoso porque eso de profetas y profecías es cosa antigua, es de gente ingenua, es cosa de “canutos locos”. Ni aún para los supuestos evangélicos de cuna y tradición era digna de ser escuchada la voz de Dios a través de John Harris y de David Nesher.
Hoy sufrimos las consecuencias de haber estado más atentos a las promesas de Sebastián Piñera (un “simple” mortal) que a las advertencias de Dios. “Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres y en ellos busca apoyo” (Jer. 17:5).
Hermanos chilenos, no sean como el necio que yerra en todas sus decisiones y luego culpa a Dios y reclama diciendo “¿dónde está Dios?”.
Él sigue estando en el mismo lugar de siempre, en su Trono. Mejor pregúntense: “¿dónde estábamos nosotros cuando Dios visitó Chile? ¿En qué estábamos pensando que no pudimos ver ni oír?
Hermanos del mundo, escuchemos a los profetas y creamos, no sea cosa que con lágrimas queramos levantar a los muertos que yacen bajo escombros.
Por todos los medios se trata de justificar la falta de previsión de esta catástrofe diciendo que los terremotos no son predecibles. Sin embargo, científicos realizaron una investigación y prepararon un informe que, desde su ciencia anunciaba lo que en un futuro muy cercano, hoy presente, podía ocurrirle a Chile.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oir, ni peor necio que el que no quiere darse por enterado.
Tanto los responsables del Estado como los varones y mujeres de gobierno, la Iglesia, prefirieron ignorar la noticia de los fenómenos que habrían de producirse. Últimamente las estadísticas positivas acerca del crecimiento de Chile, material y espiritual, llenaron de orgullo a sus líderes, quienes no han querido oír ningún reclamo y sólo han abierto sus oidos a las palabras dulces y halagüeñas que adormecen el alma. Pero quien está en gobierno debe actuar como un centinela y estar más atento a la crítica que a los halagos.
¡Iglesia, despierta y vigila! ¡El Señor te ha puesto por centinela, no por vedette!
M.A. Laura Arco
Argentina, Mendoza, 1 de marzo de 2010