Por P.A. David Nesher
“Y Moshé anotó los puntos de partida según sus jornadas, por el mandamiento de YHVH, y estas son sus jornadas, conforme a sus puntos de partida.”
(Números/Bamidbar 33:2)
Moshé registró el itinerario de los hijos de Israel a través del desierto desde el momento en que abandonaron Egipto hasta su llegada a las llanuras de Moav… Moshé anotó los 42 (7×6) viajes que los hijos de Israel hicieron en la estepa. Ahora bien, ¿por qué «viajes» y no «viaje»?
Los sabios del hebreo dicen que el proceso de liberación de «Egipto» (hebreo Mitzraim) no es un hecho de una vez, sino que es algo que continúa en cada generación, hasta ingresar a la verdadera y completa redención a manos del Mashiaj. De aquí que existen varios propósitos por los cuales estos lugares fueron escritos:
- Fueron escritos para mostrar a la posteridad que la salida de Egipto de millones de personas no es un cuento. Hay datos específicos de lugares y sucesos, que muestran que realmente estuvieron allí. La mayoría de los desiertos descritos en este relato eran completamente inhabitables porque allí no había ni agua ni vida vegetal. Una gran población de hombres, mujeres y niños jamás hubieran podido sobrevivir de manera natural. Sólo la intervención divina podía sostenerlos en aquellos lugares inhabitables.
- Fueron escritos para dar a conocer la bondad del Eterno en medio de una sentencia de tener que dar vueltas durante 40 años en el desierto. En 40 años sólo hubo 42 viajes. Así que no estuvieron vagando de un lado para otro todo el tiempo, sino que en varios lugares se quedaron acampados durante mucho tiempo. Rashí menciona que sólo hubo 20 viajes en 38 años, porque se hicieron 14 viajes durante el primer año, y ocho viajes después de la muerte de Aharón en el cuadragésimo año. Además estuvieron en Kadesh durante 19 años. Durante el resto del tiempo estuvieron en 19 campamentos durante 19 años, que corresponde a un promedio de un viaje por año.
- Fueron escritos para que los hijos de Israel supieran que sus peregrinajes fueron dictados por un diseño espiritual definido.
- Fueron escritos para que nos acordemos del viaje en el desierto. Cuando estamos viviendo en la prosperidad hay que recordar los momentos difíciles que nos han llevado hasta allí. Así nos mantendremos humildes y agradecidos. Si no hubiera sido por el sostenimiento mediante la gracia del Eterno, nunca hubiéramos podido llegar a donde estamos en estos momentos.
Como podemos apreciar, la Torah no nos cuenta cosas sin razón. Siempre hay en ella una enseñanza que podemos tomar para nuestras vidas.
La vida es un constante viaje. Es un viaje permanente desde que nacemos: de la infancia a la juventud; de esa juventud, a la edad adulta; de la edad adulta a la ancianidad; de la ancianidad a… Y en un viaje hay dos aspectos:
- tanto cuanto hayas viajado hasta ahora, hay más para viajar y
- aunque sólo hayas hecho un viaje, ¡no deja de ser un viaje!
Esos cuarenta y dos viajes, no son simplemente estaciones, son más bien episodios de vidas. Son nuevos viajes que traen enseñanzas. Hay instancias en nuestras vidas que pueden ser consideradas hitos: finalizar una carrera, iniciar una familia, obtener el empleo soñado, materializar algún proyecto largamente deseado… A pesar que la consecución de las metas nos genera satisfacción, pronto descubrimos que siempre hay nuevos caminos por explorar, experiencias inesperadas acechando en la vuelta de la esquina. En definitiva, nuestras vidas no son mas que un entramado de viajes continuos, efímeros, inconclusos y no siempre satisfactorios.
Eso es lo que todos nosotros vivimos durante nuestra existencia para llegar a entender lo que somos. Para llegar a descubrir quiénes somos… mediante una continua búsqueda del camino correcto. Todos hemos vivido vidas diferentes en la vida única que hemos tenido. Esos han sido nuestros personales viajes de aprendizaje, que no son detenciones para descansar en un largo caminar.
Nunca un día es igual a otro día. Nunca un instante se repite y dentro de ese continuo y distinto pasar, debemos elegir el mejor camino para lograr como meta de nuestro corazón… la ALEGRÍA (simjah) del VIVIR.
Todos nosotros hemos emprendido muchos viajes a lo largo de nuestras vidas, tanto físicos como espirituales. Hacemos muchas paradas en el camino. Estas paradas son importantes, son etapas hacia nuestro destino. Todo es muy fácil, una vez que llegamos y nos olvidamos de lo que pasamos. A veces, nos olvidamos de las personas que nos ayudaron durante el recorrido.
La Torah nos recuerda que a pesar de que hayamos llegado a nuestro destino, siempre debemos ser conscientes del camino que nos llevó y no dar por sentado sobre lo que nos han alentado y guiado a través de nuestros “viajes”. Esas etapas previas pueden parecer como “piedras” en el camino una vez que llegamos a la meta, pero son importantes. En su momento, representaron un paso más cerca hacia nuestro destino. Siguen siendo importantes ahora, porque sin ellos no estaríamos donde nos encontramos.
Desde esto, aceptamos que a nivel espiritual, nuestra vida también es un viaje de una etapa a otra, y esto es ilustrado por nuestra parashá, el salir de Mitzraim fue solo el comienzo. Salimos de las estrecheces (hebreo meitzarim) para iniciar un camino de elevación y perfeccionamiento en nuestro viaje a la Tierra Prometida, aquella en la que construiremos una morada para el Eterno en este mundo.
En otro sentido, el momento en que decidimos liberarnos y dejar atrás todo aquello que nos esclaviza y nos impide crecer como seres humanos, no es un evento único e irrepetible. Muy por el contrario, es un proceso continuo, que durará mientras tengamos aliento.
Así como el peregrinar de Israel en el desierto solo tenía sentido por tener un objetivo y una guía claros, el entramado de viajes que constituye nuestra vida no tendrá sentido alguno si no tomamos como guía a Aquel gracias el cual respiramos, nos movemos y somos.
Un joven estaba viajando desde Jerusalem hasta Galilea. Llegó a un cruce de caminos de cuatro vías y vio que el cartel se había caído. Ahora no tenía forma de saber qué camino tomar. ¿Qué iba a hacer?
La respuesta fue simple. Sabía de donde venía, Jerusalem. Arreglando entonces las señales de tal forma que Jerusalem quedara apuntado el camino en el que venía, pudo darse cuenta de qué camino tomar.
Cuando sabemos de dónde venimos, podemos saber hacia dónde nos dirigimos. Esta porción de la Torah nos recuerda esto. Que todos podemos luchar y, finalmente, llegar a nuestro destino:
«… hasta que todos lleguemos a la unidad de la ciencia y el conocimiento del Hijo de Dios, un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.»
(Efesios 4:13)
En conclusión, la parashá Masei nos enseña que todos los viajes son parte del gran viaje hacia la redención mesiánica. A pesar de los obstáculos y las amenazas que encontremos en nuestros viajes no debemos olvidar algo: los descensos de las travesías son parte integral del ascenso. Entonces, cuando nos encontremos en las llanuras de la incertidumbre, no nos debemos desesperar. Por el contrario: es el momento en que debemos fortalecernos con mayor intensidad y vigor, teniendo presente de que justamente en ese momento (el momento en que todo parece más sombrío) está a punto de suceder la más grande y extraordinaria elevación: la verdadera y completa redención a manos del Mashiaj.
Los bendigo, declarando Shalom para sus vidas.