Harrisburg, la capital de Pensilvania, se declaró en bancarrota después de años de excesivos préstamos y gastos. ¿Será imitada por otras ciudades estadounidenses?
Puede que tengan otras cosas en común, pero en este momento, Harrisburg en Pensilvania y el Condado de Jefferson en Alabama comparten una dudosa distinción.
Ambas están en medio de aflicciones financieras sin precedentes. Y sólo para mantener contentos a los redactores de titulares, las dificultades de ambos provienen de costosas aventuras en administración de desperdicios.
El populoso Condado de Jefferson está abrumado con una deuda de más de US$4.000 millones, mientras el mal olor emana de un proyecto de desagüe que se salió de control en medio de acusaciones de corrupción.
En Harrisburg, una pequeña ciudad de 50,000 habitantes que se quejan de una deuda de más de US$300 millones, el proyecto ofensivo -un incinerador de desperdicios- no es menos simbólico.
“Todos dicen que el incinerador está quemando el futuro de la ciudad“, dice Eric Veronikis, del periódico local Patriot News.
‘Mini-Grecia’
La de Harrisburg es una saga larga y dolorosa de la mal administrada renovación de una vieja instalación, diseñada para limpiar la planta contaminante.
Bajo su actual operador, Covanta, la planta está haciendo lo que debería: quemar sin peligro la basura de Harrisburg. Pero el daño ya está hecho. Una sociedad anterior resultó en costosos problemas y atrasos.
Una disputa sobre qué hacer con la deuda, que involucra a la alcaldesa, miembros del Consejo, acreedores y la Mancomunidad de Pensilvania, pasará ahora a un juez federal de bancarrotas.
Pensilvania está lista para tomar el mando
“Todos llaman a Harrisburg la mini-Grecia”, afirma Veronikis. “Nuestras finanzas no están en orden. No podemos pagar nuestra deuda. Y tenemos un poder superior que nos dice qué hacer”.
¿Cómo hace eso que se sienta la gente?
“Los hacer sentirse muy enojados e impotentes“.