Un cura invita a un rabino a comer. Cuando están sentados a la mesa les traen un pernil de cerdo a cada uno.
El rabino dice: «Yo no como cerdo, ya que la Torah me lo prohibe», y el cura saboreando la carne le responde: «¡Oh, no sabe lo que se pierde!»
El rabino sólo estuvo mirando como comía el cura y estaba molesto.
Llegó la hora de retirarse y el rabino dijo: «Tengo que irme, así que dele mis saludos a su esposa«, a lo que el cura respondió: «Yo no tengo esposa, nosotros los sacerdotes católicos no nos casamos».
El rabino, con una pícara sonrisa, le respondió: «¡Oh, no sabe lo que se pierde!»