Las familias siguen de shopping y la cercanía
de las elecciones no frenan este auge. La deuda con bancos ya perforó
el techo de los $33.000 millones y la búsqueda de la gratificación
inmediata se comió al largo plazo. ¿Hay techo? Quiénes son los «dueños»
del financiamiento de los argentinos.
Es que las compras y el financiamiento con plásticos parecen no tener techo a la vista.
Hablar de 3,6 millones de nuevas tarjetas en apenas un año es un dato no menor.
Actualmente, la cantidad de plásticos emitidos por las propias emisoras, bancos y compañías financieras ya superó los 31,2 millones, cuando, un año antes era de 27,6 millones (junio 2010- junio 2011).
Por otro lado la apertura de nuevas cuentas (bancarias y no bancarias) -en ese lapso- fue de 2,2 millones.
¿Qué significa esto? Que 2,2 millones de personas se sumaron a la fiesta consumista.
También, que 1,4 millones de argentinos aumentaron sus tenencias, bajo la forma de tarjetas adicionales.
En la actualidad existen 1,5 plásticos por resumen,
es decir, por titular de cuenta bancaria y no bancaria (en este último
grupo se ubica Falabella, Coto, Italcred, Provencred, Favacar, entre
tantas otras).
Negocio para ambos
Los motivos que impulsan esta fiebre son muy variados.
Pero, básicamente, este auge se potencia porque termina siendo un negocio «redondo» para ambas puntas:
• Por el lado de los bancos,
porque al no poder ofrecer créditos de largo plazo (hipotecarios)
concentran toda su artillería en financiar las compras de corto. Y así
ganan con los intereses que cobran de aquellos que no pueden pagar el
total del resumen a fin de mes.
• Por el lado de los usuarios, porque sienten que
hacen negocio gastando su dinero, recurriendo a las compras en cuotas
fijas para así licuar posteriormente ese pago mensual, vía aumentos
salariales.
Así se presenta la realidad de hoy en día, que
muestra cómo quedó plasmado el «GEN K» en buena parte de la sociedad:
consumo a pleno, satisfacción inmediata y pocos incentivos para el ahorro, vía colocaciones bancarias.
Shopping,
supermercados, automotrices y fabricantes de electrodomésticos
festejan. Y el Gobierno -que hizo del boom de compras un «dogma de fe»-
también.
«Los empresarios en la Argentina viven en un estado de comodidad. El hiperconsumo lo opaca todo«, se anima a decir Javier Casas Rúa, flamante titular de PWC.
Las estadísticas parecen darle la razón. En los últimos doce meses, el nivel de compras promedio se incrementó un 40%, es decir, casi el doble que la suba de precios no oficial.
El siguiente cuadro es más que elocuente:
• El gasto promedio por titular ha venido creciendo a la par de la inflación.
• Pero la deuda de las familias con las entidades bancarias escaló al doble de ritmo.
¿Qué significa esto? Que las compras efectuadas no se han cancelado en su totalidad a fin del período de pago, más aún en momentos en los cuales «todo se financia«.
Así, el stock de deuda total con los bancos ya perforó el techo de los $33.000 millones.
¿Se llegó al límite?
El boom del plástico plantea la gran cuestión de si el mercado argentino puede soportar los niveles de endeudamiento que se están viendo hoy. O si ya se está cerca de una saturación.
Los analistas ya no ocultan su sorpresa por el vigor que aún siguen mostrando las líneas para financiar el consumo ya que –desde hace un año– vienen advirtiendo sobre el escaso margen que les queda a las familias para seguir asumiendo nueva deuda.
Pero lo cierto es que, lejos de mostrar un enfriamiento, el mercado no da señales de freno.
En efecto, los saldos prestados por las entidades siguen creciendo aproximadamente 20 puntos por encima de la inflación.
¿Hay techo? Sí, pero para los bancos éste aún está muy lejano.
Desde el Banco Hipotecario, uno de los que más agresivamente ha apostado a este mercado, indican que en la Argentina la relación histórica (pago mensual vs. ingreso familiar) es del 30 por ciento.
«Si bien hay una mayor demanda de créditos por parte del público en general, todavía estamos muy lejos de llegar al tope«, afirman desde la entidad.
Sobre este punto, también desde el Banco Galicia señalan que, en la medida en que se van produciendo incrementos salariales que acompañan a la inflación, también son revisados los límites al monto de endeudamiento.
«Nuestros clientes tienen margen para seguir creciendo y no notamos que estén llegando a un límite«, indican desde el Galicia.
¿Cuál es, entonces, ese límite para el
endeudamiento? Guillermo Barbero, experto en financiamiento del consumo
de la consultora Deloitte, aporta algunas estadísticas al respecto.
Señala que el nivel de deuda histórico estuvo en torno de los dos meses de ingreso familiar.
No obstante ese indicador -que fue el que caracterizó a la década de los años ’90– fue superado en 2008, cuando se llegó a los 2,2 meses de ingreso.
Según el experto de Deloitte, este nivel tuvo un retroceso durante la
recesión de 2009. Luego comenzó a repuntar con el crecimiento de la
economía -que motorizó el crédito- pero al día de hoy está por debajo de su potencial.
El corto se «comió» al largo
¿Cómo
se explica entonces que se gaste más, haya más plásticos que hace dos
años y aún así el límite al endeudamiento no aparezca?
Básicamente, sucede que, por ejemplo, en los ´90 la deuda estaba repartida en corto plazo (consumo) y largo (hipotecarios). Claro está, que las segundas tenían un peso más significativo.
En la actualidad, buena parte del endeudamiento se concentra en el corto,
habida cuenta de que los préstamos para la vivienda se transformaron en
una «especie en extinción» (cayeron al 6% del total de transacciones).
«Más allá del incremento del consumo, el endeudamiento no ha crecido tanto como para que estemos en un nivel límite. Si bien hay mucha actividad, todavía no es importante el nivel de crédito a mediano y largo plazo», afirma Barbero.
Andrés Mendez, de la consultora AMD, señala que «el límite de endeudamiento funciona de acuerdo a los plazos del compromiso asumido».
Y lo grafica de esta manera: «Una persona puede adeudar varias veces su ingreso mensual. Pero, lo importante, es que el pago de las cuotas no resulte gravoso en su presupuesto. Un caso sería el de una deuda hipotecaria
-por ejemplo de u$s70.000- que resultaría equivalente a 20 veces los
ingresos de una familia que gana u$s3.500 por mes. Ahora bien, lo que
sucede es que la deuda promedio de las familias es más reducida (alrededor de $11.500 por persona) lo que está bastante por debajo de un nivel que podríamos llamar ´peligroso´».
En buen romance, el experto señala que el endeudamiento promedio por individuo equivale a dos salarios, un nivel sumamente acotado.
Y agrega que «al ser a plazos relativamente cortos, podría resultar tolerable un nivel, por ejemplo, de cinco salarios. Y considerando una financiación hipotecaria podría extenderse hasta niveles de 20 sueldos sin problemas».
Por eso, los analistas perciben un clima de calma, en tanto que los economistas observan que, pese al boom de consumo, la morosidad no se ha disparado.
«Los plazos son cortos por más que se coloquen créditos y el nivel de endeudamiento no va a sufrir grandes cambios. Sucede que los préstamos a largo plazo son los que realmente hacen crecer este indicador«, afirma Barbero.
El experto de Deloitte señala que es por eso que «los bancos siguen sacando préstamos con altos niveles de montos y cuotas. Porque ven que la gente todavía tiene capacidad de tomar nueva deuda«.
Cambio de Paradigma
«El consumo con tarjeta tuvo un rol protagónico en este último tiempo. El público financió todo lo que pudo y en el mayor plazo posible», destacan desde la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
En un reciente informe la entidad remarcó que «los consumidores se mueven prestando atención a los descuentos y, en muchos casos, hasta salen a comprar exclusivamente ofertas«.
En la misma línea, desde la consultora Abeceb, liderada por Dante
Sica, señalan que «las ventas en supermercados y centros de compra se
han expandido fuertemente, impulsadas por una inflación creciente que fomentó el gasto en vez del ahorro«.
Más enfático sobre este punto es el experto en consumo Fernando Moguier quien, en diálogo con iProfesional.com,
advertía que «antes la clase media ahorraba para escalar socialmente.
En cambio ahora adoptó hábitos característicos del segmento
socioeconómico más bajo, como lo es el gastarse todos los ingresos».
«La gente construye su identidad en base al consumo. Le da una sensación de pertenencia», señala Moiguer, quien augura que la actual fiebre consumista continuará por ser un fenómeno estructural.
Y así lo explica: «Cada tanto se agota una manera de pensar la realidad. Estamos asistiendo a una transformación fenomenal. No se hace un análisis complejo del largo plazo. Ahora se busca la satisfacción inmediata. Cuando se tiene, se consume, sin pensar qué va a ocurrir mañana. Ya no hay largo plazo«.
Consumidor compulsivo, tarjetas que «arden»
Los analistas califican al actual escenario como el de «sobredosis de consumo«.
«Es un boom transversal donde cada uno compra más, ya sea un auto importado, uno nacional o una moto. Lo que sea. Lo importante es darse el gusto«, explica Guillermo Oliveto, experto en la materia y presidente de la consultora W.
Para el especialista, el actual contexto ha dado lugar a un «nuevo argentino» que él define como el «consumidor oportunista compulsivo«.
Oliveto, experto en identificar perfiles de comportamientos en la población, explica que es la mezcla del típico «compratodo» de los años ’90, con el «aprovechador serial» de promos y descuentos que floreció en estos últimos años.
Y esto es un factor común de todos los segmentos, no excluye niveles ni clases sociales.
Y esta sobredosis de shopping se ve reflejada en los mecanismos disponibles para financiar esta gratificación inmediata, como son las tarjetas.
Las tasas son altas, ¿importa?
Desde el lado de la oferta, el dato del monto total que actualmente está siendo financiado
por los bancos cobra una gran relevancia, habida cuenta de que es sobre
dicho monto sobre el cual aplican los cargos administrativos y las tasas de interés.
En tal sentido, existe un amplio abanico, que depende básicamente de
la calificación de cada particular, de la tarjeta que utiliza y de la
política comercial de las entidades.
De los más caros a los más baratos, el ranking es encabezado por el Banco de Servicios y Transacciones, que aplica una tasa del 65% anual, seguido por Capital del Plata, con el 59% y GE, un punto por debajo.
Los «dueños» de los plásticos de los argentinos
En el ámbito local convive un buen número de tarjetas internacionales, regionales e incluso locales.
Sin embargo, el grueso del share se concentra en un pequeño grupo de ellas.
Tal es así que las cinco primeras cinco aglutinan el 70% del mercado, con una clara preeminencia de Visa que, según fuentes del mercado, reúne casi el 40% del total.
Le siguen, en orden de importancia, el conjunto de empresas que conforman las llamadas Tarjetas Regionales (12%) y, más abajo, MasterCard, con el 11 por ciento.
Si el análisis se realiza en función de las entidades bancarias, el líder del mercado es el Santander Río (2,8 millones de plásticos), seguido por el Galicia (2,6 millones). Completa el podio el BBVA, con 1,7 millones.
Así, el ranking lo encabeza el Nación, con 3,1 plásticos por cuenta seguido, muy de lejos, por el Santander y el Credicoop, cuyo índice es de 2,4.
Esta mayor demanda, vía consumo, se ve reflejada en la forma en que se han ido incrementando mensualmente los saldos financiados.
Para lo que resta del año, desde el sector privado se destaca que esta tendencia continuará firme,
apuntalada por las ofertas y descuentos de bancos y tarjetas que no
harán más que inyectarle una mayor temperatura a esta fiebre consumista.