Las letras hebreas son consonantes: sin vocales, no pueden ser pronunciadas sino que permanecen como un cuerpo sin alma. Sin el alma, el cuerpo no puede moverse ni hacer nada.
Las vocales, el alma que anima las letras, se forman a través del anhelo y el deseo, ya sea para bien o para mal. El anhelo del mal crea malas vocales, que hacen que las letras se unan e interactúen para producir efectos negativos. Pero si una persona anhela arrepentirse, se crean buenas vocales, buenas almas, y las letras se unen e interactúan para producir buenos resultados.
No es suficiente que una persona sienta añoranza y anhelo solo en su corazón. Debe expresar su anhelo y anhelo en sus labios. Esta es la base de nuestro servicio de oración.
El anhelo en el corazón de la persona crea alma y letras en potencial, pero es cuando la persona expresa su deseo con la boca que el alma se produce en la realidad. Porque el alma sale de la boca, como dice: “salió mi alma por su hablar” (Cantares 5: 6).
Para traer tu alma de la existencia potencial a la existencia real, debes expresar tu anhelo y deseo en palabras.
Así es como conviertes tu deseo en una realidad y logras lo que deseas, y es por eso que es tan importante hablarle a Dios todos los días y articular tus deseos y buenas intenciones con tus labios. (Likutey Moharan I, 31).
Rabbeinu nos enseña un secreto a voces: ¡así como HaShem creó el mundo con la palabra, nuestras palabras crean mundos pequeños, que influencian nuestra vida y la de los demás!
Debemos de tener cuidado con lo que hablamos y debemos de tener cuidado, más aún, con lo que pensamos, ya que del pensamiento deriva la acción y toda expresión de anhelos está precedida por el pensamiento.
¡O el desenfreno cuando no pensamos!
Tomado del «Jardin de Breslev«